21.33 h
La oscuridad de la noche, interrumpida constantemente por las luces de la ciudad y el fulgor de las estrellas, abre esta historia haciendo compañía al inspector Peter Gutts. El viejo observa el horizonte, pensativo, y reflexiona sobre los pocos casos a los que ha tenido que hacer frente en los últimos días. Un suave viento le peina el bigote, y una fría lata de cerveza le humedece la boca de tanto en tanto, cuando decide dar un sorbo. Es una noche perfecta, en paz, tranquila. El viejo disfruta de este momento.
Hasta que llega la puta garrapata más pesada de todo el maldito país.
— ¡Buenas noches, me llamo Kyle Cross! —exclama su vecino, saliendo de casa de una forma abrupta.
Gutts suspira. Se le ha acabado la paz.
— Ya sé cómo se llama usted. ¿Por qué me sale con esto, ahora? —pregunta.
— He decidido que, diariamente, le recordaré mi nombre hasta que me diga "Yo me llamo Peter Gutts, encantado". El día que me lo diga será el día de llevarlo a una residencia —bromea Cross.
— ¿Empezamos fuertes el cuento, eh, imbécil? —le reprocha Gutts.
— No es culpa mía. No soy yo quién escribe mis palabras —se excusa Cross, encendiéndose un cigarro.
— Deje de echarle las culpas al autor de esto de todo lo que le pasa. A ver si madura de una puta vez, Cross.
— ¡El secreto de la felicidad se encuentra en no perder el espíritu infantil, Gutts! Hasta el día en que me muera, yo seré un niño travieso. Usted, en cambio, me parece que ni siquiera fue niño.
— Sigamos así y le caerá una hostia de cojones, Cross. ¿No tiene nada mejor que hacer que molestarme? Yo estaba la mar de bien solo.
— Pues la verdad es que no. Hasta dentro de un rato no empieza el programa de corazón que tanto me gusta, y me estaba aburriendo. Así que me he dicho: ¡vayamos a hervirle el cerebro a ese viejo!
— Vaya a hervirle la cabeza a otro, a mí déjeme en paz.
— ¡Buenas noches, me llamo Kyle Cross!
— Se la está ganando, ¿eh? ¡Calle de una puta vez y enciérrese en casa o lo detengo ahora mismo por obstruir una investigación!
— ¿Qué investigación?
— ¡La investigación para encontrar su cerebro desaparecido, Cross!
— ¡Fíjate, qué gracioso! Adelante, deténgame. Yo, por mi parte, le pondré un tampón cuando menos se lo espere.
— ¿Y por dónde lo meterá, payaso?
— ¡Ya encontraré un agujero!
— ¡Basta! ¡Acabamos de empezar y esto no lleva a ningún sitio! Si teníamos algún lector, estoy seguro de que lo acabamos de perder ahora mismo. Ayúdeme a arreglarlo, Cross. Explíqueme qué ha hecho durante el día.
— Pues hoy ha aparecido una mujer de cabello granate que me ha pedido ayuda. Su hija ha sido asesinada y quiere que descubra quién la ha matado. Me ha dado datos del lugar donde se la cargaron, así que mañana iré. A ver qué encuentro.
— ¡Qué coincidencia! Yo estoy trabajando en el mismo caso. Es extraño que, además de a la policía, haya pedido ayuda a un detective.
— Porque no se fía de vosotros. Seguro que más de uno de sus hombres ha intentado tocarle el culo cuando ella menos se lo esperaba. No es fea.
— ¡Por favor, Cross! ¡Es veinte años mayor que usted!
— ¡Escuche, yo sé ver la belleza femenina hasta en mujeres de ochenta años! Los pervertidos que sólo se fijan en chicas de veinte son una panda de novatos. Los pervertidos de verdad también disfrutamos espiando viejas!
— ¿Sabe que lo que acaba de decir podría considerarse delictivo?
— ¿Sabe que su cara también es delictiva y yo no digo nada?
— ¡Váyase a tomar por culo de una puta vez! ¡Ya está, lo ha conseguido! ¡Me voy a dormir, no quiero saber nada más de usted!
Gutts entra en casa cabreado, cerrando con un fortísimo golpe. Cross se acaba el cigarro, sintiéndose realizado. A los pocos minutos, entra en su piso.
ESTÁS LEYENDO
Los destrozos dialogados del KCPG: LocuCross
HumorKyle Cross, un detective privado de 34 años, casado y con una hija, obsesionado con los tampones y que vive separado de su mujer por haberle pegado una bofetada durante una pelea. Peter Gutts, viudo y sin hijos, su vecino y el inspector de policía m...