Hijos de las estrellas.

Capítulo I

El charco de sangre que emanaba de mi cuerpo me permitía arrastrarme con más facilidad hacia un muro que tras una breve infinidad alcancé. Intenté acomodarme reposando la espalda sobre la pared y en el otro muro estaba él. Aunque nos miramos, tardamos unos segundos en interactuar.

¿Qué has ganado con esto?. - Le pregunté con un tono sarcástico y ahogado.

Él, que yacía con la mirada perdida en ese instante, se fijó en mí tras unos segundos y suspiró... Ambos estábamos derrotados y esperando la muerte. No sé si es verdad eso de que pasa tu vida delante de tus ojos cuando estás cerca del final pero, lo que sí sé, es que me dió por recordar cómo demonios había llegado a esta situación.

Suspiré y cerré los ojos tratando de acordarme...

15 años antes.

Ah, la gran guerra... Un terrible conflicto entre las confederaciones más poderosas de la galaxia, que claro, involucraron a otras razas y especies "menores" para que lucharan a favor de ellos... Pregúntale a quien quieras en cualquier sector de la galaxia, y te dirá que es el peor cataclismo que ha ocurrido nunca desde las invasiones Fyl. La federación Yak'Huma quienes son controladores de la tecnología más puntera de la galaxia y también controladores de gran parte de los sistemas solares de la galaxia se enfrentó a una alianza de razas conocida S.J.D, ambas adoptaron una doctrina como Involucró a la mayoría de las razas de toda esta galaxia. Humanos, Cyónicos, Drihl, Natumosh, Urgroms... Casi lleva a todos al borde de la extinción, pero se llegó a una paz tras la batalla de Artom, una paz tan fina como el hilo de una araña, pues todos saben que esto irá a más en poco tiempo. Aún así, la vida sigue... Y... ¿Qué puedo decir de mí...? Soy un Artomiano. Una subespecie de humano; mi piel es de tonos rojos claros y oscuros dejando ciertos matices blancos en las zonas más blandas de mi anatomía, y mis ojos y mi pelo son completamente negros, por lo demás, mis rasgos corporales son bastante similares a los de los humanos, por no decir idénticos. No lo sé, nunca he visto a un humano desnudo. Lo único que sé a ciencia cierta, es que de mayor, lideraré un ejercito clamando la libertad de las razas mal llamadas "menores" uniéndolas y formando así una nueva confederación. Es un sueño claro... Pero es mi sueño.

Era una fría y lluviosa noche de Usten, o cómo dicen lo terraneos; Otoño. El orfanato de Saint Madisson tal vez no era el lugar más acogedor del sistema solar, pues fue construido antes de la gran guerra y su aspecto era antiguo tanto era así que casi parecía una estructura terranea. Pero en fin. Fue el lugar donde yo me crie tras perder a mis padres en la guerra, lejos, en Artom.

No era un lugar tan horrible, fue ahí dónde conocí a mi mejor amiga; Terra Isvhaniev, una encantadora chica Cyónica de lisos cabellos dorados que brillaban con potencia a la luz del alba. Ella aunque racialmente sea humana, es Cyónica, que quiere decir que tiene un exceso de implantes ciborg. Su caso fue que sobrevivió a un ataque con bombas Y, un gas extremadamente corrosivo. Tuvieron que remplazarle el ojo derecho, el brazo derecho, la pierna izquierda, parte de la columna vertebral y algunos órganos. La llamamos Terry o bien ojos de plomo; debido al color grisáceo de sus pupila y a su ojo metálico. La verdad es que aprecio mucho su compañía en este lugar.

El orfanato Saint Madisson estaba dirigido por dos mujeres, la señorita June y la señorita Hara, dos mujeres relativamente jóvenes que se encomendaron a la caridad ofreciéndose a cuidar hijos de muertos en Saint Madisson, un orfanato perdido en medio de la nada. Despojo de una guerra que todavía tiene cicatrices abiertas en la galaxia.

Como iba diciendo. Era una fría y lluviosa noche de Usten. Pero no era una cualquiera, ya que Terry, me estaba moviendo de un lado a otro de la cama con afán de despertarme, pensé mil cosas, que tal vez quería ir al baño y no se atrevía a ir sola entre otras, pero jamás me imaginé que esa noche empezaría todo esto.