QUERIDO AMOR... ¿En que momento apareciste?

Un chico llamado X- Parte 2

Hay días que, por alguna razón, nos parecen mejores que otros aunque apenas hayan comenzado. Y aquella mañana, yo sentía que ese día me depararía algo especial, tenía un buen presentemiento. Y, a pesar de que probablemente terminaría siendo como todos los demás, estaba de buen humor. Mirara a donde mirara, todo me parecia bonito, todas las personas con las que me cruzaba me sacaban una sonrisa, todo era simplemente maravilloso. Esa sensación de plenitud me llenaba el pecho, como sobrecargado de aire. ¿Sabéis a qué sensación me refiero? ¿Lo habéis sentido alguna vez? Espero que si, porque es algo demasiado bello para que las personas se lo pierdan o no se fijen en ello. Pero en fin, estaba tan enérgica que sin duda podría aguantar las seis horas de clase sin terminar completamente agotada al final de estas.
-¡Helen!- saludé con la mano, agitándola en el aire.
La aludida se volvió y sonrió al verme, avanzando hasta donde me encontraba.
-Hola, Em. ¿Qué tal os fue el viernes?-preguntó.
-Fue genial.- admití. - Es una pena que al final no vinieras.
Helen sacudió la cabeza.
-Mis padres, siguen siendo demasiado sobreprotectores conmigo. Siguen creyendo que tengo diez años, aunque haya cumplido los diecisiete hace un mes.
Apoyé mi mano en su hombro, intentado darle ánimos.
-Deberías decirles lo que piensas.
Helen asintió.
-Sí, y al parecer ese día está cada vez más cerca.
El estridente, sonoro, ruidoso, molesto, e impaciente sonido del timbre de la escuela nos sacó de la conversación y nos recordó que debíamos volver a clase.

Observé al chico que estaba frente a mí y que clavaba sus ojos en los míos, unos ojos familiares, un rostro familiar, un pelo familiar, pero que no lograba ubicar. Ese chico me sonaba de algo,y me sonaba bastante, pero no sabría decir de qué. Volví a examinarle, mirándole con más atención, pero seguía sin saber el por qué de esa familiaridad, por lo que terminé por decirme a mí misma, que tal vez son de esas personas que te suenan porque se parecen a otras personas, aunque en realidad no te has cruzado con ellas en tu vida. No sabéis lo equivocada que estaba.
El profesor tocó suavemente la espalda del chico, incitándole a que se presentara delante de la clase.
-Buenos días, me llamo Ethan, espero que podamos llevarnos bien y todas esas cosas.- dijo indiferente, dejando mostrar que se encontraba aburrido. A pesar de su personalidad creída y prepotente, o eso me pareció a mí en los escasos cinco minutos que le conocía, todas las chicas de la clase suspiraron por él y se colocaron el pelo cuando paseó su mirada por la clase, mirada que acabó fijándose, de nuevo, en mí. Un instante después de que nuestras miradas volvieran a encontrarse, frunció el ceño y desvió su atención hacia el único sitio libre que quedaba en el aula, al final de la clase.
Cuando la lección acabó, esperé a que Chelsey y Helen recogieran sus cosas y vinieran hacia mí, pues ocupaba uno de los asientos de la primera fila.
-Acompañadme a la cafetería.- pidió Chelsey.- No he desayunado y me muero de hambre.
Ambas asentimos, y cogimos también dinero de nuestras carteras por si veíamos algo que nos apeteciese. Pero antes de cruzar el marco de la clase para dejar atrás el aula, una mano se posó sobre mi hombro, haciendo que parásemos y que yo me volviera hacia atrás.
-No sabía que eras de esta zona. Yo iba a un instituto cercano hasta que decidieron cerrarlo y mandarnos aquí.- dijo el tal Ethan, dejándome bastante desconcertada.
-¿Cómo dices?- pregunté sorprendida.
Ethan frunció el ceño.
-Qué mala persona debes ser para olvidarte de alguien así.- afirmó simplemente, dejándome todavía más confusa. No obstante, no me dio tiempo a responder porque el chico continuó:
-Aunque, pensándolo bien, quizá me halla equivocado de persona. Un gusto conocerte de todas formas.- comentó, sin siquera darse la vuelta para mirarme, mientras se alejaba por el pasillo.
Chelsey frunció el ceño.
-¿Qué ha sido eso?
Arrugué la frente.
-¿Sinceramente?- la miré.- No tengo la menor idea.