Llamó Lang al lobo que había encontrado cazando a las orillas del bosque; probablemente por sus grandes y poderosos colmillos.
Llamó Vogel al ave que había encontrado cantando cerca de una charca; el hermoso tono de su voz le recordaba la belleza que la naturaleza brindaba.
Lang y Vogel vagaron por el bosque como humanos, desnudos, confundidos, sin sus aptitudes usuales. Primero, se arrastraron; después, como bebés que aprenden a usar sus piernas; gatearon. Ninguno conocía la capacidad de su nuevo cuerpo, y estaban tan asustados como cualquier ser lo estaría, si de repente se encontrara en una situación semejante.
Vogel descubrió lo frustrante que era no poder volar y esconderse en un pequeño hueco de un árbol o entre las ramas. Trepar no era una opción que conociera, pues ni siquiera sabía usar las manos. Además, se sentía desprotegido por el dolor en sus pies, que constantemente eran lastimados por piedras o pequeñas ramas. Peor aún, ¿qué pasaría si un halcón lo atacaba? Fácilmente podría devorarlo, ya que no podía volar. Además su cuerpo le parecía pesado. Estaba indefenso.
Más listo que la avecilla, Lang reconoció su reflejo en el agua. O lo que creía era él en su nueva forma. Encontró dificultad para asimilarla como propia. Para empezar, tenía muy poco pelo, por lo que sentía el frío matutino del bosque a causa de la lluvia. Su visión se había ampliado a la lejanía, aunque se había deteriorado y volvía difusa al borde del horizonte. Para empeorar todo, casi no oía ni olía nada. Todos los sonidos que reconocía con facilidad, los olores, eran tan tenues e inexistentes... Era una joda.
A Fanfarian le encantó el pensamiento cínico y sagaz del lobo.
Como buen cazador, Lang empezó a adaptarse rápidamente a su nuevo cuerpo. Primero, reconoció y usó sus manos. Dedos largos y fuerte que le permitían agarrar, jalar y romper. Pararse en dos patas, se le hizo mucho más difícil. Aunque había visto junto a su manada algunos humanos hacerlo, por lo que pronto descubrió que era mucho más cómodo erguirse en dos que quedar en cuatro. Claro que no estuvo excento a las dificultades para dominar el equilibrio, poco acostumbrado a apoyar todo su peso en solo dos extremidades.
-No te inclines, solo apoya firmemente el peso en tus dos pies -dijo Fanfarian, mirando a Lang desde la rama de un árbol.
Era un mago de apariencia andrógina. Aunque hablar de andrógino era algo superlativo, ya que el lobo no distinguía hombres de mujeres.
-Un gusto, Lang. -Sonrió e hizo una cortés inclinación con la pierna cruzada y la mano en el pecho-. Yo soy Fanfarian, el gran Mago del Mundo Desconocido.
Lang miró al humano. Era extraño, pero estaba entendiendo lo que decía.
El mago sonrió con autosuficiencia. -Puedes entenderme, porque al darte un nombre mágico, te he dado acceso a conceptos humanos -le explicó. Amplió su sonrisa y clavó sus azules ojos en él-. Claro que estos conceptos solo serán entendidos en su totalidad, si pones de tu parte.
Llegado a ese punto, Lang no entendió al mago. Si estaba en lo correcto, se había perdido en los conceptos que le decia.
-Bueno, tampoco importa si entiendes o no -dijo Fanfarian, en tono indiferente-. Lo que ahora importa es ir por tu otro compañero de aventura.
Lang no supo por qué, pero sus extremidades inferiores siguieron al mago. No había pensando en hacerlo, solo se habían movido por su cuenta. De repente, supo que a esas extremidades se les conocía como piernas.
Llegaron a un río, donde otro humano estaba acuclillado a la orilla, mirando su reflejo. Tenía unos colores extraños en la cabeza: azules, verde y morados. Lang tardó unos segundos en reconocer aquello como el cabello del humano. Es cierto, él también tenía un cabello, pero era oscuro como su pelaje.
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Fanfarian: El Ave y el Lobo
FantasyAmbos animales vivían en el mismo bosque. Eran buenos sobreviviendo, y en la naturaleza no se necesitaba de nada más. El lobo, de pelaje oscuro y ojos amarillos, era el mejor cazador en su manada. Era un macho Beta, que podía derrumbar él solo a un...