Por amor a la muerte

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Choi Seung Hyun era un reconocido pintor. Pintaba lo que sentía y lo que veía, y lo combinaba logrando así una única mezcla detonante de emociones y sensaciones crudas.

Pintar era su vida, una vida que él no había escogido pero que Dios se lo había encomendado, y sin embargo no podía dar queja alguna. Seung Hyun vino al mundo con un cuerpo descompuesto, o al menos eso es lo que siempre decía, pues el pobre hombre había nacido paralítico y lleno de enfermedades crónicas.

Cuanto más se enfermaba, más su talento para la pintura aumentaba.

El dolor de las cirugías y los "infalibles" remedios experimentales de aquella época sólo hacían que la pasión en su sangre creciera cual fuego ante hojas secas, y lo demostraba en su arte, consiguiendo vender pinturas valuadas en millones de dólares alrededor del mundo. 

Tener una pieza artística del pintor Choi Seung Hyun, en el siglo diecinueve, significaba que pertenecías a la alta élite social. No todos podían costearlas.

El artista tenía un cuarto especial en su enorme mansión, donde la pasión en sus manos tomaba forma mediante pinceles y lienzos amplios. A veces hacía pinturas tan alegres que él mismo se privaba de la risa y otras veces pinturas tan dolorosas y tristes que cualquier persona que pudiera verlas caería en una terrible depresión sin fondo. Pinturas tan deprimentes que causarían un suicidio masivo, es por eso que esas piezas no las vendía ni las mostraba en sus tantas exposiciones de arte.

Pero ahí no terminaban todas sus pinturas, Seung Hyun también pintaba un ángel. Y no cualquier ángel sacado de su ilimitada imaginación, sino un ángel excepcional... uno real.

Seung Hyun comenzó a ver a este ángel cuando era un jovenzuelo de dieciséis años, entre hospitales y hoteles, el ángel se aparecía en cada uno de sus sueños, molestándolo con su belleza.

Así había avanzado el tiempo y los años, y aquel ángel abandonó sus sueños para surgir a la realidad, había roto y destrozado toda ley de metafísica. Mientras despertaba, lo veía. Mientras comía, lo veía. Mientras gritaba de dolor, lo veía. Mientras lloraba, lo veía.

Sus apariciones eran esporádicas, siempre en las esquinas, ocultado entre las sombras y mirándole con sigilo y misterio.

Seung Hyun lo divulgó ante todos, clamaba y clamaba que un ángel le perseguía. Hablaba sobre él, pintaba sobre él, escribía sobre él.

Sin embargo, nadie le creyó. Lo amarraron y lo empujaron hacia un cuarto acolchonado, echándole en cara que era para su bienestar mental, que eso le haría bien. Los doctores le dijeron que todas esas imágenes eran sólo parte de su enorme imaginación, impulsada por las grandes cantidades de morfina que consumía para el dolor.

Pero Seung Hyun sabía lo que pasaba, lo habían tomado como un loco y lo habían encerrado en uno de esos famosos manicomios que estaban poniéndose de moda en los últimos años.

Él no estaba loco.

Él sólo era especial.

Los humanos le tenían envidia, pensaba, envidia porque él podía ver más allá de lo terrenal incluso si era paralítico.

No podía estar mucho tiempo en ese lugar, era joven y las ideas le llovían cual torrencial en potencia, debía pintar en cuanto antes. Pintar era una necesidad para Seung Hyun.

Así que comenzó a fingir que ya no veía a tal bonito ángel. Comenzó a comportarse como un mundano más, y hacerles creer a todos que el grandioso pintor volvía a estar sano. Cuerdo.

Los años pasaban y Seung Hyun lo veía con más frecuencia. El ángel nunca había mostrado sus alas, pero su deslumbrante aura que le rodeaba indicaba completamente que era uno. Había intentado hablar con él muchas veces, pero el bonito ángel simplemente no producía ni un ruido.

Por amor a la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora