Llevaba unas 8 horas en casa, después de haber pasado una semana en Londres solo me apetecía descansar, así que estaba en el sofá viendo mi serie favorita y tomando una taza de café.
No quería pensar en Antoine, por lo que estaba continuamente haciendo cosas: leyendo, pintando, viendo la televisión... Pero sabía que en algún momento tendría que enfrentarme al hecho de que se había acabado.
Yo le quería, por supuesto que lo hacía, pero él no estaba por la labor de escucharme. Paulo y yo no tuvimos nada en ningún momento, éramos amigos y, aunque era más que obvio que él quería algo más, yo le hice saber que no quería nada que no fuera una amistad.
Todo esto, además ocurrió cuando Antoine y yo aún no estábamos juntos, por lo que no entendía muy bien por qué él estaba tan enfadado.
Mientras seguía dándole vueltas, el sonido de mi móvil me despertó de mis reflexiones
—¿Si?
—María,—era Óliver— ya sabemos quién ayudó a Paulo, o estamos casi seguros. Voy a buscarte con Saúl y nos vamos a casa de Lucas.
—Pero estoy en pijama.
—Bueno pues vístete, estaremos allí en unos...
—Quince minutos.— Completó Saúl que estaría conduciendo.
—¿No podéis simplemente decírmelo por teléfono?
—No. Venga, anda, prepárate, no me seas vaga.—dijo Óliver.
—Vale.—dije alargando la "a"—Gracias por todo chicos.
—Para eso estamos, pequeña.
Sonreí y colgué el teléfono. Después, me di una ducha rápida, me vestí y me recogí el pelo en un moño. Fui al comedor y cuando estaba recogiendo el portátil, sonó el timbre.
Abrí la puerta y Saúl y Óliver me esperaban fuera. Abracé a este último ya que no le había visto desde que me fui a Londres y después hice lo mismo con Saúl aunque le había visto hacía menos tiempo.
Después de un breve trayecto llegamos a la casa de Lucas.
—Hola.—dije y le besé en la mejilla —¿Cómo ha ido la investigación?
—Lo tenemos, o eso creemos.
Me senté en el sofá de color crema y miré a la mesa llena de papeles.
—¿Queréis tomar algo?—preguntó Lucas.
—Yo lo de siempre. —contesté.
—Yo un vaso de agua. —dijo Saúl.
—Yo también. —añadió Óliver.
Unos segundos después Lucas volvió al salón. Dejó una bolsa de patatas en la mesa junto con la garrafa de agua y los vasos. A mí me lanzó la lata de Nestea, la cual cogí al vuelo.
La abrí y como los chicos tardaban tanto en empezar a contarme toda la historia decidí preguntar:
—¿Vais a contarme ya quién ayudó a Paulo? Creo que estoy hasta nerviosa.