5.38 h
La paz, la noche y el silencio se reúnen en casa de los protagonistas. Los pisos están llenos de oscuridad y vacíos de vida. Son dos cámaras anecoicas que permanecen en silencio, esperando a sus amos. Éstos finalmente aparecen, hechos polvo. Gutts ha perdido su gabardina y los pantalones están desgarrados. La camisa está llena de agujeros, a través de los cuales se divisan heridas que se repiten en brazos y piernas. Va muy sucio y ha perdido el sombrero. Lleva en brazos a Cross, que todavía está peor que su compañero. Sus tejanos están tan destrozados que se han convertido en bermudas. La camiseta se aguanta por un hilo y sólo conserva media gabardina. Cansados, ambos se sientan en el primer escalón de la escalerilla.
— Joder, tú. Toda la tarde y toda la noche corriendo —dice Cross, con un fingido buen humor.
— Ha sido culpa suya. Y punto —responde Gutts, jadeando.
— No lo creo. Aquella cosa ha venido a recibirnos nada más pisar el callejón y desde el principio se le veían intenciones asesinas.
— ¿Quién ha sido el primero en atacar?
— ¡Oiga! ¡Yo sólo le he lanzado un tampón en señal de paz!
— ¿Pero usted es imbécil? ¿Cómo coño le lanza un tampón en señal de paz a una bestia hecha de SANGRE MENSTRUAL? ¡Es como si yo saludo amistosamente a un judío gritando el Sieg Heil!
— Bueno... De acuerdo, lo acepto. En realidad era para ver si el tampón la absorbía entera y se acababa esta historia.
— ¿Pero usted es imbécil? Un tampón no es capaz de aguantar aquella cantidad se sangre.
— Escuche, si hemos acabado así es porque usted me ha dejado tirado. Se debería de haber quedado conmigo y disparar los dos a la vez.
— ¡Usted definitivamente es imbécil! ¡Si le he vaciado el cargador en la cara! ¡Los dos lo hemos hecho! Y la malparida no se ha movido ni un centímetro. Normal que comenzara a correr al ver que venía a por nosotros. El problema ha sido usted, que no es capaz de seguir el ritmo del Toro.
— Eso no se lo niego, pero hemos acabado peor de lo que estaba planeado. El KCPG es un fracaso absoluto como equipo. A los tres minutos de encontrarnos con el enemigo ya estábamos corriendo como locos. La madre que la parió, nos ha tenido 13 horas huyendo.
— Como nos haya seguido hasta aquí, juro que lo utilizo a usted de escudo humano. No entiendo cómo accedo a meterme en estos líos. Hacía tiempo que no acababa tan cansado. Si no nos hemos escondido en todos los contenedores de la ciudad no nos hemos escondido en ninguno.
— No nos ha seguido, de eso estoy seguro. Bueno, Gutts, yo estoy reventado y tengo sueño, nos veremos mañana. ¿Lo ayudo a subir las escaleras? – dice Cross, levantándose.
— Juro que mañana iré a casa de aquellas putas y las mataré a ambas —responde Gutts, levantándose como puede.
— No lo haga, hombre, que usted es policía. Mañana tómese el día libre y descanse. Yo me encargaré de investigar.
— ¿Qué hará?
— Hablaré con el autor de esto. Estoy hasta los cojones de que me meta en tramas estúpidas y sin sentido. Con este cuento se ha pasado. Le exigiré que me ayude a solucionar esta situación. Si no lo hace, como protagonista que soy, me negaré a continuar la historia.
— Bien hecho. Que aprenda ese niñato. Espero que este cuento sea un fracaso y que la señorita Bryn ni siquiera llegue a leerlo nunca. El cabrón que ha escrito esto no se lo merece. Venga, va, ayúdeme a subir.
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Los destrozos dialogados del KCPG: LocuCross
HumorKyle Cross, un detective privado de 34 años, casado y con una hija, obsesionado con los tampones y que vive separado de su mujer por haberle pegado una bofetada durante una pelea. Peter Gutts, viudo y sin hijos, su vecino y el inspector de policía m...