Ella empezó la rutina mañanera como un día cualquiera.
Salió de la cama adormilada, dejando allí a el hombre que le había hecho el amor la noche antes, el amor por llamarlo de alguna forma calificativa porque eso mas que amor, fue sexo salvaje.
Se dispuso a asearse, una ducha fría le sentaría bien a su cuerpo dolorido, de placer. Cogió un par de toallas, para el pelo y cabeza y las dejó sobre el lavabo, se quitó la única prenda que llevaba, unas bragas de encaje negras de women'secret y abrió el grifo, que empezó a gotear agua fría a borbotones. Entró en la ducha, renegada por el contacto helante del río que se iba por el desagüe. Dio un paso al frente y su pelo empezó a mojarse y el agua caía deliciosamente por sus pechos, espalda, culo, piernas y demás miembros. Se puso champú en el cabello y antes de aclarárselo y abrir los ojos, algo la presionaba por detrás, algo duro y alegre, de verla.
Se enjuagó la cara, mientras que notaba una mano por debajo, adentrándose en ella lentamente y acariciando su más sensible parte.
- Que delicia de despertar, le susurró al oído con voz ronca y sensual. Estaba lista para él, un simple contacto efímero hacía ponerla a cien. Ese hombre conocía su poder y lo sabía aprovechar demasiado... bien.
La giró con un rápido y ágil movimiento en la que se la subió a horcajadas y entró fuerte en ella, bajo el agua fría de la ducha. La tenía aprisionada contra la pared, pero no le importaba, marcaba un ritmo lento y eso para ella era una dulce agonía con promesas de placer. Intenso y suave, entraba rápido pero salia lentamente, saboreando cada roce, dejándola a ella sin aliento, con el tembleque de las piernas a su alrededor. Ese hombre moreno, guapo, loco y fuerte era demasiado poderoso en lo que a su cuerpo respectaba. Bajo el abismo de un "quiero más" la subió sobre sus hombros dónde el placer de su sonrisa quedaba a la altura exacta. Sólo el sabia qué y cómo hacerlo para volverla loca, ahí.
Con los ojos llenos de deseo y lujuria ella pedía a gritos el fin de su dulce y placentera tortura pero el no quería parar hasta hacerla correr, de pasión. Bajándola, exhausta, aún pedía más, Insaciable es la palabra señorita, le dijo. Mi turno, respondió ella. Y con dulces besos de su boca recorrió cada surco de la piel de su amante, bebiéndose cada gota de agua que le caía de forma tan sexy por el torso, el espejo hacia encontrarse las miradas bajo el frío torrencial de la ducha. Deseo y pasión llamaban a la puerta, ella y su mirada pícara y tentadora. Agarrando fuerte la erección se la introdujo en la boca suave... Sabía bien. El ritmo era placentero y el ardía de deseo hasta correrse sobre los firmes pechos de ella. Volvió a incorporarse pero el la giró dejándola de espaldas, a merced suya. Tras manosearla por completo se decidió a metérsela, suave, inclinándole la espalda un poco para mejor acceso, el ritmo subió de nivel, esta vez era rápido, tanto que ella se aferró a la ducha cómo pudo con un grito desolado en el que el abismo estaba cerca.Y sobre el plato de ducha cayeron los dos rendidos de placer, Que delicia de despertar, dijo ella en tono picarón, con una sonrisa de oreja a oreja que abrumaba a cualquier loco enamorado.