Capitulo 9

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  -Emm... no-el color se me subió al rostro al haber sido descubierta en mi análisis visual de aquella maravilla que era su rostro.
Después de un silencio incómodo, en el acomodo de ideas, nuevas sensaciones y miles de cosas que hacían que mi estómago se moviera, una luz llegó a mi razón y pudo conectar con mi lengua y hacer salir mi voz.
-Amm... me decías que Chris había aceptado. ¿Cuándo sería?-dije.
-Bueno, si quieres, mañana mismo-comentó, animado.
-Mañana... ¿Pero qué tal si le dan a Ally el trabajo?
-Buen punto, entonces sería quizá hasta el domingo-reflexionó.
-No falta mucho, de todas formas-dije, sabiendo que mañana era viernes.
El mozo llegó y colocó los platos delante de nosotros. El olor a queso fundido de la lasaña se adentró en mi nariz y mis tripas rugieron. La sonrisa de Lauren apareció fugaz en sus labios y el rubor tímido en mis mejillas.
Mientras comíamos saqué varias fotografías del lugar y justamente como la vez anterior, el rostro de Lauren apareció furtivo entre algunas. No sabía qué pasaba, no sabía por qué cada vez que ella hablaba me maravillaba tanto, no sabía tampoco por qué cuando me miraba algo se removía en mi estómago, ni tampoco sabía por qué cuando mencionaba mi nombre me sentía especial. Eso me obligó a pensar en Allyson y sin saber tampoco por qué, me sentí culpable de pronto.
Todos mis intentos por hacer que ella no pagara mi comida fueron en vano.
-Soy una caballera-terminó por decir y antes de que yo le refutara algo tendió el dinero sobre la mesa.
Me llevó de regreso hasta el departamento de Ally, mientras que la fierecilla rogaba encontrar alguna manera de extender el tiempo y si era posible hacerlo parar. Aquello me daba miedo, por que yo también lo deseé.
Cuando llegamos, ella subió conmigo, encaminando sus pasos junto con los míos.
-Espero que a Ally le hayan dado el trabajo-musité, mientras mis pies medio cansados, subían desganados los escalones del edificio.
-Yo también. Sueña con eso desde hace tiempo-concordó.
-Exacto, sé que la haría bastante feliz estar dedicando su tiempo a algo que le gusta bastante hacer-sonreí.
Abrí el departamento y oí el chasquido de la llave al quitar el seguro, entonces Lauren siguió mis pasos y se adentró también. Una rara combinación entre la extrañeza y la emoción creció repentinamente en mi fuero interno.
Me le quedé mirando cuando cerró la puerta.
-Son las tres treinta, seguro que le dieron el empleo-dijo, observando el reloj que colgaba de la pared.
-¿Tú crees?-pregunté, mientras sentía a la fierecilla celebrar de emoción y no precisamente por una buena razón.
-Sí, ¿te molesta si la espero?-preguntó, jugando con una manzana que había tomado de algún lugar en la cocina.
-No, por supuesto que no, siéntate.
La fiera celebró aún más, el tiempo con Lauren se me había expandido, al menos hasta que Ally llegara. Esa última idea no le agradó del todo a la fierecilla.
El día terminó, Ally había llegado pasadas de las cinco de la tarde anunciando jovialmente su nuevo empleo y Lauren, luego de tres horas se había marchado. Ahora yo me encontraba recostada en la cama, mirando el techo de nuevo, como en la noche anterior; haciendo un análisis del día trascurrido y trayendo a mi mente aquel perfecto rostro, maravillándome al recordarlo.
Rebusqué entre las amarillas hojas de aquel grueso libro de anuncios un buen laboratorio para imprimir las fotos que había tomado ayer. Ally había partido temprano a su empleo y llegaría tarde, así que tenía que buscar alguna manera de pasar el rato.
Refunfuñé para mis adentros por no entender nada de lo que me mostraba el libro y me pregunté entonces cómo podría encontrar el laboratorio si no sabía siquiera leer el anuncio. Definitivamente tenía que aprender italiano. Aquella idea me hizo pensar en Lauren y reí como tonta al recordarle. Pero eso abrió paso una pregunta que me hizo fruncir el ceño... ¿Por qué?
Sin embargo, no era tan tonta como para no entender absolutamente nada de ese anuncio, me ubiqué un poco al distinguir las imágenes y garabateé la dirección en un papel de aquel lugar que parecía ser lo que yo buscaba.
Salí del departamento con la dirección en mente que afortunadamente había encontrado en la guía, mientras trataba de acomodar mi cámara fotográfica en el morral color verde olivo que cruzaba por mi pecho. Mis pies siguieron caminando entre tanto que intentaba introducir toda la cámara y de pronto mi andar se vio interrumpido al chocar con otro cuerpo.
-¡Lo siento!-dijimos ambos al unisóno.

