Baños Públicos

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Los hombres juran que es raro que las mujeres pasemos al baño en parejas, grupos etc.

Pero lo que es realmente una proesa digna de alavanza es:

Pasar a un baño público SOLA

Y no hablo de un baño como estos:

Y no hablo de un baño como estos:

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Si no de uno así:

Horrible! Pestilente! Sucio!

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Horrible! Pestilente! Sucio!

¡¡¡DE LO PEOR!!!

Lo triste es que ningún baño será como el que está en casa, limpio, privado y lo más importante, tu trasero no comparte asiento con traseros extraños... Entre otras cosas.

A todas, nuestra respectiva madre o padre, nos enseñó a ir al baño solas, a limpiarnos correctamente y sobre todo, cómo ir a un baño público.

Cuando éramos pequeñas antes de llevarnos al baño de un centro comercial, nos reprochaban por no haber ido al baño en casa para terminar llevándonos al sanitario de todos modos.

Una vez allí, comenzaba el ritual del baño público, el cual seguimos llevando a cabo cada vez que nos vemos en la desgracia de tener que usar uno.

Mi perspectiva:

Cuando divisé la enorme fila de mujeres varias esperando una vacante dentro del baño me arrepentí de haber bebido ese enorme refresco.

Ahora tengo que esperar mi turno junto con las otras mujeres que aprietan las piernas pidiéndole a Zeus que ese miserable chorrito de orina no salga hasta estar sentadas. El baño está para llorar, hay charcos por todos lados.

POR FIN MI TURNO

Siento un alivio momentáneo cuando corro desesperadamente hacia la puerta que acababa de abrirse haciendo que la otra persona tropezara, pero da igual. Me doy vuelta para cerrar con seguro la puerta y...

OH SORPRESA!

No existe picaporte, y como tampoco hay lugar para colgar mi bolso lo coloco en mi cuello.

Cuando estoy por continuar miro a mi derecha y...

¡¡HAY UN AGUJERO EN LA PARED!!

Después, de haber visto el espectáculo que me ofreció la señora gorda en tanga de a lado me volví para buscar papel sanitario, y de nuevo...

DOBLE SORPRESA!!

No hay papel de baño, por suerte entre todas las cosas que no necesito en mi bolso encuentro un poco de papel que llevo para emergencias, es muy poco, pero sirve.

Entonces al no haber mucho papel, no puedo tapizar la taza para asegurar la sanidad de mi trasero, tampoco puedo ayudarme con las paredes del cubículo por que están horriblemente sucias y quien sabe que horribles cosas han pasado por ahí.

Así que mientras sostengo la puerta con la mano izquierda, con la mano derecha bajo de un tirón las bragas para devolver mi mano rápidamente al agujero.

Procedo a realizar un equilibrio con una dificultad más alta que el de cualquier artista del Cirque Du' Soleil mientras mis piernas tiemblan tan fuerte que registrarían 8 en la escala de Richter.

Y ahí voy, tratando de tranquilizarme lo más posible para calmar el dolor que hay en mi vejiga por haber aguantado tanto.

Mientras voy liberando poco a poco la orina para evitar que la salpicada del chorro me moje más de lo que ya me mojó, una niña malcriada empujó mi puerta propinandome un buen golpe en la cabeza y un torson en la muñeca.

El empujón provocó que me fuera de espaldas cayendo en el asiento mojado y sucio del baño, y que pisara un charco que mojó mis calcetas.
Con ganas de ahorcarla le grité estrepitosamente:

¡¡¡¡OCUPADO!!!!

Me levanté rapidamente, pero ya era tarde, mi trasero estaba impregnado con lo que sea que ese asiento tuviera antes de mi llegada.
Entonces me vino a la mente el recuerdo de mi madre estando avergonzadísima de mí si se enterara de lo que pasó, porque su trasero nunca tocó el asiento de un baño público, pues francamente, “tu no sabes qué clase de enfermedades podrías agarrar ahí”.

Pero las calumnias no terminan ahí… ahora el sensor automático del baño estaba tan confundido que soltó el agua como si fuera una fuente y mandó todo al caño con tal fuerza que me tuve que levantar por miedo a que el váter terminara succionándome y fuera a terminar con los intestinos colgándome del trasero.

Ahora casi queriendo llorar por el golpe en la cabeza, la calceta mojada de agua o de orina (qué se yo), el hoyo en la puerta, el trauma de la señora gorda en tanga, el dolor del cuello, la empapada por el agua que salió del baño como fuente y la profunda pena de saber que mi trasero ya entró en contacto con todos los gérmenes y formas de vida del asiento porque no pude cubrirlo con papel higiénico; me resigno a vivir con ello y procedo a terminar de orinar y limpiarme..

Busco el papel por todos lados, no está en mi mano, ni en el bolso, ni en mi blusa, miro hacia abajo y veo que mi trocito de papel se encuentra nadando en el charco que había pisado poco antes.

Esto es de antología

Y ahora sin tener papel de baño, me encuentro en la penosa necesidad de salir de allí sin limpiarme, me sacudo un poco para no mojar tanto ni ropa y con todo el asco del mundo subo mis pantalones y siento como la braga se moja un poco.

Salgo del cubículo, y veo a las mujeres formadas queriendo orinar en las paredes para librarse del sufrimiento.

Me miro en el empañado espejo y mi cabello está hecho un nido por haber quitado y acomodado bien el bolso, arreglé un poco mi cabello y como era de esperarse solo unas cuantas gotas salieron del la llave del lavamanos mientras que por debajo había cubetas llenándose.

Pero que ridículo

Salí del baño y me encontré con Jay quien también había pasado, usado y salido del sanitario de hombres, de seguro también tuvo tiempo de haber leido La Odisea de Homero dos veces.
Me miró divertido y pretendiendo reprocharme dijo:

¿Por qué tardaste tanto?

En ese momento me dieron ganas de patearle las bolas, no lo hice, en cambio le conté lo que ocurrió, se partió de risa y me abrazó a modo de consuelo.


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HOMBRES! Por eso es que vamos al baño en grupo.

Una sostiene el bolso, otra cuida la puerta y nos evitamos de finales feos.

Esto está dedicado a las mujeres  que han tenido que usar un baño público. Y explica a los hombres, por qué nosotras tardamos tanto.

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