Capítulo 8

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Megan llegó a su habitación después de sus clases regulares y una nota debajo de la puerta la aguardaba

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Megan llegó a su habitación después de sus clases regulares y una nota debajo de la puerta la aguardaba. Olivia estaba sentada en su escritorio y cuando su amiga preguntó quién la había dejado solo guiñó un ojo. Al interior de la carta una caligrafía perfecta la citaba en el parque central. Por un momento, deseó que fuera Kaylee con quien se encontraría, sin embargo conocía la letra a la perfección y eso era algo de lo que su novio se había encargado en los últimos años.

Rebuscando en su armario, la chica tomó un vestido color uva y lo deslizó sobre su cuerpo esbelto y tonificado por el ejercicio, a pesar de las insistencias de Olivia, decidió no ponerse pendientes y en su lugar, simplemente lucir un collar esférico de plata con un grabado excepcional que solía pertenecer a su madre. Recordaba bien el día en que ella se lo había dado, arrancándolo de su cuello con brusquedad cuando los hombres de blanco la arrastraban a través de la puerta, seguidos por sus tíos.

-No me olvides, mi niña –le había dicho antes de desaparecer del otro lado del umbral y Megan se había quedado sollozando con la piedra en sus manos.

Después de ese día, Megan no se había atrevido a usarlo pero creyó que esta ocasión era especial y Jason lo ameritaba. Fuera cual fuera su situación con él, quería arreglarlo de la mejor manera posible y estaba dispuesta a hacerlo.

Cruzó los jardines del edificio, con cuidado de no romper sus tacones y finalmente llegó al parque. Cientos de margaritas rodeaban el quiosco en donde se encontraba Jason, esperando a su novia con un ramo de petunias

rosas en su mano, sus favoritas. Una mesa con una botella de vino rosado y empanadas de salmón fueron suficientes para hacer de ese el mejor almuerzo en la vida de la chica.

-Esto es perfecto –comenzó agradeciendo.

-Tú eres perfecta, Megan –dijo Jason mientras tomaba su mano y se dirigían al automóvil.

Fue un largo recorrido hasta una cabaña a las orillas de la ciudad, pero valió la pena cuando al entrar los ojos de Megan brillaron bajo un centenar de velas encendidas. El aromatizante le daba al lugar un dulzor embriagante y era justo a tiempo para presenciar la maravillosa puesta de sol en unas horas.

-Vamos a nadar –dijo Jason antes de comenzar a desprenderse de sus prendas.

-No he traido traje de baño, Jay –confesó.

-Eso no será un problema –le alcanzó una bolsa que en su interior contenía el más hermoso traje de baño que Megan hubiera visto.

Meg se metió al baño a cambiarse la ropa y se maravilló al ver la hermosa figura que su nuevo regalo le formaba. Un top de tirantes negro de terciopelo que se ajustaba con un lazo, a juego con su bikini.

Salió de la cabaña y dio con un pequeño lago en el que Jason parecía estar divirtiéndose mucho. De un saltó ingresó al agua y nadó hasta un inflable en forma de neumático que yacía flotando en una orilla lejana. Como pudo se subió a este y se sentó en él cual silla de relajación. Jason consiguió otro y después de subirse, remó hasta quedar a la par de Megan. Se aventaron agua y

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