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Mi vestido ya no era blanco, estaba acompañado por lodo.


Las manos de Lunares son tan suaves, sus nudillos estaban algo golpeadas.


Corríamos hasta llegar una cabaña, nunca vi a Lunares tan cerca... Su cabello oscuro le cubría parte de sus ojos, su tez era tan blanco como un papel, era tan alto que aveces molesta... Pero nunca sonríe.

“Sonríe” me crucé de brazos.

“Qué patética... Por eso me gustas” sonríe.


Y sí, sus tienes no eran perfectos... Pero eran lindos. Lunares me gusta, no sólo por su patético humor, tampoco porque me salvaba de las píldoras... Sino porque él pudo ver alguien en mí, me quiso sabiendo que dibujaba trazos sobre mi piel, me eligió sabiendo mi loca obsesión por el café amargo.

Silence.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora