· Capítulo VIII | Perfume ·

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And I can't tell you why because my brain can't equate it.

Tell me your lies,

'cause I just can't face it.

iT's YoU (ZAYN)

                                                        

Harry despertó con una sonrisa en los labios. 

Su sueño dejaba pantallazos semitransparentes en su memoria, que de a poco se superponían con el aroma de Louis; aquel perfume que Harry había añorado tanto sin saberlo y ahora finalmente podía tener. 

No era tan claro como la tarde anterior. No era un perfume desesperado, abierto como un campo despojado de árboles, ofrecido entero a una brillante luna llena. Louis había tomado sus supresores antes de dormir; no tomarlos no era una opción porque recuperarse después de ello era no sólo trabajoso, sino también probablemente desequilibrante para su organismo. Sin embargo, a pedido de Harry, había reducido la dosis, aunque en verdad no parecía muy feliz de hacerlo. 

Ahora, Harry no había despertado con la imagen tras los párpados de un impactante cielo nocturno, sino del lila celeste del atardecer, de un cielo en el que la tímida luna prevalecía apenas distinguiéndose de las nubes.

Estiró el brazo en la cama, hasta encontrar a Louis, y lo acercó a él.

Mmh-uén día —balbuceó sobre su coronilla.

Louis sólo hundió más fuerte la nariz en su piel. Respiró hondo, guardándose su olor, y Harry se sintió un poco menos patético al hacer lo mismo: acariciar suavemente su cabello con el mentón, liberar gotitas de perfume para que se le peguen en la piel. No duraría ni siquiera hasta el almuerzo, Harry lo sabía, porque él era Alfa y su perfume tendía a cubrir todo lo demás. Pero si acaso sobrevivía al desayuno, Harry lo llamaría un buen día.

—¿Es muy tarde? —preguntó Louis, con la voz ronca.

Harry debió esforzarse duramente para despegar los ojos. Los días comenzaban a acortarse, pero no lo suficiente para que el sol no trasluciera a través de las cortinas a esa hora.

—Las ocho —explicó.

Louis protestó hundiéndose todavía un poco más en él. Balbuceó quejas sobre su piel, pero Harry no pudo entenderlo sacudido por las cosquillas. Se encogió alejándose suavemente y cuando miró a Louis, se veía orgulloso de aquella pequeña tortura.

—Te decía —dijo Louis, y su voz seguía siendo pegajosa, pero había recuperado ahora el color dulzón—, que tengo clase en una hora. Deberíamos levantarnos.


Muchos betas ya estaban despiertos cuando bajaron al salón veinte minutos después. Los más cansados bebían café en la mesa grande, pero otros más madrugadores—por algún motivo, Niall entre ellos— miraban las noticias en el rincón del tele.

—Yo prepararé el café —dijo Louis todavía luchando por despertarse del todo.

Se perdió por la cocina arrastrando los pies y Harry lo observó mientras se dejaba caer en uno de los puffs. En las noticias no dejaban de hablar de las presidenciales de ese año, y Harry no entendía por qué estaban todos tan interesados en algo que influiría tan poco sobre sus futuros, hasta que vio a la reportera: cinco betas babeando, incapaces de tomar el desayuno, por una humana cualquiera en el tele.

Harry rió por lo bajo, se desparramó mejor en el puff y cerró los ojos. 

Cada vez que alguien entraba o salía de la cocina, el olor del café y las tostadas se acercaba lenta pero insistentemente, pero Harry olía todavía más que eso. Sentía los nervios de su beta estudiando para una clase, la ácida ansiedad de Lily que procuraba camuflar con cordiales sonrisas, y el nostálgico perfume de crayones con los que su mejor amigo no pintaba desde que tenían 8 años.

La Maldición del Heredero (+18) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora