Capítulo 06: "Dentro de mis planes no está rendirme."

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Sentía un enorme cosquilleo por todo mi estómago, como si miles de mariposas estuvieran festejando dentro él. Dudaba entre colocar o no mi mano sobre aquel pomo, y abrir la enorme puerta de madera que nos separaba.

Impulsos desconocidos provocaron que mis dedos se deslizaran por el metálico picaporte dorado, empujándolo hacía abajo, y así, quebrar la diminuta distancia que nos impedía vernos cara a cara.

Tímidamente, asomé mi cabeza por la puerta, ocultando parte de mi cuerpo. La verdad es que no esperaba visita en absoluto, y por lo tanto, no me había esforzado en arreglarme, ya que pensaba pasar la tarde en casa, sin compañía.

Sus manos estaban dentro de los bolsillos de sus vaqueros, esperando a que alguien respondiera ante su posterior toque.

— H-Hola... — Murmuré, clavando mis ojos en la madera del suelo del porche, pero enseguida los volví hacía arriba, fijándolos en el rizado que tenía frente a mi.

Harry carraspeó su garganta y pasó incómodo una de sus manos tras su nuca.

— ¿Te pillo en mal momento? — Las palabras salieron tan lentas de su boca, que parecía que cada una de las pronunciadas anteriormente, acariciaban sus labios antes de llegar a mis oídos, y acariciarlos también.

Dudé varios minutos antes de responder. Él permanecía de pie, en espera de mi contestación. La verdad es que me encontraba verdaderamente confusa. La anoche anterior ni siquiera supe descifrar qué era exactamente los sentimientos que se abrieron paso cuando lo tuve justo a mi lado, cuando su ronca voz interrumpió el sonido de las olas. Eran sentimientos extraños, entre una mezcla de nostalgia y cariño. Y ahora, con él de nuevo tan cerca, volvía a sentirme igual. Era algo inentendible, pero me gustaba.

Finalmente, negué tímidamente con mi cabeza, dejándole pasar y cerrando la puerta tras nosotros. Caminamos hasta el salón, y tomamos asientos cada uno a un lado del sofá, aún sin decir nada. Largos minutos de silencio se adueñaron de la habitación y movimientos incómodos por mi parte.

— Abby — irrumpió Harry con su peculiar tono tranquilo de voz. Alcé mi cabeza, dirigiendo mi mirada hacía él —, ¿qué tal estás?

Me soprendió su pregunta. Parte de mi se imaginaba que habría venido hasta aquí con más motivos que el de saber cómo estoy.

— Estoy bien, Harry... — mentí — ¿Qué tal tú?

Bien no era la definición correcta a mi actual estado de ánimo. Quizá perdida o desorientada fueran más acuerdo, sin embargo no veía que fuese necesario que él realmente supiera cómo me siento desde que salí del hospital.

Mis finos dedos estaban entrelazados sobre mi regazo, sin saber cómo actuar o qué contestar exactamente. Lo único que quería y prescindía saber es qué era él para mi. No era capaz de articular palabra cuando él está más de a cinco metros de distancia, me sentía tan pequeña y vulnerable a su lado... Quizá porque es así. Porque algo extraño y misterioso, como si fuera una especie de cuerda invisible, sumergida en el aire, nos uniera irremediablemente. 

— La verdad es que no sólo he venido aquí para saber cómo te encuentras, Abby. Aunque me alegro de que estés mejor. — Una suave curva se hizo notable en sus labios, mostrando una pequeña sonrisa.

— Oh...

Fue lo único que logré articular. ¿Qué podría responder a aquello? ¿Acaso quería decir que me confesaría todo lo que sabe y yo no? Me removí sobre mi asiento, y Harry notó el nerviosismo que me recorría tan sólo con mis gestos. Las mariposas fueron rápidamente sustituidas por un horrible nudo dentro de mi estómago, haciendo que me encogiera interiormente poco a poco. Inevitablemente, la velocidad de mi corazón se elevaba por cada bocanada de oxígeno que tomaba. Intentaba ocultar el rápido movimiento de mi pecho, sin embargo, era un intento fallido. No podía controlarlos, y cada vez se me hacía más dificultoso el poder coger aire.

— ¿Qué te ocurre? Eh... Abby, y-yo sólo... ¿Abby? ¡Abby!

Harry POV's.

Antes de que su frágil cuerpo recayera sobre el sofá, impulsé mi cuerpo hacía ella, con mis brazos abiertos, agarrándola fuertemente entre ellos.

No me podía creer que estuviera ocurriendo de nuevo. No justo ahora. Odiaba tener que verla de semejante forma. Me sentía impotente e inútil, además de culpable. Quizá aquel desmayo fue por simple y exclusivamente culpa mía. Quizá yo había ido demasiado rápido, y quizá no debería haber venido hasta aquí.

Coloqué el cuerpo de Abby de forma horizontal, extendiendo sus piernas y sus brazos sobre el sofá. Su pecho, al contrario que hace unos minutos, subía y bajaba despacio, a un ritmo moderado. Pasé mis brazos detrás de mi nuca, sin poder evitar poder recordar una de nuestras muchas tardes juntos. Tardes como estas, tranquilas, apacibles, sin desmayos. Sólo ella y yo riendo y planeando un futuro juntos. Lo sé, mis pensamientos son demasiado cursis, pero me es inevitable no poder sonreír con nostalgia.

Unas llaves adentrándose en la cerradura de la puerta de la entrada, junto con dos sonoras voces hicieron que me sobresaltara, dando un pequeño salto en el lugar, sin saber qué hacer.

La señora McCarthy soltó un gran chillido al captar mi presencia al lado de la anatomía de su inconsciente hija.

— ¿¡Qué le has hecho a mi hija, Harry!? — gritó exasperada mientras dejaba caer las bolsas de su compra en el suelo, corriendo hacía el salón.

Me empujó hacía un lado bruscamente, aproximándose a su hija, rodeando su pálido cuerpo entre sus temblorosos brazos.

— Señora McCarthy, tranqulízase. Ella está bien, solo... solo se ha desmayado. Estábamos hablando y...

— ¿Por qué tuviste que volver por aquí, Harry? — gritó nuevamente, señalando mi pecho con su dedo índice —. ¿Acaso no te quedó claro que no recuerda nada de lo que alguna vez hubo entre vosotros? Quiero que te marches, quiero que lo hagas ahora.

Permanecí inquieto, escuchando sus dolorosas palabras, clavándose en mi corazón como si fueran puñales. Si lo que quería era hundirme y hacerme sentir sumamente desgraciado, lo estaba consiguiendo.

Sin decir nada más, moví mis piernas hacía la entrada. Observé por última vez el cuerpo de Abby, inmóvil. La cara de la mujer estaba arrugada, con sus brazos cruzados delante de su pecho, ansiosa por mi marcha.

— Escúcheme bien, Marie. Dentro de mis planes no está rendirme. Dentro de mis planes no está dejar a Abby como si jamás hubiese existido en mi vida. Así que no le quepa duda de que volveré.

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