Hospital, comida de perro y trabajo.

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Era un grandioso día en San Diego, California. Pájaros cantaban, la brisa era agradable, ¡nada podría mejorar!.. Bueno, eso creía la familia Bennett. O por lo menos uno de ellos.

–¡Papá!

El grito de la mayor de los Bennett resonó por toda su mansión.

–¿Qué hice para merecer esto?–Arthur Bennett murmuró para después bufar.–¿Sí, cariño?–.

Una rubia enfadada entró a su estudio.

–¡Chanel no tiene comida gourmet! ¿Qué hizo para merecer eso?–El tono chillón de su hija le inundó los oídos.–¡Papi, haz algo!–Reclamó mientras sus ojos se aguaban.

–Cariño, yo..

Y de repente, Sophie, su hija, comenzó a llorar descontroladamente, pegando gritos y patadas, mientras reclamaba la comida gourmet de su mascota.

–Su comida se encuentra en la limusina, puedes ir por ella–Su padre rodó los ojos.

El puchero de su hija mayor se hizo presente en su cara maquillada.

–¡Pero, papi! ¡Me acabo de hacer un manicure!

Su padre puso una cara de confusión.

–¿Un qué?–Alzó una ceja.

–¡Un manicure!–Su hija zarandeó sus dedos enfrente de la cara de su padre.

–Ah..

Su progenitor rodó los ojos.

–Está bien.–Accedió mientras suspiraba.

Se levantó de la silla rápidamente, y su espalda hizo un crack.

Se empezó a quejar del dolor que experimentaba.

–Oye, ¿estás bien?–Preguntó Sophie mientras veía como su padre se retorcía de dolor.–Sí, sí estás bien.–Sonrió cínicamente–Le voy a decir a Lupe que lo traiga, ¡te amo, papi!–Salió dando saltitos de la habitación.

–¡Sophie, no! ¡Espera un momento! ¡Ayúdame!

Los gritos de su padre intentando detenerla, no fueron exitosos.

Se arrastró hasta llegar a su escritorio. Alzó una de sus manos, y alcanzó su teléfono, lo acercó a su oreja mientras marcaba.

–¿Hola? ¿Hospital de San Diego, California? ¿Sí? Está bien, creo que me acabo de romper la espalda.




–¡Papi, lo siento mucho!–Sophie lloriqueó en el hombro de su padre, en la recámara del hospital.

–No importa, terrón de azúcar. Los accidentes pasan–Le sonrió dulcemente, para después acariciarle el cabello rubio.

–Si me hubieras dicho que te ayudara, nada de esto hubiera pasado.

Su padre la miró ofendido, y sin creer lo que estaba diciendo Sophie.

–Pero, ¡te grité!–Se levantó de golpe, para después hacer una mueca de dolor, y quejarse.

–Shh, shh, papá. No te levantes–Su hija sonrió con compasión.

Se levantó del asiento, y tomó su bolso, para después revisar la hora en su teléfono–¡Uy, voy tarde!–.

Arthur la miró confundido.

–¿A qué?–Le preguntó con el ceño fruncido.

–¡A la fiesta de Stacy! Matt debería estar esperando afuera, adiós, papi.–Sophie volvió a sonreír cínicamente, para después desaparecer por la puerta de su habitación.

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