Tus dorados y fríos ojos vieron con horror la realidad, afuera el accidente. Un auto había chocado contra otro, eso provocó el estruendoso ruido que los alertó, de no haber sido por eso, todo los hubiese tomado desprevenidos. En segundos tu cabeza ordenó todo y te diste cuenta de tu error. No era ficción. En verdad estaba pasando.
Una persona baja del auto estrellado y producto de la explosión, la misma se incendiaba y eso no parecía dañarla. Negaste por un momento, eso iba más allá de lo que tu imaginación te permitía aceptar. Metros atrás de ese insólita escena, en la casa de uno de tus vecinos se alcanza a apreciar el caos... veloces criaturas corren y derriban a esas curiosas personas que habían salido a ver el accidente. Realmente está pasando. Te das cuenta.
-Sessh...- la escuchas llamarte y sabes del riesgo que corren. No hay tiempo, te han visto.
-¡CORRE KAGOME!- le gritas y es la primera vez que haces tal cosa. Ahora ambos están en peligro... pero no temes por ti, temes por ella. Tu debilidad.
Observas sus asustados ojos y no es capaz de moverse -¡CORRE!- vuelves a gritar y la ves reaccionar aterrada, corres tras ella. Has visto la velocidad con la que esos seres se mueven. No hay tiempo.
En cuestión de segundos ocurre, escuchas el cristal de tu ventana quebrarse e instintivamente te detienes, volteas, vas a protegerla. Kagome es tu vida.
No los dejarías sorprenderte, lo decidiste, no ibas a perder; ni siquiera el hecho de ver a la mujer que había sido su vecina durante el tiempo que llevaban viviendo en esa casa, convertida en otro ser, logró perturbarte. Tu decisión estaba tomada. No morirían.
-¡SESSHOMARU!- escuchas el grito aterrado de Kagome, volteas a verla, pero está bien, ella también teme por ti, vuelves tu atención a ese ser que parece analizarlos, pues se ha quedado inmóvil, descartas la idea cuando en una fracción de segundos corre a ti. La fuerza fue tal que no pudiste mantenerte en pie, caíste con ella sobre ti.
-¡!SESSH!- la escuchas gritarte, quisiste decirle que corriera, pero Kagome no se iría, la conoces... el ruido solo los atrae. Luchas.
No la verás morir.
Su fuerza es sorprendente. Ves el rostro desfigurado en odio de la mujer que yace casi sobre ti, también observas sus ojos blancos y las delgadas venas rojas los recorren en la superficie, su cuerpo huele a muerte, su piel es fría y observas sangre seca que una vez brotó de su nariz. Se ve diferente, no había mordidas como acostumbraban argumentar como fuente de contagio. Tu fuerte y blanca mano se encaja en la rugosa y ceniza piel del cuello del despiadado ser. Sangre que comenzaba a coagularse resbala por tu mano y por tu rostro. Has logrado inmovilizarla. Ya no escuchas a Kagome. Tu impotencia crece, y con ella, la presión de tu mano, en un segundo, el ser pierde fuerza, su cabeza se ha ladeado. Su cuello se rompió. Te la sacas de encima y la dejas caer a un lado tuyo... las extremidades todavía se mueven e intenta tocarte, pero ya no es capaz de levantarse.
Alzas tu vista y ves a Kagome llorar.
-Vamos- le dices y la tomas de la mano, ambos corren al segundo piso. La llevas al final del pasillo, jalas la pequeña cadena y las escaleras bajan... el ático es tu mejor opción. -Sube- le dices y le ayudas, Kagome tiembla.
Ella está por llegar arriba y tú inicias a subir... en ese momento, un gruñido casi bestial resuena desde las escaleras principales. Te detienes y esperas, sabes que un segundo más estarán sobre ustedes.
-Sube- te suplica en voz baja.
-Dame espacio Kagome- le dices, te asomas al interior de obscurecido lugar y alcanzas a apreciar lo que necesitas. Lo tomas y tu mirada baja al inicio del pasillo y el final de las escaleras donde ese ser ya te observa. Naraku alguna vez fue tu vecino, una persona con la que solo cruzaste un par de palabras. Bajas y apenas colocas un pie en el alfombrado suelo, él corre sobre ti... ya no te tomarán desprevenido.