capítulo 2

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Y en un mundo en movimiento, el virus propaga. Los estragos en los portadores son cada vez más notables... ya es fácil identificarlos a simple vista... pero aun así, no todos lo creen. Y permanecen con los ojos cerrados, vagando entre la ignorancia o la incredulidad.

La mañana se te pasó lenta, nunca te gustó estar en un edificio clínico, no, si no estás laborando.

-Te lo dije, todo está bien, solo es el cansancio acumulado.- le aseguraste al ingresar al elevador de la torre médica donde acostumbraban atenderse.

-Nada está descartado, Kagome. Hay que esperar resultados.- te dijo con su característica frialdad, a estas alturas ya estabas acostumbrada y habías notado también, preocupación y cierta molestia por tu ligereza en el asunto. Sonreíste cuando colocó su fuerte mano sobre tu hombro, segundo después de presionar el botón que los llevaría al estacionamiento del lugar. Aunque quisiste negarte, él insistió en que te viese un médico, no le gustó verte mal la noche anterior.

-Bueno... y dime, ¿cuándo nos vamos de viaje?- cambiaste de tema por uno más grato. Amabas a tu esposo, pero últimamente ambos se habían mantenido demasiado ocupados, necesitaban un descanso; es lo que siempre decías.

-El siguiente fin de semana...- te dice y sonríes -...este me será imposible.

-Bien, me dará tiempo para ir de compras- le aseguras y mantienes la sonrisa, confías en él, nunca te diría nada que no pensara cumplir, era una de las tantas cosas por las cuales lo amabas.

El elevador se detiene y observas su perfil al alzar tu vista, muerdes tu labio y deseas besarlo... sabes que será imposible, no en un lugar público, él jamás lo haría.

-Vamos- te dice y te sonrojas cuando sus dorados ojos se fijan en ti. Asientes y ambos salen del reducido lugar.

Caminan varios metros en el casi obscuro estacionamiento subterráneo... él saca las llaves y desactiva la alarma del auto.

-Mira- le dices en voz baja al estar a su lado -¿qué crees que ocurra allá?- cuestionas y tu voz se torna preocupada.

Varios metros adelante puedes ver cómo la gente comienza a reunirse alrededor de un auto, achicas los ojos y te parece ver a una persona en el interior. Al parecer está en problemas, lo deduces al ver cómo las personas lo ven y se voltean a ver preocupadas unas a otras. Nadie hace más.

-No es asunto nuestro. Vámonos, Kagome.- su fría voz atrae tu atención. Esta vez tanto tu instinto médico como tu curiosidad, te obligan a ir.

-No. Puede necesitarme.- dejas claro y te acercas de prisa, casi corres. Lo dejas atrás y no puedes ver su rostro molesto y su decisión al seguirte.

-¡Alguien llame a los paramédicos!- escuchas el grito de una mujer al momento de llegar. Estabas en lo cierto, el sujeto necesita ayuda, o eso pensaste.

-Yo soy médico, denme espacio.- informas y ordenas al acercarte a la puerta del piloto.

Los curiosos, que ya son casi una veintena de personas, se apartan un poco.

-Dios, se está convulsionando.- te sorprendes, analizas rápidamente la situación, la persona aún está sujetando el volante del coche con fuerza, su rostro está completamente fruncido y no escuchas esa especie de gruñidos que se escapan por sus labios, sus ojos comenzaban a emblanquecer... fue un error atribuir eso a convulsiones.

Abres la puerta y producto de eso la persona reacciona bruscamente, se tironea hasta ti, pero el cinturón de seguridad le impide alcanzarte. Te aterras por un segundo, pero tu profesionalismo te incita a mantenerte serena.

Horas de AngustiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora