Recuerdo que en la calurosa ciudad donde vivo, la mayor parte de mis recuerdos están acompañados por la sensación de película de un aura amarilla del calor presente siempre en la ciudad por sus altas temperaturas. Más este recuerdo en especifico lo tengo presente e un ambiente de un azul parecido al del cielo.
Era invierno, alrededor de febrero, el próximo mes iniciara la primavera. Todos sabíamos que la cómoda época de leve frío en la ciudad terminaría más pronto que tarde.
No recuerdo el día especifico, pero sé que las calles se encontraban vacías puesto que era temprano en la mañana, podría haber visto mi aliento si no fuera por las maquinarias presentes debido al carnaval. Atracciones a las que solía estar atraídas a subirme más ahora pensar en ello me causa un sentimiento de pereza.
Tenía un ensayo debido a una presentación que haría mi Academia de baile en la noche del mismo día. Habría mucha gente pero ese aspecto parece importarme menos, de todas maneras nunca veo los rostros de las personas que están observándome bailar a mí y a mis compañeras de la academia.
El auto estaba estacionado a varias cuadras de donde se estaba llevando a cabo el ensayo, recuerdo que era un día nublado y el frío hacia adolecer mis rodillas al caminar de camino al automóvil color verde que mi mamá posee.
Eventualmente llegamos hacia esa calle, logré fijarme en el letrero indicando el nombre de esta calle mientras me quejaba con mi mamá acerca de lo lejos que había estacionado el auto de donde fue el ensayo haciéndonos caminar más de lo necesario.
El nombre de la calle era Ignacio Allende, en honor al personaje histórico de México, por lo que nombraron a esa calle en su honor. Una calle ubicada en la orilla de uno de los centros turísticos más atractivos de la ciudad en la cual vivo desde hace más de seis años.
Era una calle en la que para caminarla tienes que ir de subida, y tiene en total dos hoteles en la cuadra en la que mi mamá y yo nos encontrábamos. Pero al pasar frente al primero a paso lento lo vi a él.
El hotel era relativamente pequeño, como esos en los cuales los turistas no se quedan muchos días. Contaba con un restaurante de decoración ecologista a su lado, con una pequeña mesa para dos frente a la puerta de tal restaurante.
En esa mesa el estaba.
Al chico que al verlo sentí unas mariposas en mi estomago, su sola presencia hacia sentir el cielo nublado sobre mi cabeza se sintiera como un día de picnic en la pradera.
Probablemente el nunca sabrá de mi existencia, o simplemente no recuerda a la chica que al pasar junto a el sintió una chispa que alegró su día, pero de algo que estoy segura que incluso no sabiendo su nombre, pensar en él me hace extremadamente feliz.
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El chico de la calle allende
DiversosUn corto pero especial encuentro con alguien con quien sentí una chispa, aunque no se su nombre, sé que el nunca sabrá de mi existencia.