Capítulo 02: Pastelitos de cereza.

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12:30pm.

¿Sabes esa sensación de que todo el mundo te está mirando? Pues sí. Eso siento justo ahora. Me explico. Estoy en la estación del tren con Bryce. Ella está bien vestida con sus jeans y sus camisas a cuadros de siempre, sus zapatos Converse. Sí, eso. Eso que yo no tengo. Cuando dije que me iba en medias no lo decía a juegos. Yo siempre habla en serio. Pero qué le vamos a hacer. No puedo gritarle a todas esas persona que me dejen de mirar como si fuera algo raro. De hecho, sí, sí puedo. Pero a Bryce no le va a gustar.

— Que ya dejen de verte, me están poníendo más nerviosa de lo que obviamente estoy — se quejó ella, moviéndose de un lado para otro.

— Bryce, deberías calmarte. Ya pronto no vamos. Mamá dijo que su tren llegaba a las 12:55pm. Puede ser que llegue un poco mas temprano — traté de calmarla. Lo que es imposible porque hablamos de Bryce.

— Como sea. Voy por un café. ¿Quieres uno? — preguntó, mirando la pantalla de su celular.

— Sí, un latte con dos de azúcar, como siempre. Y, ¿me traes un pastelito de cerezas? — son mis favoritos. En realidad todo lo que contenga arándanos, fresas, frambuesas y cosas así, lo son.

— Sí, ¿debería traerle algo a él? — su pregunta me tomó de sorpresa. Ella por lo general es tímida y poco amable con las personas que no conoce.
Le dije que hiciera lo que quiera, y luego se marchó.

Cinco minutos después de que se fuera llegó un tren. Yo no sabía quién era el chico, pero mamá dijo que lo identificaría al instante. No sé por qué lo dijo porque yo nunca he visto a la señora Rathbone así que no tenía ninguna pista. Probablemente fuera una señora bajita, canosa y gruñona. Recorrí a todos los pasajeros con la mirada, pero ninguno se me hacía conocido. Opté por algo que veía en las películas. De mi mochila, la cual llevo a todas parte, saqué un marcador y una hoja de papel. Escribí: "Rathbone". La puse arriba de mi cabeza esperando que alguien se me acercara.

La mayoría de las personas que salían del tren eran mayores. Personas que iban y venían en una vida monótona. Se veían cansados y hambrientos.

Como mi cartel no obtenía resultado decidí treparme a una silla para poder ver por encima de la multitud. Al parecer no fue una buena idea, porque la silla estaba rota y caí. Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo de asimilarlo. En un segundo estaba cayendo y en el otro estaba siendo sostenida por unos fuertes brazos masculinos. Su olor a menta me hacía sentir en las nubes. Abrí los ojos lentamente, – los había cerrado cuando caía –, y observé el ángel que me había salvado. O podría decir demonio porque, sinceramente, lucía como uno.

Cuando me bajó pude contemplar todo su ser. Tenía unos ojos azules como el océano, su cabello era negro como la noche y su piel pálida como el papel. Por encima de la ropa podía ver que tenía un cuerpo bien marcado. En la parte izquierda de su cuello pude ver como sobresalía un tatuaje. No pude pasar por desapercibidos sus piecisings: un aro en la nariz y uno en su labio inferior. Era perfecto.

— Lo siento. Yo...um estoy buscando una persona — me sonroje al instante en el que le dirigí la palabra. Yo, Tabata Bower acabo de sonrojarme. Debes de estar bromeando. Pero él tiene algo que me hace sentir débil.

— Por eso me acerqué. Deberías de dejar de ser tan torpe. No se puede ir por ahí cayéndose a cada rato. Eres muy idiota — y el encanto se fue. ¡Odín, ¿por qué lo guapos son tan estúpidos?!

El color carmesí se me fue en un instante de las mejillas. Ahora tenía ganas de golpearlo.

— Oye, chico bonito — hice comillas con mis dedos —,te voy a dejar claro una cosa. No me vuelvas a hablar así, ¿entiendes?— luego caí en cuanta de una cosa. — Mierda. ¿Qué dices que dijiste? — doblé el papel y lo puse en la mochila.

— Que eres muy torpe.

Negué — Eso no. Lo otro.

— Que no te puedes ir cayendo por ahí cada rato.

— No eso, idiota.

— ¡Ah! Que eras idiota— éste niño va a sacar a mi Chucky interno.

— Que no, no estoy para bromas. Lo primero que dijiste.

— Que estaba aquí por el letrero, sorda.—sonrió enseñando sus blancos dientes.— Y para la próxima,  no me violes con la vista.

Mierda. Se había dado de cuenta. ¿Dónde se mete Bryce cuando se le necesita? Y, como si la hubiera invocado,  aparece con una bolsa de papel en la mano derecha y un cartón con tres bebidas humeantes en la izquierda. Perfecto. Tengo poderes mentales. Abrí la boca para responder a su acusación, aunque era completamente cierta, pero Bryce ya había llegado a mi lado.

— Hola. — saludó a...¡no sabía el nombre! Genial.— Aquí está tu latte y tu pastelito de...

— Cereza—completó él. ¿Cómo lo sabía? — Por cierto, me llamo Christian.

— ¿Cómo sabes que es de cereza?— lo miré acusatoriamente. No es fácil oler un pastelito de cereza.

— Tabata, es fácil oler un pastelito de cereza — se entrometió Bryce con una rara sonrisa en la cara.

— No. No lo es. ¿Eres brujo? Por que definitivamente no voy a subir un brujo a mi auto — acusé con el ceño fruncido.

Bryce le dio una mirada a Christian.

— No, no soy brujo. Deja de decir niñerías. Mejor nos vamos.

Hicimos justo lo que él dijo. No porque él lo dijera. Sino porque mis pies se estaban congelando y en serio no era una buena sensación. En el camino me quede pensando sobre él adivinando lo que había en la bolsa. Fue extraño.

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Hasta el próximo capítulo.

Voten. 😉

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⏰ Última actualización: Sep 09, 2017 ⏰

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