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Cuando cayeron tus párpados y las enfermeras se retiraron, mantuve mi mente en ningún lado. No paraba de llenarse de preguntas sin respuesta. ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué hablas conmigo sin problema pero no con las enfermeras? ¿Has visto cómo hacen que no estoy allí? ¿Cómo llegaste aquí? ¿Te dispararon o fue tan solo un desmayo?

Un par de minutos estando así hizo que me hartara. No me serviría de nada pensar si tú no estabas despierto, ya que posiblemente tendrías algunas de mis respuestas. Así que decidí que aún no iba a acostumbrarme a estar sola. Decidí salir.

Las señoritas habían dejado la puerta entreabierta y me colé por el hueco. Fuera el olor a alcohol era mucho más fuerte y no tuve más que taparme la nariz hasta acoplarme. Pude ver todo tipo de personas. Algunos hombres con cara de no tener amigos, mujeres de la tercera edad en sillas de ruedas y enfermeras, muchas de ellas, sólo que la mayoría parecían ser amigables. Es una lástima que a ti te hayan asignado las peores. Aunque algo sí noté, todos me ignoraban, justo como aquellas horribles enfermeras. ¡Ha! Quién los necesita. Te tengo a ti, ¿cierto?

Caminé por un tiempo incierto, perdiéndome de vez en cuando en el laberinto de pasillos. Hasta que me detuve en una esquina. Sentí escalofríos y cosquillas en el estómago, y sin pensar comencé a correr. Naturalmente, las risas salieron de mi boca sin remedio. Parecía una pequeña niña, pero no le encontré nada malo. ¿Qué tiene de malo sentirse una pequeña niña? Con el poco tiempo aquí he podido ver que ninguno de los adultos sonríe, sólo las enfermeras, pero porque es su trabajo. En cambio, los niños que se ven fuera de las ventanas parecen alegres y llenos de vida. Creo que todos deberíamos ser como niños y colorear el mundo con risas. Y eso fue lo que hice. ¡Ojalá hubieras estado ahí! No hay duda de que te hubiese obligado a hacer lo mismo.

Lo único que me pareció raro es que no estaba para nada cansada. Podría haber corrido hasta el otro extremo del mundo y seguiría sin cansarme. Algo posible es que antes, en la vida que no recuerdo, hacía mucho ejercicio y me mantuve en forma. En fin, no le tomé mucha importancia porque estaba feliz y eso sí que importaba.

Regresé a buscar tu habitación dando brinquitos y sintiendo a mi vestido verde y mi cabello hacer lo mismo. Una cinta azul pegada al suelo me ayudó a encontrarte, pues había olvidado el camino de regreso. Si olvidé mi vida, ¿cómo no quieres que olvide tu habitación?

Antes de entrar me detuve a revisar si en realidad eras tú el de dentro. Leí con cuidado el rectángulo verde situado en la puerta, dónde venía tu nombre y la razón por la que estabas ahí.

Se me escapó el aliento por un segundo.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2018 ⏰

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