Cuando Se Florece

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Hace algún tiempo, una semilla decidió instalarse en la tierra de un pequeño jardín. La tierra ahí no era fértil, y estaba apartada de todas las flores hermosas. Además, estaba rodeada de hierbas malas, que se adornaban con pétalos marchitos de otras, que amenazaban con quitarle las pocas gotas de rocío y los preciados rayos de sol que le llegaban.
No obstante, la pequeña semilla logró sobreponerse a todo, y poco a poco se convirtió en un brote. No alcanzaba a tener ni un centímetro de altura. No obstante, no se doblegaba ante ninguna hierba, incluso eso le costase el quedar bajo la sombra de ellas, cantándole al sol una melodía de angustia; llorando que hiciera a los demás a un lado para cederle la gracia de su luz.

Un día, el pequeño brote se convirtió en un botón. Su tallo era largo y esbelto, y había crecido hasta llegar a ser más alta que todas las hierbas y flores del jardín. Sin embargo, todavía no estaba satisfecha. Cuando volteaba a su alrededor, veía los colores que emanaban de todas las demás. La pequeño botón lloró su simpleza y permaneció cerrado durante varios días, sumiéndose en la más profunda depresión y amargura.

Cierta noche, una estrella bajó del cielo. Era una estrella que, a diferencia de las estrellas azules y de aspecto gélido que vemos a diario en el cielo, tenía un brillo cálido y brillaba tan intensamente que se podría decir que era hija de la luna y el sol, cosa que no estaba lejos de ser verdad.

El estrella caminó hasta el pequeño botón y comenzó a desahogarse.

- Oh, desdichado yo, heredero de la luz, que no puede ni igualar el esplendor característico de sus padres. Qué va a ser de mí cuando los demás se enteren de mi desdicha? Seré juzgado por todo el reino y nunca se postrarán ante mí. - Lloraba.

La pequeño botón lo escuchó atentamente. Indignada, se alzó por encima de todo para que la estrella la viera.

- Pero, ¿cómo es que puede quejarse? Mírese, irradia esplendor a todo su alrededor. Llena de brillo todo su entorno y llena de calidez a todo quien lo escucha, incluyéndome a mí. En cambio, míreme a mí. No soy más que un simple botón que jamás podrá igualar los colores de todas las flores aquí presentes.

El estrella, anonadado por la sorpresa que le dio escuchar el coraje del pequeño botón, guardó silencio un momento. Luego, de la nada, comenzó a reírse tan fuertemente que se doblaba en dos.

La pequeño botón lo miraba asombrada. ¿Cómo podía reírse tras su sincero comentario? Tal pensamiento dio paso a una irritación inmensa.

-Perdone, pero ne le veo la gracia, majestad.

Después de tranquilizarse un poco, el estrella comenzó a hablar, mirando a pequeño botón con ternura.

- Parece que estamos iguales, ¿eh?

Pequeño Botón se quedó muda, no entendía a que se refería.

El estrella, divertido, se dispuso a explicarle.

- Nos ha cegado la envidia, Pequeño Botón. El ver mi situación de manera externa; es decir, tu problema, me ha mostrado como en realidad no tengo nada de que preocuparme. Pequeño Botón, eres hermosa. No necesitas compararte con otras para saberlo, ¿lo sabías?

Pequeño Botón estuvo segura de que su alma estaba tan sonrojada que pensó que florecería en forma de un jitomate.

- No merezco sus halagos, majestad. - Respondió azorada. El Estrella la miró pensativo

- Pequeño Botón, tienes razón. Mereces más que eso. Volveré a venir en cuanto hayas florecido.

Pequeño Botón no se lo creía.

-Entonces floreceré mañana a medianoche. - Soltó en un impulso. El estrella sonrió.

-Esperaré el día de mañana con ansias.

Al día siguiente, pequeño botón, se esforzó más que de costumbre. Empleó todas sus fuerzas en absorber lo necesario para florecer esa misma noche.

Unos minutos antes de la hora señalada, el estrella se presentó con Pequeño Botón.

- ¿Estás lista? - Inquirió.

-Nunca he estado más lista. - Contestó con determinación.

Cuando la luna estuvo en su punto más alto, a la medianoche, un rayo plateado iluminó a pequeño botón. Era uno muy parecido a los dorados que había estado recibiendo del sol durante toda su vida.

- Parece que has recibido la bendición de mis padres.- Le dijo el Estrella con un dejo de ternura.

Unos segundos después, pequeño botón comenzó a florecer. Sus pétalos eran una combinación de oro y plata que tenían un brillo etéreo. Todas las plantas se postraron ante ella y la aclamaron.

A lo lejos, vio a el estrella mientras éste se alejaba.

- ¡Espera! - Le gritó. El Estrella se detuvo. - ¿Te volveré a ver?

El estrella dio media vuelta y la miró con intensidad.

- El día que tu cuerpo físico ya no te ate a este mundo superficial y tengas el aspecto de tu hermosa alma, ese será el día que nos volvamos a ver.

Pasó el tiempo, y por fin Pequeño Botón exhaló su último aliento.

Desde entonces, se dice que si miras al cielo al momento en que se mete o sale el sol, puedes ver dos estrellas que danzan alegremente, agraciadas de tenerse el uno al otro.

Relatos Breves De Quien No Termina NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora