Capítulo cinco. 'Viejas amistades, nuevos sentimientos.'

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El despertador sonó a las siete y cuarto. Lo apagué de mala gana y noté como Raúl se removía entre las sábanas.

-¿En serio tienes que irte?- dijo con la voz algo ronca mientras yo me levantaba de la cama.

-No puedo saltarme las clases.

Él resopló.

-¿Y se puede saber cuándo os darán un descanso?

-La semana que viene empiezan las vacaciones, no te preocupes.- dije riéndo por lo bajo.

Volvió a resoplar y se tumbó boca abajo, supongo que para volver a dormir.

Yo fui al baño y me duché, luego desayuné y fui hacia la universidad.

Antes de salir de casa fui a la habitación y vi a Raúl durmiendo como un bebé, cosa que me hizo sonreír como una adolescente enamoradiza.

Las clases pasaron rápidas. Un par de personas me preguntaron por Pedro a la salida, les contesté lo que sabía y fui hacia casa.

Al llegar encontré a Raúl preparando la comida en la cocina.

-Vaya, ¿desde cuándo cocinas?- dije algo sorprendida.

-Hay muchas cosas que aún no sabes de mí, Dana.

Me dio un beso en la frente y nos sentamos a comer. Eran macarrones, algo sencillo, pero nada que ver con aquellas veces en las que casi quemaba la casa al intentar hacer un huevo frito.

Cuando acabamos de comer, cogimos las cosas y fuimos a visitar a Pedro. Entramos en la habitación y vimos a Marcos de pie junto a la cama en la que estaba Pedro.

Sin decir nada, me acerqué a Marcos y le di un abrazo. Él me correspondió. Hacía tres meses que no nos veíamos, pero nosotros siempre habíamos sido muy buenos amigos, y bastaba con mirarnos para saber que las palabras sobraban, simplemente nos necesitábamos.

Estuvimos abrazados un rato, y al separarnos noté como los ojos se me empañaban, y a él también.

-Te he echado mucho de menos.- dijo mientras me colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja.

-Yo a ti también.- dije sonriendo.

Cuando nos apartamos un poco, él y Raúl se saludaron, ya que se conocían de antes.

-¿Han dicho algo los médicos?- dije cuando acabaron de saludarse.

-No, nada nuevo.- dirigió la mirada hacia su hermano, aún entubado y totalmente inmóvil en la cama.- Parece tan irreal. Todo el mundo pensó que sería yo el que acabaría así. Él era el hijo bueno, el que estudiaba, el  cuidadoso, yo siempre he sido la oveja negra. Todavía no entiendo qué ha fallado. Debería estar yo en esa cama.

Me quedé unos segundos mirándole, intentando entender el sentido de todo aquello.

-¿Y de qué serviría eso? Sería todo igual. Estaríamos aquí, preocupados, con tus padres y tu hermana llorando.- le miré algo desafiante, dolida por su comentario.- Así que no digas estupideces, porque nada cambiaría.

Noté como ambos se quedaron mirándome fíjamente, sorprendidos.

-Lo siento... Vaya, no pretendía...- balbuceó Marcos.

-Lo sé, no te preocupes. Es que todo esto me supera.- me dejé caer en una silla que había cerca. Apoyé los codos sobre las rodillas y escondí la cara entre las manos.

Noté como Raúl se ponía de cuclillas a mi lado y me pasaba la mano por el hombro, intentando hacer que me sintiese mejor.

Descubrí mi cara y le abracé pasando mis brazos por su cuello, y él por mi cintura. Entonces su teléfono vibró y el lo sacó para leer el mensaje.

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⏰ Última actualización: Oct 28, 2013 ⏰

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