Capítulo uno

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—Vamos, Pip, es una tontería.

Alcé una ceja hacia él. Sí, alcé , mis cejas pueden alzarse. Solo mucha práctica frente al espejo del baño. Nada raro.

—¡¿Una tontería?! El decirme que me quieres es más que eso, idiota.

Una carcajada salió desde su garganta, no podía parar de reír, estaba casi llorando por lo divertido de la situación.

—¿Fue demasiado? —él simplemente asintió sin poder pronunciar alguna palabra por sus fuertes y continuas carcajadas—. ¡Vamos, di algo!

—Es... es que... —no pudo decir más y volvió a reír.

—¿Cómo quieres que esto funcione? Simplemente ve y dile a esa chica que te gusta, no practiques conmigo. Esta situación es mucho para mí. —llevé exageradamente una mano a mi frente.

Prácticamente estamos los dos en la sala. Cuando me desperté en la mañana con una bandeja de panqueques y tocino junto a mí, supe que este chico tramaba algo, y así era. Dan me suplicó que lo ayudara a ensayar cómo declarársele a la chica con la que había estado loco desde que volvimos a Manchester. Aún no me decía el nombre o si quiera cómo se veía ella, pero con las habilidades de hacker experta adquiridas por ser una mujer, lograría saber quién es la chica que lo trae loco.

Tomó solo unos momentos que se recompusiera de su ataque de risa. Dan se encontraba rojo y sus hoyuelos se marcaban por la gran sonrisa en su rostro. Maldito chico guapo.

—Está bien. —se paró del sillón donde se encontraba sentado minutos antes y se dirigió a tomar su abrigo del perchero.

—¿Es en serio? ¿Solo así? —una mueca de confusión se instaló en mi rostro.

Llevábamos dos malditas horas practicando su mendiga declaración.

Asintió—. Sí, solo quería ver cuánto aguantabas con esto.

Se dirigió a la puerta lo más tranquilamente posible. Tomé un cojín del sofá y lo sujeté fuertemente para después lanzarlo hacia él, dando claramente a un lado de su rostro en la puerta.

—¡Hey! Loca, estoy por declarar mi amor al amor de mi vida, no pienses que arruinarás mi hermoso flequillo. —llevó una mano a su cabello y empezó a arreglarlo. Podía notar el sarcasmo con el que hablaba, no sabía si tomarme en serio lo de la chica o si todo esto era una broma. Pero decidí ignorarlo... por ahora.

—¡De esta no te libras! —empecé a correr hacia él, rápidamente y con una cara que ni se creen del susto, salió del departamento—. ¡Estaré aquí cuando vuelvas, Dan! ¡Más te vale volver!

PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora