«"En una ciudad repleta de asesinos, aquél que no mata es el criminal"».
En lo único que pensaba todo el día era en aquellas personas que les arrancaban la vida a los demás. Todos eran sombras, asechando a los humanos, persiguiéndolos hasta la muerte.
Nunca había tenido sentimientos de matar a alguien, tal vez era por eso que era una sombra invisible, que ni siquiera las demás sombras podían verlo. ¿Él era el verdadero monstruo o solo alguien que trataba escapar del mal? Esa pregunta rondaba por su mente todo el tiempo, aún sin poder responderla.
Pensaba que todos tenía un destino, quizás ese era el de él. Todos salían a hacer el mal mientras él preparaba todo para cuando volvieran.
Le preocupaba mucho su diferencia de personalidad. Los demás eran demonios en el infierno, mientras que él era un ángel arrastrado al infierno solo para observar.
Lo único que le acompañaba era la soledad. Tan dulce y callada; tan fría y observadora. Útil para cualquier momento, útil para su necesidad y satisfacción. Lo único que tenía y que lo comprendía; lo único que admiraba y contemplaba, mientras que los otros tenían sangre, aquella sangre derramada gracias a la muerte.
Todos regresaban a sus casas con trofeos: un corazón, una cabeza, alguna prenda de ropa de la víctima; él solamente tenía a su fiel amiga: la soledad.
Peligroso, misterioso. Eso era la muerte: una cosa desconocida para los simples humanos, mientras que para las sombras era algo de todos los días.
Para él era despreciable y terrorífico, no como su querida soledad.
Tras el vidrio que separaba el mundo de las sombras con el de los mortales, observaba como los humanos se reunían entre sí, para evitar la falta de compañía.
¿Por qué lo hacían, si era algo maravilloso y silencioso?
Se sentaba a mirarlos, como si fueran pequeñas ratas de laboratorio andando por un laberinto construido por él: el mismísimo rey del laboratorio.
Cada vez que se volteaba a hacer otra cosa y regresaba, se daba cuenta que una de sus ratas ya no se encontraba con vida. Y en cuestión de minutos, luego veía regresar a una de las sombras con el cuerpo inerte cargando sobre los hombros, dejando un rastro de sangre cada vez que daba un paso.
La sangre, con ese color tan agradable a la vista, pero que ocultaba demasiados secretos.
Repugnante para él, esplendida para las sombras.
Pero después de todo, ese era el trabajo que tenía que hacer. Recibir los cuerpos, y luego quitarles la vida para siempre. Porque él era la muerte, ¿y cómo podría lograr temerse a sí mismo?
FIN.
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Ciudad de Asesinos
Misterio / SuspensoEn una ciudad repleta de asesinos, aquél que no mata es el criminal. ---------------------------------------- ¡Gracias a: @MelaniesAnwork por la portada!