El crimen.

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[Introducción]

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[Introducción]

Imagina un mundo en el que sirenas, caballeros alados, brujas oscuras y elfos hayan vivido en armonía, un mundo en el que hace miles de años, firmamos un contrato de paz, el contrato que nadie había incumplido hasta hoy... Y parece ser que el que lo ha roto he sido yo. He asesinado a la princesa. 

Me llamo Aran, soy un elfo de 22 años y ahora mismo me dirijo al palacio real para que se me juzgue por un crimen que no recuerdo haber cometido. 

La familia real está compuesta en su plenitud de caballeros alados, pues son ellos los que ganaron la justa que se celebró cuando se firmó el contrato de paz para decidir quiénes nos gobernarían, y son ellos mismos los que han venido a mi casa, al territorio de los elfos para informarme de que mañana al alba seré juzgado y que debo ir con ellos.

Ni siquiera recuerdo haber conocido o visto de lejos a la princesa, puesto que si traspasamos un territorio que no es el de nuestra raza, podremos ser juzgados con pena de muerte, debido a que se vería como una incitación a la guerra. Sé que otras razas existen, pero nunca he visto a alguien que sea diferente a mí.

- No hay tiempo que perder, levanta de tu repulsiva cama de elfo y síguenos. Llegaremos hoy al anochecer.

Fue lo primero que escuché de uno de los caballeros alados, todos llevaban armaduras diferentes, como si se pudiesen customizar a su gusto; el que me habló portaba una armadura de tonos ocre y plateados y medía el doble que yo.

No sabía qué responder ni qué decir, así que simplemente solté lo primero que se me vino a la cabeza.

- No entiendo nada.

- Nadie te ha pedido tu opinión, como ya te hemos dicho, vas a ser juzgado. Acompáñanos si no quieres ser ejecutado en este mismo instante, si lo haces, al menos podrás vivir hasta después de la sentencia.

- Al menos decidme por qué se me acusa de asesinato, grandullones.

Uno de ellos me apuntó con una lanza.

- ¿Aún tienes cuerpo para bromas? -rió- Está bien, te lo diremos. Hemos encontrado a la princesa muerta hoy en su cama, tenía una daga clavada en su corazón, así que eso reducía mucho las posibilidades, ya que las dagas solo son vendidas en vuestro territorio.

- No soy el único elfo, ¡y ni siquiera tengo dinero para una daga!

- Cállate, aún no hemos terminado.

Su tono enervado me hacía estremecerme cada vez más, así que supuse que podía hacerme un favor y no soltar todo lo que se me cruzase por la cabeza. El soldado siguió hablando.

- Hallamos sangre en la empuñadura de la daga, quizá el asesino se manchase al matarla. -hizo una pausa. Parecía que este asunto, para él, era personal.- Pedimos a una bruja que viniese y nos dijese a quién pertenecía, y nos trajo hasta esta casa, y tú eres el único que vive aquí... No necesitamos más pruebas.

Sin dejarme ni unos segundos para responder, me obligaron a coger mis pertenencias de necesidad básica para pasar los días que, parecía, me quedaban de vida y les seguí hacia el nuevo territorio.

[Esta es una intro a una nueva historia, ya que me apetece tener dos para cuando tenga ganas de escribir una de romance u otra de ciencia ficción, para ir variando. Aunque he pensado que si esta no tiene mucho feedback, continuaré solo la otra ~]

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