"Do I wanna know", Arctic Monkeys.

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[04:42] | He soñado contigo casi todas las noches de esta semana.

[04:48] | ¿Cuántos secretos puedes mantener?

[05:15] | He encontrado esta canción y de alguna forma me hace pensar en ti

[05:15] | Y la pongo en repetición, hasta que me quedo dormido en el sofá



Íñigo despertó con un dolor de cabeza horrible, y los rayos de sol colándose entre las rendijas de las cortinas opacas sin pedir permiso, como si aquella fuese su propia casa. Había una canción en su cabeza. Una canción que no conseguía recordar, y eso le estaba frustrando tanto o más que el sabor que tenía en la garganta a tequila y cerveza de barril. Joder. Si su madre pudiese verle en ese momento, le habría preparado ya un ibuprofeno y una buena ducha de agua fría; al gusto del Capitán América. Y joder. Cómo rebotaban los recuerdos borrosos de la noche anterior en las paredes de su cabeza; taladrándole hasta lo más profundo de su estómago. Y tuvo que incorporarse lo más rápido que pudo, corriendo los cien metros lisos en dirección al baño. Y vomitó. Probablemente gracias a la unión entre Podemos e IU. Y se quedó allí sentado en el suelo, con la frente apoyada contra la taza del váter.


I'm sorry to interrupt,

it's just, uh... I'm constantly on the cusp

of trying to kiss you.


Abrió los ojos de golpe, tanto que hasta se hizo daño y no bromeaba acerca de ello. Algo había pasado anoche. ¿Desde cuándo él bebía tequila? Él no había bebido tequila; pero, ¿entonces? Se pasó el dorso de la mano por la boca, quitándose el rastro de saliva caída, y se incorporó con cuidado apoyándose dónde buenamente podía sujetarse. Su aspecto era una obra de terror. Tenía un par de botones de la camisa fuera de cobertura, rastros de pintalabios en su sien y aquella estúpida canción como himno del momento. Apoyó los brazos contra el frío mármol y suspiró antes de ser capaz de echarse agua en la cara. Tras ello, otros cien metros lisos de vuelta al dormitorio cuando su teléfono comenzó a sonar. Era Pablo.


— Eh, ¿dónde cojones te metiste anoche? —La voz de su amigo sonaba más a enfado por haberlo dejado tirado, que a enfado en general. Más a pique, creo que se entiende.


— No lo sé... —Susurró este con la voz enronquecida, probablemente, de tanta bebida fría con alcohol—. Lo último que recuerdo es a ti diciéndome que no hiciese ninguna locura. Y creo que lo siguiente tiene que ver con una canción que no me quito de la puta cabeza... Joder, Pablo, me va a explotar. Te he dicho cientos de veces que no me dejes pasar de la tercera cerveza, hostias.


— Vamos... desmelénate un poquito. —Las carcajadas del otro le taladraban el cerebro, teniéndose que apartar el móvil del oído—. Siempre tan serio. Además, te soltaste a hablar con Alberto y no terminasteis discutiendo, ni nada por el estilo. Al final os vais a llevar bien y todo.


A Íñigo le vino un fuerte pinchazo en la sien, acompañado de lo que parecía ser un recuerdo bastante turbio. No. No podía ser. No podía haber pasado. No. En serio.


— ¿Eneko? —Inquirió Pablo preocupado al no obtener respuesta—. ¿Me oyes?


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