BULLYING

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Durante años, los nerds han vivido marginados en un mundo de constantes depresiones, humillaciones y golpizas. Siempre bajo la sombra de los bravucones, los nerds han aprendido a sobrevivir en un mundo hostil y despiadado, presas de las bromas pesadas... degradados por las burlas.

En cierto nivel, todos tenemos a un bravucón en nuestro interior que sale sin darnos siquiera cuenta ¿ya has identificado al tuyo? seguro que si y eso no te molesta. A todos nos gusta ser bravucones pero nadie quiere ser un nerd, ese individuo débil y raquítico al que todos tratan como basura, como un guiñapo, riéndose y escupiendo en su cara... pero bajo su piel pálida los nerds son personas con sentimientos y añoran algún día ser parte de nuestra sociedad bravucona.

¿Ahora entiendes por qué leen tantas historietas de superhéroes? ¿Por qué Startreck y Star Wars son sus pelis favoritas? Si aún no puedes captarlo (porque seguro tu espíritu malandrín te indica que lo ignores) ellos adoran a los superhéroes porque piensan que algún día, Batman o Superman, llegará a su rescate y les dará su merecido a aquellos malhechores; tal vez les hagan calzón chino mientras ellos los golpean como sacos de box para que no vuelvan a molestarlos, o tal vez simplemente sean desintegrados por un rayo de plasma procedente de una nave espacial o partidos a la mitad por una espada de luz. Al fin de cuentas se vale soñar, ¿no?, pero eso no sucederá, no ha pasado antes y no pasará nunca.

Debo advertirlos que, aunque todo lo que he dicho antes tiene algo de certeza y sea necesario mencionarlo, mi objetivo no es darles un sermón sobre lo bueno y lo malo sino contar la historia de una tragedia que derivó en venganza, en muertes, en sangre y tripas. Como ya he dicho, los nerds han aprendido a sobrevivir ante tanta adversidad pero, de vez en cuando, un niño muere a causa de ese fenómeno de maltrato físico y psicológico al que las personas osan llamar... bullying. El pequeño Tyler fue víctima de ese mal.

Bueno, ya he llegado hasta donde quería llegar, o sea, la muerte de Tyler. Lo que leerán ahora son los hechos tal y como sucedieron. ¿Estás preparado(a) para esta historia? te advierto que podrías tener pesadillas o peor aún, tendrás que limpiar el piso después de la tremenda vomitada que te mandarás; así que, si no crees resistir, mejor dirige tu cursor hacia la equis que se encuentra en la parte superior derecha de tu ventana y pulsa el botón izquierdo para cerrarla antes de que sea demasiado tarde.

Sé que todas las historias tienen un inicio y ésta comenzó un veintiséis de octubre. Aquel día, el pequeño Tyler se levantó temprano ( como era costumbre),se colocó sus enormes lentes de nerd que siempre dejaba al lado de la lámpara del buró, sacó la caja que se encontraba bajo su cama, la abrió y tomó uno de sus más preciados tesoros, la edición número uno de Spider-Man. A él le gustaba soñar que tenía superpoderes, que podía escalar paredes, volar y hacer todo lo que sus héroes de cómics. Pasaba horas leyendo o investigando sobre superhéroes y, de vez en cuando, perdía la noción del tiempo y su madre tenía que tocar a la puerta y advertirle que perdería el autobús escolar o que era la hora de la cena o cosas así. Tyler estaba tan entretenido con el comic que no quería ir a la escuela para ser nuevamente objeto de burlas y maltratos. Él tenía un terrible miedo por esos niños que lo molestaban en el camino. Había perdido el interés por el mundo exterior y sólo existía el mundo de los cómics; pero su madre, ingenua de lo que le pasaba a su hijo, nuevamente lo sacaba de su burbuja con la noticia de que el autobús escolar que tanto terror le provocaba estaba por llegar.

Se encontraba tan resignado a que las cosas nunca cambiarían que siempre obedecía los mandatos de su madre pues, cuando se decidía a romper el silencio y contar lo que sucedía en el vehículo aquel, lo único que recibía como respuesta era un "tienes que aprender a defenderte" o "no deberías de buscar problemas con esos chicos", pero lo que su madre no entendía es que cuando trataba de defenderse era cuando más mal le iba. En ocasiones le dejaban terribles moretones que tardaban días en sanar, pero él los escondía por miedo a que su padre le regañara.

