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Para los ojos de los demás él era un chico normal, pero es que ellos solo entregaron dos segundos para ver su exterior y no las horas para apreciar su interior.

El era infantil, lo admitía con orgullo. 

Era un soñador, otra cosa que amaba de él.

Cuando la luna llegaba al máximo punto el se pasaba toda la noche mirando las estrellas recordando su infancia, inventando historias. 

Y cuando el sol salia el podía pasar todo el día sonriendo como si no estuviera cansado.

A pesar de tener el cuerpo de un adolescente, el poseía el alma de un niño.

NeverlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora