Liam estaba durmiendo tranquilamente en su habitación, cuando fue despertado repentinamente por unos golpes en la puerta; abrió lentamente los ojos y trató de enfocar algo en la oscuridad a su alrededor, aunque no duró mucho ya que la luz del pasillo se filtró cuando su puerta fue abierta, cegándole un poco.
— Liam... –Susurró Nora, su hermana menor. — Ya están llegando todos, será mejor que te apresures.
— ¿Mmm? –Balbuceó aún muy adormilado.
— ¡Que te levantes, idiota! –Espetó ella, a la par que prendía la luz y salía de la habitación dando un portazo. Liam se sentó lentamente y miró la hora en el reloj de la pared: faltaban quince minutos para las doce.
Se puso de pie y entró corriendo al baño para darse una ducha rápida; al salir buscó un pantalón y una camisa negra simple y se paró frente al espejo antes de vestirse. Ahí estaba él: cabello negro, ojos grises, un poco desgarbado y de piel pálida. En él se veía un adolescente como cualquier otro, excepto por la ausencia de una marca en su piel.
Suspiró, se vistió lo más rápido que pudo y estuvo a punto de salir de su cuarto cuando recordó que le faltaba lo más importante, se agachó para sacar una caja que había escondida bajo su cama y al abrirla levantó con sus manos la túnica roja que guardaba allí, la pasó por su espalda como si fuera una capa, para finalmente asegurarla sobre su pecho con el broche dorado que la prenda tenía, y una vez asegurada apagó la luz y salió de su cuarto.
Cualquiera pensaría que en una visita familiar habría mucho ruido, con primos pequeños corriendo de un lado al otro y seguramente alguna tía regañándolos y criticando la comida que alguien estaría cocinando, pero Liam no se sorprendió al ver que el corredor estaba vacío y en un silencio sepulcral. Sin perder tiempo se puso la capucha de su túnica sobre la cabeza y avanzó por el corredor hacia las escaleras y luego al sótano de su casa.
Como sospechó el lugar ya estaba lleno, varias personas de todos los tamaños se encontraban reunidos alrededor de un extraño símbolo dibujado en el suelo. Un pentagrama. Ésa era su familia, aunque no podía verla ya que las capuchas de sus túnicas rojas les cubrían el rostro.
Él buscó con la mirada a su padre, quien se encontraba cerca de la pared del fondo con los brazos cruzados y escaneando a todos los presentes. Una vez que su mirada se cruzó con la de Liam, asintió hacia su hijo y después hacia la figura con la túnica que estaba de pie junto al pentagrama, ése era el encargado de llevar a cabo el ritual. Su abuelo.
— Gracias por venir, hermanos. –Comenzó el anciano, levantando su capucha y dejando al descubierto un rostro marcado por los años. — Todos sabemos lo importante y trascendente que es este momento, y como siempre les repito que esto no lo hacemos por nosotros, es por y para nuestra futura descendencia. ¡Por el futuro Starkweather!
— ¡Por el futuro Starkweather! –Repitió Liam al mismo tiempo que los demás presentes; una sonrisa se abrió paso en sus rasgos faciales, técnicamente, y si las cosas salían bien sin perder más años intentando, él sería parte de ese futuro.
Habían tratado de hacerlo muchas veces, pero nunca había dado resultado. Al parecer convocar a un demonio de tan alto grado era más complicado de lo que creían. Cuando Liam era pequeño, su familia logró invocar a un demonio que no era muy importante pero que marcó la diferencia ya que a cambio del hermano gemelo de Liam, el demonio les había dicho los pasos a seguir para la invocación que ellos querían.
El abuelo dio media vuelta y de un gran baúl sacó algo cubierto por una tela roja brillante, inmediatamente todos en el lugar inclinaron un poco la cabeza mientras la tela resbalaba hacia el suelo revelando un grueso y viejo libro de pasta marrón, el cual tardaron diez años en encontrar.
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Peculiaridades. |Malec and Jagnus|
RomanceMagnus Bane desde pequeño supo que era diferente a los demás... no en un mal sentido, pero sí extraño y especial. Sintiéndose solo durante mucho tiempo, se preguntaba si acaso existía alguien capaz de entenderle, que alguien más allá de sus padres p...