–Ah, qué lindo día, ¿no crees, Nick?–Sonrió Sophie mientras observaba el parque.
–Sí, sí, ya lo creo–Nick sostenía a la pequeña perrita de Sophie.–¿Y qué hago? ¿Bajo a Prada?–.
Sophie lo miró ofendida.
–¡Es Chanel! ¡Y sí, bájala! Necesita hacer ejercicio.
Nick rodó los ojos, y murmuró:
–Es lo mismo...
Depositó a la pequeña Yorkshire Terrier con un traje rosa chillón en el suelo, y le puso la correa.
–Ahora, paséala.
Nick la miró sin creerlo. Más, no replicó nada.
Y acató la orden.
Paseó a Chanel por todo el parque, esquina a esquina.
Cuando un perro sale de la nada y tira a Nick al suelo, para luego ir con Chanel.
Los dos caninos ladraron y se acurrucaron.
Nick, cuya nariz sangraba por el impacto, se levantó del suelo.
–¡Rex! ¿Dónde estás, Rex? ¡Perro endemoniado!
Nick se giró a ver a la dueña de la voz, encontrándose a una castaña bajita que perseguía al perro café que acaba de tirarse encima suyo.
–¡Ay, lo siento mucho!
Al verlo, la chica se cubrió las manos con la boca, y apresuró su paso.
–¡Perro malo!–Regañó a su perrito, que lloraba fingidamente.
–No, no importa. Está bien.–Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa.
–Estás sangrando.
Sacó un pañuelo de su pequeña bolsa, y limpió la nariz del chico.
–No hay problema, enserio.
Sonrió mientras la apartaba de su nariz.
–Mi nombre es Nick.
La chica se limitó a sonreír.
–Yo soy Aria.
Los dos sonrieron, cuándo un gritó los espantó.
–¡Nick, te pago para que pasees a Chanel, no para que pierdas el tiempo coqueteando!–Sophie fue enfadada a darle un golpe en la cabeza a Nick, que se quejó.
–¡Hola, mucho gusto! Mi nombre es Aria.
Sophie se volteó a ver a la castaña.
–Soy Sophie Bennett. Adiós–Jaló a Nick de la oreja, mientras Chanel, que ya se había zafado de la correa, la seguía.
–Un café latte cappuccino con calabaza, trozos de manzana, saborizante a plátano, y gotas de vainilla.
Nick observó a Sophie sorprendido.
–¿Cómo demonios recuerdas todo eso?
Sophie se encogió de hombros, para luego recuperar su perfecta postura.
–Es lo que siempre pido. Aprende, plebeyo.
La chica que la atendía se apresuró a anotar, para después salir disparada a la cocina, dónde de seguro entregaría el pedido a quién sea que lo hiciera.
–Bueno, ¿qué haremos después de esto?–Nick le dio un sorbo ruidoso al refresco que Sophie le había comprado para no morir de hidratación.
–Agh, no hagas ese sonido–Sophie tocó sus oídos, reflejando una mueca de dolor.
–Eres buena actriz–Comentó Nick, mientras daba otro sorbo.
–¿De qué hablas? Mis reacciones son completamente naturales.
Nick decidió seguirle el juego, y asintió.
–Respecto a tu pregunta, iremos de compras.
El terror se reflejó en el rostro de Nick.
–No, no, no. ¡Lo que quieras excepto compras!–Rogó, poniéndose de rodillas.
–¡Levántate! ¡La gente nos está mirando!–Sophie le indicó, pero al ver que él no se paraba, accedió.–¡De acuerdo! ¡Pero levántate!–.
Nick sonrió complacido y se acomodó en su lugar.
–Bueno. Iremos a cenar a Grazzelle, el nuevo restaurante de la ciudad.
Nick la miró, confundido.
–Son las cuatro de la tarde. ¿Qué esperas hacer en ese tiempo?
Sophie se encogió de hombros.
–Esperar.
–Espero que a Chanel le gusten los restaurantes italianos.
–Claro, ¿verdad, Chanel?
Sophie se volteó, esperando ver a Chanel a su lado, ladrando de felicidad.
Se sorprendió al ver que no.
–¿Chanel? ¡Chanel!
Gritó espantada al ver a Chanel, a la mitad de la calle, asustada.
–¡Chanel!
Los dos se pararon rápidamente de la mesa, y fueron a buscarla.
–¡Vamos, Nick! ¡Atrápala!
Nick corría detrás de la perrita.
–¡Chanel, vamos! ¡Me conoces!–Resopló en su intento fallido.
Cuándo consiguió atraparla, un auto venía directo a él.
Tenía dos opciones, o saltaba, se lastimaba, y sobrevivía.
O probablemente terminara con una contusión cerebral.
Optó por la primera, salvar su vida.
Se lanzó al pavimento duro.
Se quejó.
Escuchó un grito, y abrió los ojos.
–¡Chanel, Chanel!
Ah, no podía esperar nada más de su jefa.
Extendió a la perrita que temblaba en sus manos a Sophie, y ella la apretujó muy fuerte.
–¡Me espantaste! ¡Creí que tu manicure se iba a dañar!
Nick bufó exasperado.–¡Estoy harto!–Exclamó mientras se levantaba.–Descansa Sophie.
Y se retiró cojeando, ante la mirada sorprendida de la rubia.
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Superficial.
RomanceQué si este bolso este bolso es demasiado vintage, que si este carmín es demasiado rojo... ¡Me tienes harto! ¿Es que sólo sabes hablar de eso? Siento comunicarte que eso no es lo más importante en la vida y que no todo es perfecto. Bienvenida al mun...