Leah
Todo comenzó cuando sólo tenía 12 años, siendo la pequeña Leah Jones era muy feliz , tenía a Rita-Mi linda y tierna abuela-, que me amaba tal y como era, que no criticaba mis actos, más bien me aconsejaba para no ser lastimada, yo era la niña de sus ojos.
Tenía buenas calificaciones, era muy inteligente, y me esforzaba por hacer mis deberes y ser la nieta perfecta.
No fue hasta un lluvioso 20 de julio, que me di cuenta de lo cruel que son los chicos.
Al llover, tuvimos que estar en el salón todo el día, incluso en deportes, casi no pudimos hacer una serie de actividades, por lo tanto, hicieron un juego, hecho para unir al grupo estudiantil.
Cada chico debía elegir a una chica, con la que tendría que entablar una conversación, a medida que sabían cosas del otro y pasaban los minutos, tendrían que intercambiar pareja.
Poco a poco las chicas más lindas y delgadas eran tomadas de la mano por algún compañero, y yo estaba quedándome sola, ni un solo chico me miró, por lo tanto, terminé siendo la última chica sin un compañero.
Ahh ¡Casi lo olvido!
Antes de continuar deben saber un pequeño detalle:
Era una maldita chica Fea Y Gorda.
Creo que es un pequeño detalle enorme...aunque esto no fue lo peor, a medida que pasaba la clase, y cambiaban parejas, yo seguía excluida, a nadie le importó que me quedara sola. No fue hasta que el profesor detuvo la actividad, que sentí que volvía a la realidad, el señor Klein se me acercó y llamó la atención de todos.
-chicos, ésta actividad es para que todos se conozcan mejor, pero no entiendo el motivo por el cual nadie es aún pareja de Leah. ¿Alguien puede explicarme por qué? -mira a mis compañeros a modo de reproche, de algún modo, el sabia la razón de mi actual soledad, lo que no entiendo es por qué tiene que dejarlo tan claro.
-señor, creo que sé lo que sucede aquí- Ese era Joshua, el niño bonito que molestaba a las chicas que se alejaban de la mano de dios como dicen- Nadie quiere contagiarse la obesidad de Leah, es repulsivo verla por más de un minuto, al menos yo no podría siquiera hablarle, o vomitaría el almuerzo, no entiendo por qué no puede ser normal, no le importa cuidarse y ser bonita como las chicas normales, debería irse lejos, a nadie le gusta, no tiene amigos, las chicas le tienen un asco que no les importa gritar a los 4 vientos y ella solo sigue comiendo y sonriendo de todos modos, no me gustaría ser su padre y tener que verla todos los días, no podría , quizás es esa la razón por la que la abandonaron , sus padres no soportaron tanta desgracia , quedarse sólo sería una acción demasiado masoquista...¿o me equivoco Leah ? - sonríe de lado y mira un segundo en mi dirección, para luego hacer un gesto de repulsión, provocando que todos los demás rían como retrasados, incluso al señor Klein le hace gracia esta situación.
No sabía qué hacer, debí enfrentar a esos idiotas, debí decir todo lo que había guardado contra ellos en esos momentos, nadie es perfecto, es por eso que no tienen el derecho a juzgarme, a juzgar si mis padres me dejaron por ser una abominación, no tienen derecho a hacerme sufrir, no hay derecho alguno que les permita hacerme creer que tienen razón. No pueden ser así, no pueden ser razón de lágrimas, no dejaré que me vean llorar, debo ser fuerte.
No me importó la lluvia, ni que todos continuaran burlándose de la pobre gorda a la que abandonaron, sólo tomé mi bolso y salí corriendo de ese lugar, no quería estar con personas tan superficiales que solo querían verme sufrir; las gotas se pegaban a mi cabello con rapidez, la escuela quedaba a 10 minutos caminando de casa, por lo tanto no fue tan difícil llegar. Al entrar mi abuela estaba en la cocina limpiando, al verla sólo pude correr a abrazarla, ella me envolvió entre sus delgados brazos y lloré como nunca había hecho, y le rogaba que no me dejara volver a ese lugar, donde todos querían verme mal. Ella sólo asintió y me dijo que me diera un baño para ver películas juntas y comer galletas.
Me encantaría decir que después de ese día todo volvió a la normalidad y seguía siendo la misma niña tierna y despreocupada; Pero no puedo mentir, cada día empeoraba la situación, me volví una extraña ante todos, no hablaba con nadie y cuando acabó el año, le pedí a mi abuela que nos fuéramos de la ciudad; quería comenzar una nueva etapa; ya no dejaría que me pisotearan, yo sabía que era muy gorda y fea, sin embargo, no necesitaba que los demás me lo recordaran.
Lentamente perdí la poca dignidad y autocompasión que quedaba; todo fue reemplazado por odio hacia la humanidad, odio a la sociedad que nos hacía pensar que ser delgada era sinónimo de belleza, odio hacia esos compañeros que me trataron como a un monstruo, pero la mayor cantidad de odio en mi corazón, iba dirigida a esos ojos que me miraban con vergüenza ante el espejo; me odiaba por no ser fuerte, por no ser cuidadosa con mi apariencia, me odiaba por creer que era mi culpa que mis padres me dejaron a la deriva en un centro para menores con solo 4 años, me odiaba por ver sufrir en silencio a la única mujer que me ha amado incondicionalmente sin ser mi madre; me odiaba por no buscar una solución, sólo me quedé a llorar cada noche como una niña boba, echándome a morir y lamentarme.
Pasaron los años y seguía siendo miserable; perdí la cuenta de a cuántas dietas y gimnasios me sometí; todos esos kilogramos se fueron, mis lentes fueron reemplazados por lentes de contacto, me esmeré en cuidar mucho mi cabello; la niña de doce años con problemas de autoestima y un sobre peso fuera de éste mundo había sido trasformada en una chica delgada, con curvas que no sabía que tenía, un rostro delicado y bonito; casi como el de las chicas de revistas. Cualquiera pensaría que ahora yo había superado mi mierda del pasado; pero no fue así.
Seguía odiando todo y a todos, me acostumbré a ser cruel y sarcástica con cualquier persona que se acercara a hablarme, muchas veces me invitaron a fiestas, me pidieron citas, y no falto la chica hueca y popular que solo quería ser mi "amiga" por mi nueva apariencia, eso me daba nauseas.
Nadie me había visto sonreír en la secundaria, la única persona que tenía el derecho a entrar en mi corazón era Rita; con ella todo era risas, momentos lindos y felices como suponía debía ser una madre con su hija. Con ella era otra persona, bromeaba, me reía de sus pésimos chistes, cocinábamos juntas, la abrazaba y no me cansaba de repetirle cuanto la amaba.
Leah
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REMY
Teen Fiction-No me dejes ir; quédate cerca, contigo todo es más soportable, créeme cuando te digo que eres mi vida ahora. -Ya no puedo creer en nadie, quieres aliviar mi dolor, pero debes entender que no puedes cambiar el pasado Rems, ya no volverán a lastimar...