|| Parte Unica ||

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Lo más fuerte de la casa

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Pueden llamarle de muchas maneras, desde trastorno de personalidad paranoica o simplemente un mal presentimiento.

Pero aquel día prometía ser diferente.

Las calles de Londres, especialmente en aquella área caracterizada por Trafalgar Square (1), por lo general, siempre estaban llenas de personas caminando de un lado a otro, turistas con cámaras fotográficas listas para capturar el ambiente maravilloso del lugar, o bien solamente tratando de conseguir un taxi entre todo el movimiento vivo de la ciudad.

Los cielos, como siempre, grises y con pocos rayos de un sol tratando de dejarse ver entre las pobladas nubes oscuras, las cuales anunciaban lo que probablemente se tornaría en una lluvia casi rutinaria. La lluvia en Londres siempre era demasiado trivial, o al menos para él, que ya tenía viviendo en esa ciudad de colores sobrios y edificios antiguos que prometían esconder secretos detrás de cada calle.

Coloca sus manos dentro de los bolsillos de su gabardina de color grafito, sonriendo levemente y caminando con la cabeza en alto, pasando sus ojos por los ya conocidos caminos que recorría casi a diario para llegar al bar de O'Brien.

Realmente con este clima frio de enero, las calles concurridas y su aliento convirtiéndose en vaho, no había otra cosa que deseara más que sentir la calidez en su garganta, después de un buen whiskey escoces; estar sentado al lado de la chimenea del lugar y esperar ahí hasta la noche, donde probablemente muchas personas llegaran con el pensamiento de tomar un buen trago.

Charles no es una persona que se tome a la ligera encontrar una buena compañía en algún bar.

Detrás de una buena conversación, siempre se encontraba con detalles. Esos detalles eran sumamente interesantes para un observador, y ciertamente Charles se puede considerar como uno. Observador...

Cuando entra al bar se encuentra con el escenario tan familiar que le recibe siempre.

Las paredes de color crema, unas cuantas lámparas colocadas en lugares estratégicos para iluminar lo bastante, mesas por todo el lugar y una barra de un material parecido al mármol, pero que sin embargo no lo es en lo absoluto. Más allá de eso, un hombre mayor le da las espaldas, ordenando las botellas de alcohol en las repisas de vidrio.

No hay nadie más a parte de ellos.

Charles sonríe sin dientes, acercándose a la barra y sentándose silenciosamente en un banquillo.

—Deme lo más fuerte que tengas—su voz es lo suficientemente alta como para llamar la atención del otro, quien se voltea y le mira.

James es, irremediablemente, una persona que de inmediato te deja claro su instinto paternal. Con el cabello de color oscuro con algunas canas peinado hacia atrás, los hoyuelos que se forman en sus mejillas levemente arrugadas, y sus ojos oscuros que forman arrugas en sus comisuras; es fácil imaginarlo rodeado de nietos y al lado de una hermosa esposa cariñosa, o bien, disfrutando su tiempo libre en un parque o plaza, siempre dispuesto a ayudarte a encontrar una calle o guiarte el mismo hacia la atracción turística más cercana.

Sin embargo, que ese señor alegre este detrás de un bar tampoco es imposible.

James sonríe mostrando los dientes, y Charles no puede evitar hacer un movimiento con la mano a modo de saludo.

—¿De nuevo aquí, chico? —pregunta el hombre, girándose y buscando algo en la vitrina. Cuando se gira, coloca el vaso de cristal sobre la barra, vertiendo el contenido de una botella de color ámbar.

Lo más fuerte de la casa || CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora