Un chico llamado x.

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Mi pie se apollaba en un banco de la salida del instituto, y yo a  unos pocos centímetros de él intentando atarme la endemoniada zapatilla, cuando un gran brazo me rodeo por el cuello y me atrajo hacia si. Casi pierdo el equilibrio.

-¡Alan!- protesté, mientras me liberaba de su abrazo.- Suelta.

Este sonrió.

-Tranqui, hermanita, no te avergüences de mi, que no hay nadie mirando.

-No me avergüenzo.- respondí, apartándome de él.- Es que estoy de mal humor. "Pitillos" se ha enfadado y nos a cambiado la exposición al lunes, ¿te lo puedes creer? Y hoy saliamos de fiesta.

Sí, mi queridisimo hermano y yo saliamos de fiesta juntos, y es que compartimos el mismo grupo de amigos, ya que tenemos la misma edad y vamos al mismo curso. Alan y yo somos mellizos.

-¿Y? Tienes todo el fin de semana para hacerlo.

-Ya, pero me jode.

Este me advirtió:

-No se lo digas a papá y mamá antes de mañana o no te dejarán salir.

-Descuida, que no soy como tú. Confían más en mi que en tu cabeza hueca.

Él frunció el entrecejo.

-¿Tú crees?- se acarició la barbilla.- Discrepo sobre eso.

-Discrepa sobre lo que quieras, pero esta noche estamos todos sí o sí, o sí también.- dijo una voz a nuestras espaldas. Bran se acercaba junto a Chelsey, dados de la mano. Eran la única parejita del grupo, todos los demas estábamos más solos que la una, excepto mi hermano, que estaba a un paso de salir con Jessica, una chica pequeña y muy mona, del barrio de al lado. Eso sin contar con el amor platónico de Danelle por Bran, amigo suyo de la infancia. Por lo demás, me parece que no hay ningún otro cotilleo interesante en mi grupo. Porque los ligues de los guapísimos hermanos Jim y Jonh no cuentan (graciosa la pareja de nombres, ¿verdad? Sinceramente, no sé en que pensaban sus padres cuando se los pusieron). El año pasado hicieron un apuesta entre sí para saber quién se habrá tirado a más chicas cuando acabe el instituto. Apuestas de tíos, absurdas y sin sentido.

-No te preocupes, que podemos todos en principo, pero Helen aún dudaba. Supongo que acabará viniendo.- respondí al comentario de Bran.

Este compuso unas de sus maravillosas sonrisas, que volvían locas a tantas chicas, y que aún así habían desistido al enterase de que estaba ocupado.

-Perfecto.

-Perfecto.- repitieron dos voces al unísono que recientemente se habían unido a la conversación, Jim y John, también conocidos como el Rubio y el Moreno, respectivamente.

Sonrei.

-Diez y media delante del Hollist, ¿ok?

Los presentes asintieron sonrientes.

-Pues ya está.- concedí, recogiendo la mochila del banco.- hasta entonces.- me despedí mientras veían como echaba a andar en la dirección opuesta. Alan se encojió de hombros y se dignó a seguirme, supongo que pasaba de volver a casa sólo.

-¡Qué salgas ya, puñetas!- grite, aportando la puerta de baño.- Tardas más  que una chica en prepararte.

-No, lo siento, pero no creo que haya nadie que tarde tanto como tú.- contradijo una voz otro lado.

-Eso no lo comprobarás sí no me dejas entrar.- aseguré, llamándo esta vez con más  intensidad.

-¡Espérate un momento, que ya salgo!-gritó por fin furioso lo que yo esperaba oír. Un minuto después  estaba fuera, observándome con una mirada asesina y todo arreglado. Hice caso omiso a sus ansias de matarme, y le dije sacándole  la lengua:

-Gracias hermanito.

Este refunfuñó y, tras meterse en su habitación, cerró la puerta de un portazo.

Tal y como mi queridisimo hermano había previsto, tardé más que él  en preparame, por lo que, debo admitir, fue culpa mía  que llegasemos tarde, cuando todos esperaban ya en el lugar establecido .

-Por fin.- comentó Jim.- Ya pensamos que habiais encontrado a compañeros para pasar la noche mejores que nosotros.

-Eso jamás.- contradije, colgandome de su brazo. Este meneó la cabeza.

-Ahora no me vengas con esas.

Le lancé un beso al aire.

-Ya sabes cuanto te quiero.- ironicé.

Este puso los ojos en blanco.

-Lo que tú digas.

Sonreí.

-¿Bueno, y a dónde  nos llevas, Bran?

Este se colocó  un dedo suavemente sobre sus labios.

-Es un secreto, aunque pronto dejará  de serlo.- se inventó.

John gruñó.

-Puff, yo de este no me fío.

Chelsey sonrió maliciosa.

-Pues haces bien.- sentenció.

Bran le miró  con cara de pocos amigos, haciendose el molesto por el comentario de su novia, sin embargo, se dedicó a atraerla hacia sí, ante la recelosa mirada de Danelle, que no cabía en sí misma. Sonreí para mis adentros, pensando en la de veces que había presenciado esa escena.

-¡Hey¡ Conteneros un poco.- reprendió mi hermano, al ver que los tortolitos empezaban cada vez a estar más a su propio "rollo".

Bran arqueó las cejas, divertido.

-Y lo dice el que sale con una cada semana.- contratacó a su mejor amigo.

-Ahora mismo solo hay una.-se defendió.

-Sí, pero veremos por cuanto- comentó John.

-Tú tampoco eres el idóneo para decir eso.- le señalo su hermano.

-Pues yo al menos no las hago llorar rechazandolas.- se defendió este.

-Desde luego es mejor que darlas falsas esperanzas.- dejó caer.

Los cuatro se miraron, ¿en qué momento se desvió hasta tal punto la conversación?

Las tres excluidas del tema reímos.

-Vamos orgullo masculino, que la noche es joven.- apremié.

Tras dos dicotecas, tres bares modernillos y algún que otro choque entre conocidos, finalmente llegamos a mi destino preferido: "No limits".

Al entrar, los focos florescentes de colores, el olor a alcohol y la musica a tope nos indicó donde estaba la verdadera fiesta. Tras bailar sin parar y traspasar el limite de la sobriedad, me dejé caer sobre uno de los sillones acolchados y vacíos. Desde mi nuevo sitio podía controlar perfectamente a cada unos de mis compañeros, hallados en un estado identico al mío.

Tal vez fueron mis ganas de escapar, o el calor aplastante, o el ambiente de éxtasis de mi alrededor (sin excluir que no estaba en mis completos cabales) lo que me hizo decidirme cuando un chico, más o menos de mi edad, alto y muy, muy atractivo, de pelo oscuro y ojos turquesa, junto a unos labios finos y colorados, y tremendamente senduales se me acercó. No hizo falta que dijera nada, porque, cuando se abalanzó sobre mí, yo le correspondí. Su primer beso fue rápido, pero excesivamente caliente, lo que me dejó con ganas de otro. Se levantó, cojió mi mano y me sacó de allí.

Apartados de miradas curiosas, y donde probablemente nadie aparecería, el chico se apresuró a darme un segundo beso, agarrandome la cara con una brusquedad que me gustó, y me permití agarrar con fuerza la camisa que se le ceñía a su fuerte espalda. Cálidas sensaciones recorrían nuestros cuerpos, propocionandonos una extraña conexión. Fue tan estraño aquel sentimientó, que, cuando aún nuestras lenguas danzaban, me separé bruscamente de él, recobrando por un momento el sentido común. A él pareció pasarle lo mismo, porque de repente se levantó y tras dirijirme una rápida mirada cargada de culpabilidad, se alejó, dejándome allí tirada, cosa que, ciertamente agradecí. Me quedé quieta unos minutos, recopilando lo ocurrido, e intentando buscar una razón por lo que había sentido aquello.

Desde luego, jamás imaginé de que se trataba.

QUERIDO AMOR...  ¿En que momento apareciste?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora