Caleo

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Leo se encontraba a bordo del Argo II reparando algunos detalles que le faltaban para llevar a cabo su plan.
Tenía miedo, pero sabía que era él, quien tenía que derrotar a Gea y si todo salía como pensaba no moriría y lo más importante, volvería con Calipso, aquel pensamiento era el que lo impulsaba a hacer aquello y el que le daba esperanzas de lograrlo.
Estaba muy agotado y tras terminar los detalles cayó en un profundo sueño con aquel pensamiento de su amada aún rondando por su mente.

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Se encontraba en un pequeño velero a la deriva y a lo lejos en una pequeña isla se podía divisar a una chica haciendo señas para que se apresurara, su corazón dio un vuelco, era ella, era Calipso.
El velero llegó a su destino, Leo aún no había terminado de bajar cuando la chica se lanzó a sus brazos, pudo sentir ese peculiar olor a canela que la caracterizaba.
La chica estaba tal cómo Leo la recordaba, su trenza de lado y su vestido blanco estilo griego.
Deshicieron el abrazo, cruzaron sus miradas y sin decir una sola palabra se fundieron en un delicado beso pero que demostraba cuánto se hacían falta el uno al otro, Leo bajó las manos a la cintura de Calipso y ella lo tomó suavemente del cabello para acercarlo más a sí, el chico amaba el sabor de los labios de ella, eran de un sabor único, bueno, no es que él hubiera besado a muchas chicas antes pero aún si así hubiera sido los de ella serían sus favoritos.
Se separaron por falta de aire, y ella lo miró profundamente con esos ojos que el tanto amaba.

-Te he echado mucho de menos- dijo Calipso con tono de preocupación-. Prometeme que regresarás. ¡Prometelo Valdez!

Leo estaba estupefacto, no sabía lo que estaba pasando, la chica se fue desvaneciendo como la niebla y se alejaba cada vez más.
No. No era ella. Era él que se estaba alejando de la isla como si una fuerza invisible lo estuviera jalando fuera de ahí, apenas pudo escuchar lo que dijo ella pero no le dio tiempo de responder, por lo menos no en ese momento.

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Despertó con un sobresalto, aún sentía el sabor de sus labios en los suyos y su delicioso olor a canela. Fue tan real, abría jurado que en verdad hace unos segundos había estado ahí con ella y escuchado su hermosa voz decirle que le prometiera que regresaría.

-Volveré por ti Calipso, lo juro por el río Estigio!- murmuró antes de quedarse dormido profundamente de nuevo-.

Mientras tanto en algún lugar del Olimpo, cierta diosa del amor cuyo nombre no diré pero empieza con A y termina con frodita, sonreía complacida al ver que su plan había dado el resultado que había esperado, el joven semidiós se encontraba más lleno de esperanza y renovada energía para su enfrentamiento con la madre tierra.

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