  


Levanté la mirada y me topé con un bello rostro meramente inmaculado. Su piel llana y pálida hacía lucir oscuros sus ojos, sin embargo poseían un hermoso color castaño oscuro. Sus labios rellenos y rosados se estiraron y formaron una bonita sonrisa curiosa.
-Hola-pronunció.
-Hola-dije, medio atontada por el bello rostro juvenil que tenía justo enfrente.
-Perdóname. Es que soy un poco distraída-musitó, ligeramente ruborizada.
-No, no; la distraída soy yo-dije y luego me reí.
-Soy Dinah Jane-me estrechó la mano.
-Camila -me presenté.
-Eres americana-adivinó.
-Sí, California, de allí vengo.
-¿En serio? Yo nací en Miami. Soy Americana ; pero con raíces europeas y polinesias-explicó.
Ahora había entendido entonces, por qué me había hablado desde un principio en español; pero luego dirigí la mirada hacía la puerta del departamento en el que ella iba a introducir la llave antes de que yo le chocara.
-¿Vives aquí?-balbuceé, al captar el trío de números que formaban el trecientos ocho.
-Sí, con mi tía; te dije que tenía raíces europeas.
La vieja gruñona con la que Ally me había dejado la llave de su apartamento era tía de la linda muchacha que me sonreía en este instante. Abrí los ojos ante la sorpresa.
-¿Eres sobrina de la señora Montórfano?-inquirí.
-Sí, ¿la conoces?
-Sí, bueno no-dije y su expresión pasó a ser una mueca de confusión-. Mi amiga me dejó la llave de su departamento aquí y sólo pasé a recogerla, de allí conozco a tu tía-expliqué.
-¡Oh! ¿Eres tú la linda chica que se mudó con Allyson?-preguntó, como si hubiese completado un rompecabezas en su memoria.
-Sí y... gracias por lo de 'linda'.
-Oh, bueno, eres linda-musitó y se encogió de hombros-. ¿Vas a algún lado?
-Sí, a un laboratorio de fotografía. ¿Sabes dónde queda la calle Squero de San Trovaso?-pregunté, mirando el papelito arrugado en mi mano y tartamudeando al leer el nombre de la calle.
-Sí, es cerca de uno de las canales hacía el norte.
-¿Está muy lejos?
-No, puedes ir caminando; son como cinco cuadras de aquí.
-Oh, gracias.
-Puedo llevarte si quieres, tengo auto-ofreció.
-No, gracias, hoy caminaré, tengo tiempo de sobra-musité con aplomo.
-Oh, está bien, ¿puedo invitarte luego un café? Para conocernos, digo, vamos a ser vecinas-se encogió de hombros un tanto avergonzada y ligeramente ruborizada.
-Claro, me encantaría.
-Hasta luego, entonces.
-Hasta luego-dije-. Oh, y grazie mille-murmuré lo que había aprendido de Lauren el día de ayer, cuando agradeció al mozo.
Dinah me sonrió.
-Di niente, bella ragazza-pronunció.
Me ruboricé un poco y le dije adiós con la mano; luego bajé las escaleras y me encaminé por las calles de Venecia esperando encontrar lo que buscaba.
Luego de unos minutos y de contabilizar mentalmente las cinco cuadras que Dinah me había mencionado, miré hacía el pequeño recuadro blanco ubicado en el muro externo del último edificio de la cuarta calle: Squero de San Trovaso. Sonreí satisfecha al haber acertado en mi búsqueda. Tenía la calle, pero aun me faltaba el laboratorio, decidí caminar hacía la izquierda, en donde los números ascendían, tenía que encontrar el doscientos treinta y siete.
Afortunadamente lo encontré, además de que pude visualizar fuera del lugar el letrero en letras grandes y negras que decía "Photo Lab". Eso hasta un torpe puede entenderlo.
Crucé la acera y me adentré en el lugar solitario y oscurecido, solamente iluminado por las luces del exterior que traspasaban por el ventanal, pero aquello no redujo ni un poco los escalofríos.
-¿Hola?-musité, esperando a que alguien en el oscuro lugar me respondiera.
-¡Tonta máquina!-gruñó una voz fina y delicada que salió de detrás de los almacenes. Una voz de mujer.
Me quedé pasmada, y mis pies se quedaron congelados en el mismo lugar en donde se habían parado.
-¿Hola?-murmure un poco temerosa-

El Manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora