Capitulo 2: Acostumbrándome a mi nueva vida

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Cerca de algunos días después de aquello pude terminar de arreglar algunas cosas en casa como de incluyendo mi habitación, y de buscarle un espacio a cada una de aquellas cosas que estaban regadas por todos lados después de la mudanza, el trabajo aún no había terminado pues aún me faltaba pintar las paredes, y buscarle una solución al techo del ático, ya que la madera estaba totalmente desgastada por el paso de los años.

El dueño de la ferretería me había mencionado que un nuevo trabajador vendría para reemplazar al hombre que se encargaba de las reparaciones, asi que me sugirió pasar aquel mismo martes por la tarde para que pudiera ayudarme con el trabajo, así que opte por aquella opción y me dirige aquel mismo día a la ferretería.

Llegue aquel sitio buscando al dueño del lugar pero el la puerta estaba cerrada y parecía que no había nadie allí dentro.

—Demonios, esto es lo único que podría pasarme —bufe porque aquello de la mala suerte era algo que ya venía conmigo.

Le di la vuelta al lugar tratando de encontrarme con alguien pero antes de siquiera regresarme de nuevo a casa escuche una voz masculina a mis espaldas.

—Hola, ¿buscabas acaso al dueño?

No sabía porque aquella voz se me hacía tan familiar, la había escuchado antes pero no recordaba dónde, ni cuando.

—Así es —me gire para verlo. Era alto, sus cabellos eran de un color rubio o quizás miel y sus ojos..., tenía unos preciosos ojos entre cafés y mieles, muy varonil y atractivo a decir verdad—. Pero veo que hoy no hay servicio —termine de decirle.

—Eres la chica que se mudó a la vieja casa junto a la esquina, ¿verdad?

—Sí, ¿cómo lo sabes?

—Te vi la otra vez conversando con el dueño del lugar, necesitabas alguien que te ayudase con algún asunto de tu casa.

—Sí, he venido aquí por eso, pero una vez más tendré que posponer todo.

—Si no te molesta. Yo puedo ayudarte, se mucho de construcción y esas cosas.

¿De dónde había salido este hombre? No iba a confiar en apenas un desconocido. Había visto muchos documentales en mi vida y estaba lo suficiente traumada con aquello para aceptar ayuda de extraños lindos y gentiles.

—No lo sé, no me gusta confiar en gente extraña. Lamento si sueno grosera.

Él dibujo una sonrisa en sus labios.

—No, está bien. No hay problema. También desconfiaría de alguien que recién se me aparece. Soy John —estrecho su mano con la mía.

—Susan —le devolví el saludo.

—Susan, es un bonito nombre, mira conozco al dueño de la ferretería, he venido en varias oportunidades y te puede asegurar que soy de entera confianza, se de planos y remodelaciones, estudié arquitectura.

—Creo que esperare al dueño John, eres muy amable por ofrecerme tu ayuda pero...

—No te cobraré. No me importa que me pagues, no lo es necesario.

—¿Sabes? Esa es una de las principales razones por las que no debería confiar en extraños, ¿por qué me ofreces trabajar gratis en mi casa? Lo siento pero suena extraño.

—Si sé que lo suena. Pero llegué hace no mucho de otro lugar, y no puedo quedarme en hoteles porque están muy lejos de la zona. Veras, me mudaré a una casa nueva que recién compre, pero estoy supervisando que terminen el trabajo. Busco un lugar donde quedarme por al menos un mes.

—Un mes, solo eso. Treinta días solamente.

—¿Qué quieres a cambio de trabajar gratis en mi casa?

30 DÍAS DE MATRIMONIO (Editandose)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora