Remember.

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                                                           PRÓLOGO.

El cuerpo del joven sudaba hasta en los sitios más profundos. Había tomado la decisión que tanto tiempo había sido motivo de sus insomios, que no lo dejaba pensar con claridez y que, de vez en cuando, tanto le asustaba. Sus largas piernas no cesaban de moverse por la habitación iluminada por la luz de las velas rojas decorando la mesa. ¿Estaría en lo correcto? ¿Estaba totalmente seguro de que era con ella con quién quería compartir el resto de su vida? Sí, afirmó con su cabeza. Ella era la chica por la que estaba dispuesto a arriesgarse.

— Abby, yo... tengo algo que decirte... — comenzó a hablar, con cierto tono inseguro. Rápidamente aclaró su garganta, no quería que ella captara cuan nervioso estaba en realidad. — Supongo que te preguntarás el por qué de esta cena, y...

— Harry, ¿qué ocurre? — le cortó dulcemente la morena, agarrando las manos de su chico, sin apartar su mirada de la suya por un instante. — Vamos, dime.

Tragó saliva, y pensó que ya estaba listo para soltarlo. Era ahora o nunca. Porque el valor que había reunido durante días amenazaba con escaparse y no volver por un largo período de tiempo perjudicial.

— Escucha — comenzó a removerse dentro de su asiento, palpando por su elegante chaqueta gris hasta dar con la diminuta cajita, por un momento llegó a pensar que la había olvidado, pero gracias a Dios la tenía consigo. — He estado reflexionando y pensando todo este tiempo que llevamos juntos, y espero haber tomado la decisión correcta — hace una breve pausa. La curiosidad invade el cuerpo de la chica, se muere por saber a que venía tanto misterio. Harry mete una de sus manos dentro del bolsillo interior de su chaqueta y extrae la cajita hacía el exterior con sus dos manos. Los ojos de la chica comienzan a dilatarse por la emoción y el regocijo que la recorren, jamás pensó que él sería capaz de dar aquel enorme paso en su relación. Le estaba pidiendo matrimonio, y ella encantada aceptaría. — ¿Te gustaría casarte conmigo?

 La morena saltó de su asiento, y corrió hasta él para abrazarlo fuertemente. Tanto él como ella dejaban ver una perfecta línea de dientes con sus enormes sonrisas.

— Sí, Harry, claro que acepto — susurró muy cerca de sus labios, enganchada de su cuello. Él sonrió y lentamente iba acercando su rostro al de ella, sus intenciones eran más que sabidas y la chica deseaba con todas sus fuerzas que sus labios conectaran con los suyos.

Él rizado también deseaba sentir sus labios rosados rozando y acariciando los suyos, mientras que sus lenguas se entrelazan y bailan al compás dentro de sus bocas. Se impulsó, y el pequeño espacio, de nisiquiera centimentros, quedó cerrado y sellado por un inolvidable beso.

Dos horas después, el chico conducía su costoso deportivo en dirección al apartamento de Abby. Querían pasar la noche juntos, sí, pero el itinerario de la chica no se lo permitía, ya que a la mañana siguiente tenía que estar presente en una entrevista de trabajo que la mantendría cerca de lo que más amaba, aparte de Harry, su prometido: escribir. Contactos cercanos a su tío le habían ayudado a encontrar un hueco entre uno de los periódicos más leídos de la ciudad. Honestamente, su vida era perfecta. Estaba contenta con cada una de las elecciones que había tomado, y no se arrepentía ni un momento de ninguna.

Sobre la carretera se cernía la oscuridad de la noche, tan solo la luz que desprendían la redonda luna y los focos del coche, dejaban ver con poca claridad, el frente de la carretera por la que circulaban. Una carretera tranquila, en la que a cierta hora, se sentía sola y apacible, ya que ningún coche solía pasar por allí, por aquella zona alejada del centro, y más cercana a la paz del bosque y el río.

Sin saber porqué, un escalofrío recorrió el cuerpo de la chica, desde los vellos del cuello, hasta la punta de los pies, haciendo que se estremeciera. Se acomodó sobre el asiento, fijando sus ojos sobre las figuras de los árboles que parecían correr a gran velocidad a su lado. Cuanto más se fijaba, más sombras extrañas veía correr entre ellos, pero estaba segura que era a causa de la velocidad a la que iban, y su imaginación.

 Hey cielo, estás muy callada. ¿Ocurre algo? — el silencio quedó roto por la grave y ronca voz que siempre acompañaban a Harry. La chica apartó su vista de la ventanilla, para fijarla en la del rizado, le sonrió, moviendo su cabeza hacia ambos lados. 

— No te preocupes, no es nada. Solo cansancio — contestó Abby casi en un murmullo. — Mañana toca madrugar... Ya sabes lo mucho que odio madrugar — intentó quitarle importancia con una cálida y falsa risa. Realmente aquella sensación la estaba matando. No sabía el cómo, ni el porqué, pero algo iba mal y no le dejaban aprovechar con tranquilidad las pocas horas que le quedaban junto a su querido prometido. 

— Y sé lo mucho que odias comer sola. Por eso he pensado que podríamos hacerlo juntos. Tengo todo la hora del almuerzo libre — prosiguió hablando, con el mismo dulce tono de voz el rizado. — ¿Qué me dices de un...

Luces a una velocidad cegadora hicieron callar al chico antes de que pudiera pronunciar ni siquiera unas sílabas. Un grito ahogado se escapó de la garganta de la chica, y el pánico invadió ambos cuerpos de la pareja. En un simple pestañeo, se vieron colapsando contra la camioneta que se dirigía en dirección a ellos. Las manos del chico no fueron lo suficiente rápidas como para poder llevar a cabo cualquier maniobra que los salvara, todo ocurrió tan rápido que en segundos se vieron girando y volcando. Los cristales del coche desaparecieron en pequeños trozos, dispersandose por el desastroso interior y sobre sus cuerpos malheridos por los golpes. Harry aún podía sentir como sus pulmones luchaban por mantenerlo aún con vida. Y pequeños cristales se habían incrustrados sobre su varonil rostro y otras partes de su cuerpo. Entreabrió sus ojos, y todo volvió en sí. Él estaba vivo, él había salido de aquel horrible e inesperdado accidente, provocado por un idiota sin uso de razón sobre el volante. Pero no era el momento más oportuno para maldecir al causante de tal acto irracional. Tenía que recordar, recordar que alguien le acompañaba. ¡Abby!

Su cuerpo descansaba inconsciente en los asiento traseros. Su delicada cara se había convertido en el puro reflejo de los golpes que había sufrido, decorada por varias marcas de sangre. Desesperado, Harry comenzó a deslizarse dificultosamente hasta llegar a ella, agarrando con cuidado su rostro entre sus fuertes, pero ahora temblorosas manos.

— ¡Abby! Abby, cariño, ¿me oyes? Por favor, dime que me oyes — inició una serie de palmadas suaves sobre su cara, con la esperanza de que volviera con él. — Abby, no... por favor, no... — sus verdes pupilas comenzaron ver todo su alrededor borroso y pronto sus ojos se encontraban ahogados en lágrimas. Arrimó la cabeza de la chica sobre su hombro, estrechándola fuertemente contra él, como si aquello pudiera revivirla. Pero ninguna señal de vida fue producida por la morena. Ni siquiera su pecho mostraba que sus pulmones continuaban funcionando. Nada de ella parecía seguir allí, y Harry se negaba a aceptarlo.

El miedo de que lo que alguna vez exisitió, despareciera en el vacío del olvido, se adueñaba de él y las pocas fuerzas que aún mantenía a su lado.

No me dejes... por favor. — Susurró su ronca voz. — No ahora.

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