Todos los lunes Michael entra con un color de cabello diferente. Es el perfecto estilo de bad boy que todos en el instituto admiran.
Pero aquél lunes algo cambió; Michael entró con el mismo tinte de cabello: azul. El color ya lucía algo gastado.
Ese día no entró con su típica sonrisa ladeada, aquella que te hacía saber cuánta confianza en sí mismo, o bueno, al menos eso aparentaba.
Su cabeza estaba gacha y lucía muy serio, nadie se molestaba en disimular sus miradas hacia él. En cada pasillo se podía escuchar murmullos sobre aquél chico de último año.