Pensaba que ignorar mis sentimientos sería más fácil que dejarlos volar, que si los contenía ahora, nada pasaría. Pero no podía ser fuerte, no con alguien que es mi debilidad. Tampoco quería ser como Katherine. No soñaba con tener a los hermanos Salvatore a mis pies, no quería dañar a ninguno de ellos.
Pero el corazón es retorcido, él elige de quien me enamoro, quien lo hace palpitar rápidamente, no yo.
Hacia tiempo que le había rendido, había decidido que no podía seguir esperando a que Stefan volviera, no me quedaría sentada eternamente. Había estado decidida a olvidarlo... No estaba segura de haberlo olvidado del todo, en el fondo, nunca perdí la esperanza de que mi Stefan fuera más fuerte que el destripador.
Pero no podía negar lo que sentía por Damon. No podía negar que con sólo una mirada, me hacia sonrojarme, no podía negar que un sólo roce, bastaba para acelerar mi corazón, no podía negar, que daría mi vida por salvar la suya. Lo necesitaba.
Y allí estaba yo, sentada sobre mi cama escribiendo en mi diario como cualquier adolescente normal haría, pero mi vida, de normal tenía poco. Mi corazón estaba dividido, cada uno de los hermanos me había robado un pedazo.
Lo cierto es que no se como es posible que Katherine disfrutara de tal cosa, aunque supongo, que la diferencia está en que sus sentimientos nunca fueron reales.
Eso es lo que más me molesta, que para ella, los Salvatore sólo fueron un juego, no alcanzo a comprender las razones por las que Damon sintió lo que sintió por Katherine, si ella solamente le hacia daño.
Aunque yo no era la más adecuada para hablar. Yo también le hacia daño, y me odiaba por ello. Sabía que Damon no era de piedra, que su sarcasmo era un escudo. En su momento había querido cambiar su forma de ser, pero ahora, me doy cuenta de que no era por que me desagradara, si no, por que me gustaba demasiado. Quizá algunas cosas fueran mal vistas por mi parte, pero con el tiempo, había aprendido a amar los fallos de Damon, tanto o más que sus aciertos. Era casi como el error con el que más cómoda me sentía. Damon era como mi hogar, sentía que siempre podría volver a él, y que nunca dejaría de sentirme cómoda a su alrededor.
Suspire y deje el bolígrafo sobre mi colcha, cerrando mi diario. Gire mi cuerpo y de repente, Damon estaba allí, acostado junto a mi, en completo silencio, observándome.
Contuve la exclamación de sorpresa, lo cierto es que ya debía de haberme acostumbrado a sus repentinas apariciones.
— Damon...—Murmure algo incomoda, en señal de saludo.—
Él no se movió de si posición, me observaba como si yo fuera un misterio que resolver y ėl la persona que encontraría la solución.
— Piensas que siempre te sentirás cómoda a mi alrededor, pero ahora no pareces muy cómoda.—Susurro, sus simples palabras consiguieron que mi piel se erizara.—
Lo había leído. Había estado rogando por que acabara de llegar, pero no había tenido suerte, llevaba ahí más tiempo del que desearía.
— ¿Cuanto leíste?—Sabía que molestarme por que hubiese leído mi diario no serviría de nada, él no se iba a arrepentir, y eso no cambiaría el hecho de que ya lo había leído.—
— Todo.—Mumuro.—Aunque la mayoría de las cosas ya las sabía.—Mis mejillas se encontraban sonrojadas, bajo la atenta mirada de Damon.—¿Es eso?—Susurro, y aquel momento no sabía de que "eso" estaba hablando.—No te permites sentir lo que sientes por mi, por que temes ser Katherine.—Ante esas palabras, desvíe la mirada, pero el se movió rápidamente, (Mucho más rápido que cualquier humano.) y rozo mi mejilla con suavidad girando mi rostro para que lo observara. Mi corazón bombeaba sangre con una rapidez casi sobre natural, mientras notaba que los suaves y fríos dedos de Damon no se despegaban de mi mejilla.—Elena... Tú nunca serías como Katherine, el hecho de que la idea te repugne, lo demuestra. Puede que Katherine jugara conmigo y con Stefan, pero tú misma reconociste cual es la diferencia, tú sientes, ella no. A ti no te divierte el no saber que decidir, a ella era la parte que más le gustaba.—Mis ojos de había quedado atrapados en los de él.— Tú no eres Katherine, Elena.—
Deje caer mi rostro sobre la almohada, junto a mi diario. Adoraba a Damon por su paciencia, por su comprensión, él no me obligaba a elegir, él no pretendía que lo eligiera, Damon sólo quería que yo fuera feliz, con él o sin él.
Y yo lo sabia.
— Te quiero, Damon.—Aquellas palabras escaparon de mis labios por primera vez en mucho tiempo, y al decirlo por fin en voz alta, supe que era lo correcto, que estaba bien.—
— Lo se, Elena.—Alce mi rostro de la almohada, no estaba segura de que él fuera a aceptarme, pero tenía que intentarlo.—
Acerque lentamente mi rostro al de Damon, casi con temor, él observo mis movimientos con ojos relucientes, tenía unos ojos preciosos. Sabía que no me rechazaría, pero aún así, tenía que lo hiciera, que de repente se diera cuenta de que yo no valgo la pena. Pero no puso impedimento alguno, me beso con una suavidad que nunca hubiera imaginado de su parte, demostrando un amor, que por primera vez, era oficialmente correspondido. Una pequeña lágrima escapo de uno de mis ojos, y se coló entre nuestros labios, pero no era una lágrima cualquiera, era una lágrima de sincera felicidad, en aquellos momentos me sentía dichosa.
Damon me rodeo con sus fuertes brazos, sabiendo por fin que no iba a ser dolorosamente rechazado. Giro a velocidad vampirica, para quedar sobre mi. Escuche el sonido de mi diario al caer al suelo, pero me dio igual.
Él apoyo su frente sobre la mía, abrí mis ojos, para encontrarme con los ajenos. Damon sonreía, no una sonrisa sarcástica ni falsa, si no, una verdadera sonrisa. Genuina, y sólo para mi.