Capítulo 29: Puñaladas.

4K 494 102
                                    

Aquel viaje para la rehabilitación de Minato no había sido precisamente grato. Madara estaba convencido de que Minato podía ser el chico del que se enamoraría. Siempre había sido un hombre recto, obstinado, había interpuesto su carrera y su trabajo a todo, pero Minato Namikaze había ganado su corazón en el primer día, con esa sonrisa brillante que tenía, con sus ojos azulados llenos de sentimientos encontrados.

La vuelta a casa fue muy silenciosa. No había que ser un genio para saber que Minato se sentía culpable por aquel beso, pero para Madara, tan sólo era una pequeña abertura que ese rubio le había cedido. Su corazón debía sanar antes que las piernas, porque era su corazón el que le hacía resistirse a la rehabilitación, el que se negaba a abrirse a un nuevo amor.

Madara condujo hasta la casa de los Namikaze y detuvo el coche sin sacar las llaves del contacto. Minato lo observó unos segundos cuando echó la cabeza hacia atrás pensando en qué querría decirle aquel hombre. Era posible que alguna reprimenda por su comportamiento, pero se equivocó.

- Yo... debo ir a Hokkaido mañana a investigar un asunto – comentó Madara – y creo que Naruto y el resto del equipo se van a Tokio para jugar los partidos que les quedan en primera división. ¿Qué tienes pensado hacer?

- No lo había pensado – comentó Minato.

- No puedes quedarte aquí solo. Y yo no me quedo tranquilo sabiendo que estaré lejos y que si me necesitas, no podré acudir.

- Estaré bien – comentó Minato.

- De acuerdo... no quiero forzarte a nada, pero quiero que sepas que siempre puedo comprar un billete de más y me encantaría que vinieras conmigo.

- No creo que sea buena idea.

- Tienes miedo de abrir tu corazón al amor, Minato, y lo entiendo. El recuerdo de tu mujer está muy presente aún, te sientes responsable por lo que le ocurrió a ella y es normal, pero quiero ayudarte a superarlo.

- Está mal – dijo Minato – yo no puedo estar con nadie. Quería a mi mujer y la quiero.

- Minato... ella falleció y lo lamento mucho, pero tú aún eres joven, no puedes quedarte de luto toda la vida, necesitas recuperar tu corazón, rehacer tu vida.

- No, Madara, ella era mi vida, ella y Naruto.

- Entonces deberías hacerlo por Naruto – susurró Madara ayudándole a bajar del coche para dejarle en la silla de ruedas.

- Naruto está bien.

- Naruto no es feliz viéndote postrado en una silla cuando podrías caminar. Él quiere verte bien y no es lo que le estás enseñando. Acabas de dejar a tu hijo estancado en este pueblo para ayudarte siempre, porque tienes miedo de que se vaya y le pueda ocurrir algo como le ocurrió a tu esposa, lo estás encerrando en este pueblo a tu lado y es joven, tiene que abrir las alas y moverse, lo sabes bien porque eres inteligente. Si no quieres hacerlo por ti, al menos piensa en Naruto y trata de hacer lo que más le convenga.

- No metas a mi hijo en esto, Madara. No te atrevas a decirme a mí lo que tengo que hacer con mi familia. Naruto se quedó por lo que le ocurrió a su madre.

- Naruto se quedó por ti, porque creyó que necesitabas ayuda, pero puedes caminar, puedes recuperarte y si me dejas, yo estaré a tu lado.

- Márchate – le dijo Minato enfadado.

Madara suspiró, era cierto que ese rubio era un maldito terco, nada ni nadie le haría cambiar de opinión. En cuanto le dejó en el porche de su casa para que pudiera entrar, Madara se marchó de allí. Una vez en casa, pudo descansar finalmente hasta que saliera su vuelo. Naruto y todo el equipo se marcharían a Tokio, era un buen momento si quería investigar sobre Deidara en Hokkaido sin que se diera cuenta de que le estaban investigando.

El último partido (Naruto, Sasu-Naru) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora