Capítulo 3

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El rizado tardó en procesar y tratar de entender eso un par de minutos. Minutos que se le hicieron eternos a Louis, que estaba sudando frío y temblando por la repentina pregunta.

—Puedo amar a más de una, Lou —dijo, frunciendo el ceño. El ojiazul tragó, conteniéndose para evitar gritar que quería que a él lo amara, que le diera absolutamente todo.

—¿Puedes amarme? —preguntó, sintiendo sus piernas fallar. Harry comprendió, y de pronto le entró un pánico inexplicable. Él quería a Louis, lo quería como a un hermano, como a un muy mejor amigo; pero él le estaba pidiendo algo imposible. Porque, mierda, en realidad no necesitaba explicar en su mente el por qué no podría amarlo como se lo pedía el de ojos azules, brillantes, hermosos... Lo tomó de los temblorosos hombros, pasando sus pulgares por ellos con suavidad. Y sin decir nada, lo acercó a él, dándole un corto beso en cada mejilla, en la comisura de la boca. Subió sus manos para tomarlo de la nuca y conducirlo hacia sus labios, recibiéndolo con cuidado.

El beso fue apenas un leve movimiento de labios, pero eso bastó para que Louis sintiera que todo su mundo se quedaba oscuro y el suave cosquilleo entre ambos era la luz. No podía pensar en otra cosa que se sintiera siquiera la mitad de bien. Esto era como respirar: sencillo, automático, algo que disfrutaba cada vez más.

Harry rompió el beso cuando sintió la urgencia de acercase más, de tener más. Quería sentir mucho más cerca a Louis, abrazarlo fuerte... Seguir con el beso sólo hacía más doloroso no poder dar paso a sus sentimientos. Se separó bruscamente del menor, dejándolo con un una sensación en los labios de haber comido caramelo bañado en miel.

—¡No puede pasar esto, Tomlinson! —casi gritó, dando vueltas en círculos por la cocina— ¡Esto está tan mal!

Sin embargo, Louis sólo podía pensar en lo bien, en qué tan cálido, se había sentido aquella hermosa boca sobre la suya. Rozó sus labios con las yemas de sus deditos, sonriendo. Su nombre gritado lo sacó de su ensueño.

—¡¿Louis, me estás escuchando?! —asintió, queriendo que de nuevo lo abrazara y besara— ¡Esto no puede ser, no puede porque nosotros...! Dios, Louis, ¿qué hemos hecho?

—Hazz... —trató de acercarse de nuevo al rizado, pero éste lo alejó de él de un empujón.

—¡No vuelvas a acercarte a mí! ¡No te quiero volver a tener cerca!

Louis hubiera preferido mil veces que lo quemaran vivo a escuchar eso de Harry. Sus palabras le perforaron el pecho, se le llenaron los ojos de lágrimas y sintió unas ganas irremediables de salir corriendo de ahí, de alejarse para que no viera la desgracia que había ocasionado dentro de él. Se limitó a asentir.

—Y-yo no volveré a... —¿A qué? Se preguntó. Él no había hecho absolutamente nada, Harry había sido el que hizo todo. El que lo había besado, el que lo había alejado y rechazado. Bajó la mirada.

—¡Ahora sal de aquí! —espetó el rizado sin esperar respuesta— Yo termino todo.

Ni siquiera se molestó en oponerse; se sentía demasiado mal como para hacer un vago intento de reclamar. Salió de la cocina con la mirada baja, ignorando a los pocos monjes que estaban despiertos y pasaban a su lado saludando. Sus pies lo llevaron automáticamente al jardín de atrás. Se sentó en una banquita de piedra, y simplemente miró el pasto verde. Las lágrimas comenzaron a salir después de contenerlas por tanto tiempo; primero una, después todo un mar de éstas salían, empapando su rostro. Y pensó que se tardaría más tiempo tratando de limpiarlas todas a que si las dejaba sólo correr.

¿Qué había pasado?

Se preguntaba constantemente, viajando la vista del pasto al cielo, del cielo a los rosales blancos, de los rosales blancos al árbol que daba buena sombra, del árbol al monasterio, y del monasterio de nuevo al pasto. Él de verdad creía que Harry sentía algo por él. Algo mínimo, pero algo. No quería sentirse así de vacío, de triste, de mal. Harry se había dirigido a él como si fuera alguien sucio, sin sentimientos, alguien contaminado; cuando días antes le había dicho que su voz era la más preciosa del mundo. Estaba confundido, y herido. No sólo se sentía triste, también engañado, aunque no tuviera muchas razones. Bien, el rizado jamás le había hablado con un tono que no fuera de amistad, pero a veces de verdad que confundía. No lo quería cerca, nunca le había dicho que se quedara con él. No lo quería cerca, porque no lo quería como Louis lo quería. De una manera extraña, una forma distinta de querer a alguien.

En Nombre de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora