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Capítulo I.

El día anterior a mi cumpleaños había estado tan lleno de medicamentos que en el momento en el que recosté mi cabeza sobre mi almohada, ya muy tarde en la noche, creí que jamás volvería a abrir los ojos.

Lamentable era, sin embargo, que no pudiera sumergirme en un profundo sueño sin necesidad de meterme algo al cuerpo; que recorriera mis venas y detuviera mi corazón lenta, silenciosa e indoloramente.

No me había sentido mal últimamente, pero Sora insistió «es necesario, por tu bien», fue lo que dijo. Suponía que hacía ya bastante tiempo había decidido no pelear con mi hermana.


Me vi de pie completamente desnudo en un lugar que parecía no tener inicio ni fin. Frío y oscuro. En completo silencio.

Levanté mis manos solo para observar los temblores que cada vez se hacían más descontrolados. Mis piernas no tenían fuerza. Me costaba respirar y sentía una presión en el pecho que estuvo a punto de consumirme.

Extrañamente, sentí la necesidad de correr por un camino imposible, sin ninguna salida. Sentí la necesidad de echarme a llorar hasta que alguien inexplicablemente pudiera escuchar mis gritos de desesperación.

Algo me decía que si tropezaba, caería en un irrevocable olvido que me haría pasar la eternidad en el sufrimiento y dolor más horribles que me pudiera imaginar.

Pero en contra de mi voluntad, me encontré corriendo lo más rápido que mis piernas me lo permitían, aferrándome a paredes vaporosas sólo para darme cuenta de que en cualquier momento caería inconsciente al suelo. Aferrándome a algo a lo que sabía que no podía aferrarme.


Me desperté de golpe con un gemido ahogado, lleno de ese pánico que solía invadir mi cuerpo todas las noches desde hacía ya dos semanas.

Mi pecho y frente estaban manchados de sudor y mi respiración era irregular. Sentí una sed bestial, tenía la garganta seca como si hubiera estado gritando hasta desgarrar mi cuerpo.

Tragué saliva mientras cerraba los ojos y trataba de normalizar mi respiración. Con un calor atemorizante recorriéndome el cuerpo me sentí, de alguna manera, parte distante de mi realidad. Mientras mi respiración retomaba su normalidad, mi cuerpo parecía estar en una especie de nube flotante en la oscuridad; me costaba saber si seguía soñando. Sentía ser absorbido por el pánico que se apoderaba de mi mente al pasar torpe y repentinamente a la conciencia después de una pesadilla.

Me di cuenta de que el sol había salido anunciando un nuevo día solo hasta el momento en el que volví a abrir mis ojos, ya mucho más tranquilo.

Posé mi mirada en el reloj a un lado de mi cama. Seguía sin avanzar y sin avisarme la llegada de un nuevo segundo.

Volví a tomar una bocanada de aire y pestañeé lentamente. Pasé mi lengua por mis labios y pude imaginar un chorro de agua fresca resbalar por mi garganta.

Pasé unos minutos más en mi cama antes de levantarme y meterme a la ducha, para enfriarme un poco, y salir a la calle a encontrarme con Donghae. Como ya era costumbre desde que había decidido vivir en el mismo pueblo en el que ahora vivía con mi madre y hermana.

Me encaminé hacía la cafetería C'est la vie, el lugar que habíamos frecuentado desde que llegamos aquí.

Las calles eran silenciosas entradas las siete de la mañana. Apenas el canto de un par de pajarillos y ladridos a lo lejos. Dueños de negocios pequeños que salían a limpiar el pedazo de acera que les pertenecía, el timbre de la bicicleta del repartidor de diarios, y unos cuantos «buenos días» entre vecinos. Entrada la tarde y noche, no solía cambiar mucho. Quizá algunos días en los que se celebraba algún festival y los niños salían a divertirse más de lo normal y a llenar sus bocas con azúcar.

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⏰ Última actualización: Apr 12, 2018 ⏰

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