Prólogo.

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Hacía ya dos años que me fui de aquel pueblo donde viví muchos años atrás, al cual solía llamar hogar. En aquel pueblo se encontraba la mejor academia de magia del mundo, en la cual estudié tiempo atrás con aquellas personas que consideraba mis mejores amigos, esos amigos que me traicionaron y me abandonaron a mi suerte. Y allí se encontraba aquella persona, aquella mujer. Sólo ha habido una mujer a la que haya llamado amor y a la que le haya entregado mi cuerpo y alma.

—Señores pasajeros, en breves momentos aterrizaremos en Valencia, así que rogamos que permanezcan sentados en sus asientos y se abrochen los cinturones.

Aquel anuncio me sacó de mis pensamientos.

—Recuerda a qué has venido Daniel, no te precipites. Lo primordial es cumplir la misión y si se puede, cumplir los objetivos secundarios —Me dije a mi mismo mientras me abrochaba el cinturón.

El avión empezó a descender con suavidad y antes de que me diese cuenta ya estábamos en tierra. Volvió a sonar esa voz diciendo que saliéramos del avión y bla, bla, bla. Me desabroché el cinturón y salí coger la maleta que había traído conmigo. No llevaba muchas pertenencias personales; casi todo se quedó aquí cuando escapé. Lo único que llevaba en la maleta eran mis "herramientas" de trabajo. Tanto la ropa como los enseres personales me los compraría en alguna tienda del centro. Recogí la maleta y salí del aeropuerto. Fuera estaba lloviendo, como era usual en aquella zona durante el otoño. Cogí el móvil que llevaba en el pantalón y leí el mensaje que me habían enviado antes de subir al avión.

Parking C.

Piso 3.

plaza 59.

BMW X8 negro.

Su contacto se llama Isaac.

En este trabajo, todos tenemos un nombre en clave; ya que nos resulta más cómodo y así no revelamos ninguna información sobre nosotros. Mi nombre en clave es «John» y esta es mi primera misión como un asesino y no como un aprendiz. Mi maestro ha depositado mucha confianza en mí, espero no defraudarle. Me puse la capucha de mi chaqueta sobre la cabeza y me fui en busca de mi contacto, el cual me llevaría al piso franco donde me darían instrucciones sobre la operación. Sólo me habían dicho que sería una misión de infiltración en la academia Rosa de Mayo y necesitaban gente joven. Seguramente fui su primera opción ya que tenía 18 años y me había criado allí. Llegué ante aquel enorme parking de 5 plantas y empecé a rodearlo para buscar la entrada. El edificio era de color gris con algunas franjas verdes y amarillas en cada piso, además, estaba rodeado por arbustos, setos y flores, lo que le daba un mejor aspecto al edificio. Una vez dentro, cogí el ascensor y me fui directo al piso 3 donde me esperaba Isaac. Cuando llegué a la 3ª planta empecé a mirar encima de cada plaza para saber si me encontraba lejos de mi número, cuando, en el fondo pude ver un X8 negro.

Empeze a andar en esa dirección y cuando llegué miré el número de la plaza.

—48. Mierda, este no es. Habrá que ir en la otra dirección —Hice una mueca con la cara de disgusto ante aquel error.

Mientras me giraba y volvía sobre mis pasos, pude notar una presencia y no sabia si sería amiga o enemiga. Como no estaba dispuesto a averiguarlo, apreté la mano unos instantes barajando qué hacer y, al final, lo único que hice fue abrirla para dejar escapar una niebla muy densa. Me interné en ella y, si alguien tenía algún asunto conmigo, tendría que adentrarse y entonces sería víctima. Eso era lo que yo pensaba pero parecióse ser que contra aquella persona no iba a dar resultados por un simple motivo.

—¿Crees que ese truco barato impedirá que te encuentre John Aston Derio? Te conozco demasiado bien y sé ahora mismo en que posición te encuentras y que ataque utilizar para romper tu hechizo y tu cara, de paso. — Me dijo una voz un tanto familiar. Me recordaba al nuevo hogar.

—¿Eduardo? —Pregunté con una pequeña sonrisa, no me imaginaba que él estuviera aquí.

De repente el suelo vibró un poco para después aparecer una enorme sombra a mis espaldas.

Esa sombra me pego tal mamporro que si no fuera porque me había envuelto los pies de cemento, hubiese volado unos cuantos metros.

—¡¡IDIOTA!! Te he dicho millones de veces que solo me puedes llamar así dentro del clero, fuera me tienes que llamar o por mi nombre en clave o como maestro, estúpido —Mientras me insultaba mis pies se libraron de su atadura.

—Lo siento mucho, maestro —Digo mientras me toco la cabeza dolorida por el collejón que me había dado el maestro.

—Contigo no se puede John. Anda, sube al coche al coche y larguémonos de aquí —Me cogió del brazo y me arrastró en una dirección.

Momentos más tarde llegamos al coche negro y nos subimos. Isaac arranco el coche y puso rumbo al piso franco, al infierno del que escapé.

La Leyenda del AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora