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Al ver la finca extenderse ante nuestros ojos, me llene de alegría. No es muy grande ni lujosa, pero me gusta todo lo que hay en ella.

Me gusta él granero con sus dulces aromas. Me gustan los mujidos de las vacas que se escuchan a lo lejos, cuando sale. A pastar. Me gusta observar los altos tallos de maíz, cúando se mecen todos en el viento.

Cursi, ¿no?
También me gustan los cuentos de espantos, que nos narra él abuelo kurt por las noches frente a la chimenea. También que incluir los pancakes con chocolate de la abuela miriam. Son tan deliciosos, que aveces sueño con ellos cuando regreso a casa en la ciudad. También me gustan las caras de felicidad que ponen los abuelos cuando corremos a saludarnos.

Por supuesto fui la primera en bajarme de la camioneta. Mark bajo tan lento como de costumbre. Corrí hasta la entrada posterior de la casa grande y vieja. No podía esperar para ver a mis abuelos

La abuela se acercó zarandeándose, con los brazos abiertos. La puerta se cerro de golpe tras ella. Luego vi al abuelo kurt abrirla y salir rápido.

Su cojera estaba peor. Lo note inmediatamente. Se inclino sosteniéndose sobre un bastón blanco. Nunca había necesitado uno.

No tuve tiempo de Pensar en eso. Cuando nos asfixiaron con sus abrazos.

Escalofrìos: El Espantapájaros Ronda A Media Noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora