"Be there", Seafret

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It feels like I'm drowning

and I don't want to come up for air.



La resaca había desaparecido; no por completo, pero ya no dolía tanto. Los recuerdos turbios dejaban de aparecer, completando poco a poco lo que había sido el resultado de una noche cuanto menos peculiar, después de más de tres cervezas y un acto de valentía. Pero, y, ¿ahora? No es como si de verdad pudiese plantearse siquiera volver a repetirlo con Alberto. Claro que le encantaría volver a tenerle sobre él, tan a su merced, tan expuesto. Pero era consciente de que el malagueño había bebido demasiado tequila. Demasiados chupitos. Y el calor solo había ayudado a revolucionar sus hormonas. "A cualquiera podría haberle pasado". No podía ilusionarse. Sacudió la cabeza cogiendo las llaves de la mesa auxiliar y comprobando que lo llevaba todo en su cartera, antes de dirigirse hacia la puerta de salida. Abajo le esperaban algunos compañeros para ir a la sede de Podemos. Desde luego, todos iban a tener un aspecto horrible para firmar la unión entre su partido e IU.


Algo en su pecho se oprimió, haciendo que tuviese que sujetarse del marco de la puerta y agachar la cabeza, como si aquel gesto fuese a devolverle el aire que acababa de perder y que estaba resultando más que vital en ese instante. No. Con tantas cosas revoloteando en su cabeza, no había imaginado que quizás el líder de IU tendría que firmar también aquel pacto. "Qué gilipollas". Suspiró con fuerza antes de cerrar la puerta y echar dos vueltas de llave, y arrastró los pies yendo hacia el ascensor. Hoy ni siquiera le apetecía bajar las escaleras, como normalmente hacía. Le dolía cada centímetro de su anatomía, y eso solo lo iba a empeorar. Así que, hola, amigo ascensor. Revisó su teléfono mientras el aparato hacía su trabajo y volvió a comprobar que Alberto no le había respondido. Además, si lo hubiese hecho, se habría enterado ya que había puesto el móvil a todo volumen.


Se estaban acercando a la sede. Cada vez faltaba menos. E Íñigo había diseñado en su cabeza un par de monólogos perfectos, para afrontar la situación con Alberto. Había dos; uno dependiendo de cada reacción. Uno por si todo iba mal. Y otro por si todo iba peor que mal. Porque nada bueno podría salir de aquello, y ambos lo sabían. No había que ser demasiado listo para comprender aquello. Quizás en otra vida. O en otra vida en el mundo al revés. Quizás sí. Pero no ahí. No en esa vida. No en ese momento. No en ese mundo.


Pablo lo abordó nada más bajarse del coche, deshaciéndose magistralmente de la prensa que estaba pendiente del líder político y de lo que pudiese decir; y lo arrastró al interior con una gran sonrisa en sus labios. Algo sabía. Sí. Probablemente Garzón le había hablado de ello. ¿Quizás para evitar malentendidos y tener transparencia? Probablemente no sea muy cómodo saber que has estado a punto de follarte al mejor amigo de tu socio, que a su vez es su secretario. Prácticamente. No. No debe de ser muy cómodo. Pero había picardía y maldad en la sonrisa de Pablo. Él siempre tan... él. Le llevó con un brazo en el hombro hasta su despacho, le quitó la cartera y la dejó a un lado, antes de hacerle sentar frente a él. Joder. Qué violento le estaba resultando todo a Íñigo.



I lost everything, I threw myself in.



— Bueno. ¿Vas a darme tu versión de los hechos? —Inquirió el líder político con los codos clavados sobre la mesa, la barbilla apoyada en ambas manos y una maldad visible solo en una cría de quince años plasmada en su rostro.

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