Nadie sabía que ese día sería muy diferente a los demás. El pobre chico hizo lo que tenía que hacer; bajó de la cama, se aseó, se vistió, preparó su mochila, desayunó un emparedado con jugo de naranja, tomó su almuerzo y partió a la parada. Después de estar esperando unos cuatro o cinco minutos, a lo lejos, logro divisar al terror de sus terrores que se acercaba lentamente, con los torturadores gritando y riendo como pequeños demonios maldosos. Tal vez esos niños malvados no eran los culpables de su perversidad, tal vez este mundo podrido los volvió así o simplemente tuvieron la mala fortuna de nacer en un hogar sin valores ni responsabilidades. Sea como fuese, Tyler estaba a punto de ser nuevamente golpeado y humillado como siempre.

El sonido del camión al frenar se escuchó en la parada donde el debilucho Tyler se encontraba solo. La puerta del monstro amarillo se abrió mientras aquel niño se encontraba pensando si subiría o mejor debería irse caminando, pero la escuela quedaba muy lejos y, al fin de cuentas, ya estaba acostumbrado al ritual del cual era objeto... al bullying. Agacho la cabeza y subió los dos escalones al mismo tiempo que la puerta se cerraba detrás y el conductor arrancaba mirándolo con desdeño. Caminó por el pacillo con pasos muy cortos sin subir la mirada, buscando de reojo un lugar libre donde sentarse mientras los otros niños no se molestaban siquiera en mirarlo, todos en sus mundos, todos jugando y manoteándose, o tirando papeles envueltos a los que se encontraban atrás; como un reclusorio sobre ruedas, como un manicomio infantil. Al fondo, se encontraban los tres bravucones de la escuela. Martine, el más grande y obeso de los tres, encontrábase sentado en el último asiento de la izquierda; Carlos, de ascendencia latina, era delgado y acostumbraba sentarse sobre el respaldo; y Codie, el líder de cabello largo, rubio y muy pecoso, estaba molestando a otro niño que se encontraba enfrente de él.

En el momento en que T. estaba a punto de sentarse, Codie lo detuvo diciendo <<ese es mi lugar, cabeza de salmón>>, dándole un fuerte empujón y enviandolo de bruces al piso. Mientras se levantaba, los otros niños lo miraban soltando unas pequeñas risitas en tono burlón pero que no causaban en él la más mínima exasperación. El feo niño abrió su labios similares a los del pez sólo para decir << perdón, no era mi intención>> provocando la risa de Codie quien le dio un fuerte golpe en el brazo he hizo callarlo de inmediato. El único espacio que quedaba libre, para su mala fortuna, estaba justo al lado de Carlos quien, al igual que Martine, fueron dándole tremendos zapes durante el resto del viaje.

Cuando el autobús hubo llegado al estacionamiento escolar, todos los niños comenzaron a bajar rápidamente menos Tyler, quien siempre se quedaba hasta lo último. El tramo hasta la entrada era de unos veinticinco metros. Dentro de la escuela, los estudiantes corrían y habloteaban por todo el largo pasillo hasta llegar a la pared del fondo, donde se dividía en otros dos corredores igualmente muy largos. Hacia la izquierda, a unos cuarenta metros, esta la escalera para ir al segundo nivel; y hacia la derecha, a una distancia más o menos igual, hayabanse los baños. En el nivel inferior habían ocho salones, una biblioteca y un pequeño comedor; en el superior, otros catorce salones que hacían un total de veintidos aulas. Tyler llevaba sus clases en el nivel inferior. La chicharra sonó puntualmente a las ocho (como siempre) y fué entonces que los corredores quedaron completamente vacíos pues todos encontrábanse ya en sus aulas con sus respectivos maestros, dispuestos a aprender y ansiosos de conocimiento, ¡si, como no!.

Las horas Iván y venían en la escuela, mismas que T. usaba para mirar por la ventana, pensando en los superhéroes, en los comics y resolviendo problemas de aritmética. De vez en cuando volteaba hacia su derecha y daba un vistazo a lo que hacía Sindy, la linda y tierna chicha que tanto le gustaba pero que nunca lo miraría. En su mente creía que era demasiado feo para gustarle a una chica y eso lo ponía aún más triste. La vida miserable que llevaba aquel muchacho le provoca un terrible odio hacia la humanidad y, muy en especial, hacia esos tres bravucones que siempre lo molestaban, pero todo se olvidaba sólo con mirarla a ella, a la dulce y bella Sindy. Esta era la vida de Tyler; dolorosa, triste, llena de rencores y de un amor imposible, sin embargo lo más terrible estaba por llegar.

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