CAPITULO I

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Una noche oscura y de dimensiones usuales para cualquier persona invadía el día mientras Nathan se apoyaba en la barandilla del puente de Heavenly Lake. Esta noche no era la primera que Nathan paseaba sobre la acera del viejo puente de mediana altura con el que se cruzaba a la parte más nueva del pueblo y por igual a la más vieja. Los coches raramente circulaban aquel día y la soledad sumergía al chico en sus más profundos pensamientos. El joven a pesar de haber estado allí decenas de veces, sabía que hoy todo era diferente, ¿estaría decidido a dar un paso más allá?

Las leves ráfagas de viento se interponían perfectamente entre la brisa usual que movía su pelo hacía la izquierda. Un poco de frescor estaría comenzando a sentirse bajo su ropa y en su tez levemente fría se apreciaba la pasividad ante el mundo y sus consecuencias, nadie presente, nadie avisado ni preguntándose por su localización.

Nathan: ¿Cómo he llegado hasta aquí? - se preguntaba así mismo con una voz débil y en tono de resignación.

Nathan hacía tiempo que no podía llorar sin embargo sentía al igual que todos, y desmentiré lo último, porque sentía más, era una persona altamente sensible aunque él pretendiera negarlo y decirse así mismo que su sentir no era nada especial o ningún privilegio respecto a la mayoría.

Nathan puso sus manos sobre sus mejillas, tapando también sus ojos y gradualmente la mayor parte de su cara, las manos cubrieron su rostro hasta que alzo la vista al vacío, unos veinte metros le separaban de su vida. ¿Merecía la pena dejar aquella historia así, un hecho que contar a los seres queridos quizá no perfectos pero si de alguna manera suyos? Y, ¿Por qué esta vez si iba a cumplirse después de tantos intentos? Está bien, solo él lo sabía.

Parecía tenerlo claro, miró hacia el cielo, y observó las millones de estrellas que cubrían la tierra y se sostenían en el firmamento, brillantes como diamantes y con una luz semejante a la del propio fuego. Se quedó cinco minutos contemplándolas llegando a un punto en el que sentía que la miopía que padecía cegaba su hermosa vista.

Los recuerdos comenzaron a traspapelarse de su mente, desordenados volaban y él, sin sentido, no comprendía la situación. Era como si un pisapapeles hubiera sido arrastrado por un tornado y poco después devorado por la estrella más cercana donde yacía su ángel de la guarda, un milagro, una casualidad de medidas cuánticas, o su propio destino.

De repente Nathan se encontraba en un espacio oscuro donde no se escuchaba, no se veía ni se olía nada, el único sentido que degustaba era el del tacto sobre la grava.

Nathan: ¿Estoy muerto? - movió los labios sin producir un solo sonido.

Nathan: ¡Ahh!- intentó decir, ¿Qué me pasa?- le proseguía el pensamiento.

Intentó correr, y dije intentó no porque no lo consiguiera si no porque cuando quiso darse cuenta una extraña luminosidad apareció para perseguirlo, tan rápida como la luz lo atrapó y lo llevó lejos de lo desconocido. Podía oír y ver, incluso oler pero ni una mueca se le permitía replicar, estaba sumido en una infinita sala donde la alta iluminación no le deslumbraba, sin horizontes, flotaba en el vacío de lo conocido. Sus recuerdos le invadían cada vez más cerca girando en el sentido contrario de las agujas del reloj, cada vez había menos espacio entre aquellas imágenes y él.

Desesperado, asustado, veía partes de su vida y personas que formaron parte de ésta, y sin más espera a milímetros del joven, sus propias vivencias quienes le aterrorizaban, Nathan comenzó a soltar lágrimas, una por una, minúsculas, cada vez se empapaban más sus mejillas hasta que los recuerdos desaparecieron, quedándose solo en el lugar... ¡Pum! Cayeron sobre él en orden inverso desde el último suspiro hasta el primero, millones de escenas almacenas en su memoria de las cuales no todas tenía ya constancia. Nathan había desaparecido.

La fina y borrosa línea que nos separaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora