Dos

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Adrien

Todos los artistas tienen en común la experiencia de la distancia insondable que existe entre la obra de sus manos, por lograda que sea, y la perfección fulgurante de la belleza percibida en el fervor del momento creativo: lo que logran expresar en lo que pintan, esculpen o crean es sólo un tenue reflejo del esplendor que durante unos instantes ha brillado ante los ojos de su espíritu. Aquel tenue esplendor que es producido por una palabra, una caricia, una melodía, los olores y sabores que modelan ante nosotros por mucho tiempo y sin darnos cuenta lo hemos perdido todo. Al menos eso es lo que me ha pasado a mí.

Mi abuela era también una gran pintora sin embargo, nadie la tomó en serio por pintar sobre el amor y no seguir un método alguno. Recuerdo que tenía tan sólo tres años y fue el día que mi abuela murió. Horas antes de que subiera a su habitación y le diera un infarto me llevó a recorrer un hermoso campo de lavanda, las flores violetas y el aroma de ellas junto a los dientes de león hacía que sintiera la fragancia a flor de piel y cerrara mis ojos para que la brisa me dejase llevar. Recuerdo las palabras de mi abuela mientras le entregué un racimo de flores. "El querer nos mantiene con vida, cualquier persona que dé absolutamente todo hará que la gente vaya a ella sin pensarlo dos veces, sin embargo el que tengamos todo no tendremos motivos para buscar algo y nuestra existencia sin el propósito alguno de luchar por algo nos terminaría consumiendo. Ten, aquí está un Miraculous, es el anillo de la destrucción. Le perteneció a tu abuelo. Eres el indicado Adrien."

Este recuerdo y muchos otros pasaban por mi mente. Plagg había sido un excelente compañero todos estos años y me dejaba pensar en silencio esta mañana de clase. Pues le había dado un enorme pedazo de queso e inmediatamente se quedó dormido en mi bolsillo.
En mi imaginación deambulaba cuando escuché a la profesora decir mi nombre. Fue en ese breve momento en que lo vi. ​Vi al chico que sería mi inspiración para seguir los pasos de mi abuela y no sólo combatir el mal, si no lo que me haría querer para mantenerme con vida. Era mi inspiración, incluso más potente de lo que son mi madre y mi abuela; ambas me han dejado para irse a un lugar mejor. ¿Por qué este chico con una mirada tan oscura y penetrante no quitaba la vista de mí? El chico sombrío y frío hasta el punto de ser ofensivo me veía. Sentí ardor en el estómago. Tenía que ser lo suficientemente maduro para afrontar la situación sin pasar un ridículo. ¿Creía en el amor a primera vista?

El chico rubio claro tenía una melena larga, casi amarilla y brillante como el Sol que estaba meticulosamente peinada de forma que caía atrás y no dejaba rizo despeinado a los lados ni tapaban su frente. Vestía totalmente de gris y negro y la única variación del color era en su rubio cabello peinado tan elegantemente y en sus profundos oscuros ojos azules. Portaba una camisa de vestir gris ajustada que le cubría los brazos largos y solo dejaba a la vista sus manos, una larga y fina corbata negra y arriba de este conjunto un chaleco sin botones. Se veía tan guapo y misterioso. ¿Por qué de la nada dejaba de pensar en Ladybug? Sus ajustados pantalones negros de vestir de franela se mezclaban con sus mocasines negros en un agujero galáctico de oscuridad que succionaba corazones. Todo de un mismo color hacía que pareciera que venía de un funeral. O seguramente es que no existía un color que no fuera gris o negro para él. No podía de dejar de pensar en el sufrimiento por el qué Felix tuvo que haber pasado para que el color desapareciera de su vida. Tal reflexión me causó un horrible escalofrío. Como era posible que la humanidad fuese tan injusta y llena de odio. Por eso me propuse desde que mi abuela murió, liberar todos los akumas y nunca tener egoísmo en mi alma. Tendría que salvar a París del mal; lo he hecho desde ese día.

Cuándo menos pensé el elegante y grosero chico vestido de negro se dirigía a mi asiento. Sentí como en mi vientre se formaba un nudo de nervios terrible y ante su ardiente mirada tuve la "increíble" idea de tan solo voltear al suelo de lo mucho que Felix me intimidaba. Llegó y se sentó, reaccioné y tomé agallas para decir:

-Me llamo Adrien Agreste y en verdad espero que seamos buenos amigos- Le ofrecí mi mano gentilmente y una natural y cariñosa sonrisa. Noté que volteaba a otra parte en la cuál yo no me ubicaba. Repetí lo anterior y volteó a verme

-Mucho gusto. Yo soy Felix- Me lo dijo de una manera tan fría y seria que sus pupilas no se dilataron ni se movieron de manera alguna, sólo lo reprodujo como una vil máquina y rechazó mi mano.

Pensé que era normal que estuviera nervioso así que solo asentí y me rasqué la nuca con una sonrisa para que se sintiera en confianza. Felix notó el gesto y sonrió muy levemente. Estaba logrando que se sintiese cómodo. Coloqué mis manos arriba del escritorio y me dediqué a escuchar la lección de Historia de Francia. El tiempo pasó, y cuando apagaron las luces para proyectar un vídeo sobre La Primer Guerra, lo sentí. Felix. Estaba nada más y nada menos que acercando su mano a la mía para acariciarla gentilmente. Su palma fría y tersa estaba sobre mis manos. Lo frío empezó a sentirse muy caliente. Tan caliente sensación que comprendí porque el fuego altera químicamente a los componentes. Una mano llega a ser no más que un útil pedazo de carne al que dependemos, pero bajo el fuego del amor es capaz de realizar cariñosas caricias que llegan a pasión y nunca son olvidadas. Felix, el chico serio que no supo lo que era el color por mas de seis años estaba tocando mi mano y agarrándola firmemente. Volteé a verlo y estaba tomando notas sobre la proyección. Creía que si disimulaba no me daría cuenta lo que trataba de hacer pero no fue así. ¿Es que la mano de Felix nunca había conocido al amor? Me sentía la persona más grande del universo por haber sentido sus caricias furtivas. Felix que había sufrido tanto, unió mis manos por largo tiempo, y no sólo las yemas de nuestros dedos se acariciaron si no nuestra alma una con la otra. Estaba hablando estupideces de amor sobre una persona que había conocido por menos de un día. Capaz y sólo la puso arriba de la mía por accidente y pensó que era un objeto inanimado muy suave.

El documental terminó y las luces se prendieron. Felix no vio el tiempo pasar y seguía posando su mano arriba de la mía a pesar que ya todos podían vernos. Se percató de esto rápidamente y quitó su mano fría. Nos quedamos mirando fijamente y sentía que el rubor se me salía por las orejas de la vergüenza. Lo vi a él y al parecer también se sonrojó de haber hecho algo tan atrevido. Sus ojos se hicieron grandes y brillaban. Fueron segundos que parecían minutos, horas, meses, años y siglos. Se sonrojó levemente y volteó su mirada a la ventana rápidamente. Era simplemente tan tierno. Al parecer ya tendríamos un motivo para asistir a clase y disfrutar de las proyecciones en la clase de historia.

Color en lo monocromático (Felix x Adrien) (Yaoi/gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora