Parte 1

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Ese día salí tarde del colegio, más bien salí la última porque tarde mucho en recoger y hacer todos los recados asignados por el profesor. Pero al salir, allí estaba él, tirado en el suelo balbuceando algo. Miré su rostro y me quedé sorprendida, no solamente porque era alguien hermoso sino también porque era mi compañero de clases, el que casi nunca venía.

- ¿Estás bien? - pregunté acercándome y él me mostró una sonrisa haciendo que mi corazón diera un brinco.

- Tú eres Ruth, mi compañera de clases - dice y agacha la cabeza. Dobla sus piernas hasta dejar sus rodillas debajo de su barbilla - Lo siento, estoy bien solo me he mareado un poco - continua. Me agacho a su lado.

- Ven, te ayudo a ponerte de pie - le trato de ayudar pero este me rechaza con un movimiento de cabeza.

- Tranquila, estaré bien, ve a casa que ya es tarde - musitó.

- Me quedaré contigo hasta que estés bien, no te voy a abandonar aquí solo - dije y me miró extrañado.

- No sé porque eres tan buena conmigo, si apenas me conoces - balbuceó. Me encogí de hombros. - De verdad que estoy bien, puedes irte - dijo tiempo después. Le miré detenidamente, sus facciones eran bellas, sus ojos negros me fascinaban y aquel cabello del mismo color te daba la sensación de ser lo más sedoso que encontrarías en esta vida.

- Si estás bien, ven, que te ayudo a ponerte de pie - contesté. Él asintió. Primero me levanté yo y después él.

- Gracias por hacerme compañía - expuso mostrando de nuevo esa sonrisa.

- De nada - repliqué manifestando una sonrisa tímida. Sentí como mi cara se volvía de color tomate cuando él pasó su brazo por mis hombros.

- Te acompañaré hasta tu casa - susurró.

- No...no hace falta - balbuceé

- Claro que sí

No se discutió más aunque no me acompañó hasta mi casa sino hasta el autobús. Me subí y él se marchó.

Una vez dentro del bus me di cuenta de que me había quedado con su móvil, ya que antes lo había utilizado para llamar a mi casa pues el mío se me había olvidado.

Me bajé en la siguiente parada y comencé a correr en la dirección en la que le vi partir.

Corrí y recorrí toda la calle y cuando me iba a dar por vencida escuché su voz proviniendo desde un piso. Subí las escaleras pero cuando iba a gritarle para que me viera, fui yo la que vio algo que no debía.

Sus dedos se movían despacio sobre la jeringuilla, presionándola lentamente. A su lado había otro chico, algo más mayor. Ambos comenzaron a decaer y a la vez se apoyaron en la pared hasta poder sentarse en el suelo. Me fijé en su rostro, mostraba los mismos síntomas que antes...no estaba mareado ni enfermo sino...drogado.

Salí corriendo pero no sin antes tirarle su móvil. Él se giró y me vio pero no dijo ni una sola palabra.

Querida drogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora