Llévensela

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Priyanka apoyó su cabeza en la ventana del ómnibus, nerviosa, se sentía aprisionada y temerosa.

—No sé si quiero hacer esto.

—Lo haremos, Pri. —Aquella fue una de las pocas veces que él la llamaba con un sobrenombre y desde ese momento se calmó, sintió confianza, porque supo que lo hacía para protegerla.

El chofer les lanzó una mirada fría que pretendió calmarlos.

Priyanka abrazó a Bürki y lo besó, fue un beso con desesperación, pero no porque fuera pasional sino por la desesperación de no perderlo. No sabían qué iba a suceder cuando llegaran a la frontera con la armada pakistaní controlando la aduana.

Poco más de una hora faltaba para llegar a ese momento y pasó como en cámara lenta, elevando los niveles de ansiedad hasta el punto de que la mujer ya no sabía de qué otra forma sentarse.

Llegado el momento la mujer acomodó su hiyab y sostuvo el bolso fuertemente contra su cadera.
Los militares pakistaníes subieron al ómnibus y la mujer evitó hacer contacto visual con cualquiera de ellos, posteriormente los hicieron bajar del vehículo y poner en fila mirando hacia el frente, Bürki tomó la mano de la mujer y por aquel simple acto un militar la tomó fuertemente del brazo y la subió a la camioneta en lo que la mujer se resistía buscando caer al suelo, y su pareja era retenida por otros dos soldados.

Y se separaron,

y no se supo dónde terminaron.

Bürki siguió forzado su camino hacia la India, sin saber a dónde iría Priyanka, pensando en lo peor y esperando lo mejor, sin poder hacer nada al respecto.
Siguió su camino hacia la India en completo silencio, totalmente solo sin nadie a su lado, anhelaba que ella estuviera bien como la mujer fuerte que es, pero internamente sabía que eso era demasiado hasta para ella.

Pasaron largas horas, Bürki nunca supo del paradero de Priyanka, y la preocupación aumentaba con el paso de los segundos.
Llegó a la India casi a medianoche, parecía una ciudad fantasma, las personas tiradas a un costado de la calle esperando una muerte eternizada, otras más afortunadas vivían en casas precarias con unas nulas condiciones de higiene que superaban lo inhumano.
Pisó Bombay cerca de las ocho de la mañana, apenas si había alcanzado dormir unos minutos, se sentía devastado.

Bombay era donde se casarían, desde que ese pensamiento se cruzó por su cabeza, la ciudad se tornó melancólica. Cada sonrisa, cada pérdida, cada triunfo, cada noche, cada ayuda, cada lágrima; todo pasó por su mente en cuestión de segundos.

Aturdido, abrumado, contó los dólares que le quedaban, ella tenía el resto.

Debía tomar una decisión, podría quedarse ahí unas semanas gastando solo lo indispensable o podía seguir su camino hacia Alemania, donde sabía que había personas dispuestas a ayudarlo, pero la esperanza de que Priyanka apareciera en algún momento era mayor que sus ganas de una vida cómoda.

Pidió indicaciones para llegar al consulado Pakistaní, la quiso reportar como perdida, pero sabía que si contaba la verdad le darían la razón a cualquiera menos a él, y todo quedaría igual o incluso podría empeorar la situación. Se detuvo a mitad de camino y volvió hacia atrás, vagando como alma en pena.

¿Qué diría Dios? Por el derrumbe de un sueño.

Bürki tuvo miedo, de estar a la deriva del destino, miedo de correr, de huir. Miedo de dejarla, miedo de seguir adelante, miedo de verla un día y que ella le recrimine haberla abandonado.

"No la abandoné" se repitió por tercera vez, debía autoconvencerse de que había hecho todo lo que pudo para impedir que se la llevaran, pero sabía muy internamente que eso no fue así, que algo dentro de él quería que se la llevaran.

Retornar de lo irretornable |Roman BürkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora