Bajé las escaleras a toda prisa, mis zapatos golpeteaban rítmicamente en los escalones que pasaban debajo de ellos y salí al aire exterior llenado mis pulmones de éste. Estaba asustada, no sabía qué pensar o qué pensamiento en mi cabeza obedecer.
Necesitaba huir al menos por un rato, sacar a Harry de mi cabeza al menos por una fracción de segundo. Saqué mi móvil y tecleé el número de Louis.
-¿Aló?
-Louis, soy yo, Jane. ¿Podrías hacerme un favor?-pregunté, con la voz que me salía temblorosa de mi garganta.
-Claro, dime.
-¿Podrías ir por Sharon a su trabajo?
-Pero... ya salió, ¿no?
-Sí, pero encuéntrala en el camino, antes de que tome un taxi o algo parecido. Y ofrécete a traerla a casa todos los días, por favor-farfullé, mientras caminaba calle abajo.
-Puedo preguntar ¿por qué?
-Sólo tráela a casa, ¿quieres? Luego te explico.
-Está bien.
-Date prisa, adiós.
-Hasta pronto.
-Gracias-musité.
-No, gracias a ti.
Trunqué la llamada y devolví el celular a mi bolsillo. Me abrace debido al frío y seguí caminando sin dirección. Mi plan era que Sharon estuviera más pronto en casa de lo que suele llegar. Todos y cada uno de los días que me restaran aquí. Así, no ignoraría a Harry de forma tan obvia, pero sería menos tiempo estando con él y eso ayudaría bastante a que de una vez por todas controlara mis sentimientos.
Decidí parar a mitad de una calle, no sabía a dónde me dirigía y si seguía sin rumbo, seguro me perdería. No podía ir donde Ferni debido a que allí no había nadie, ella seguro estaría en su cita con Liam. La gente me esquivaba y pasaba a mi lado, totalmente indiferente, mientras yo me quedé inmóvil allí. Había caminado apenas dos calles lejos del edificio, y sabía que si caminaba más terminaría perdiéndome.
Recordé un pequeño parque a unas cuantas cuadras más, un fácil camino para seguir, así que fui hasta allá, a desperdiciar el tiempo y que se hiciera tarde solamente para no verle el rostro a él.
Cuando llegué, me apoderé de una de las bancas de metal negro que adornaban los caminos del parque y me senté a observar cómo el cielo oscurecía totalmente.
No pude evitar pensar en Harry, lo amaba, ni siquiera sabía cómo y con tanta rapidez. Me era absurdo, ilógico. Era casi ridículo cómo quería escapar de esos sentimientos que no debían de estar en mi corazón. Ridículo, sí. Porque en realidad estar a su lado era lo único que en este momento quería hacer.
Apreté el sobre en mis manos, haciéndolo crujir. El viento me movió los cabellos y me despejó un poco la mente, haciéndome pensar en algo que hasta el momento le faltaba atención de mi parte.
Algún día tendría que irme.
¿Y qué pasaría? ¿Qué me llevaría? La agobiante presión en el pecho apareció apretujando mi corazón y sacudiéndolo de forma violenta. El solo hecho de pensar en eso, me dolía. Me iría y tendría que dejar aquí mi corazón, pero sabía que era la mejor opción que podía hacer. Me burlé de mi misma, yo no era tan distinta a Sharon, huir también era mi opción fácil.
Pero al pensar en Sharon, el corazón se me encogió aun más, adolorido. La historia podría repetirse de nuevo y ella ¿a dónde huiría esta vez? Su antiguo novio, Jairo, la había lastimado tanto con aquella actitud que había tomado. La había cambiado de un día a otro y el frágil corazón de Sharon no pudo resistir aquello, la dejó destruida por que ella lo amaba; al punto de que decidió mejor mudarse de país, de continente.
Ahora, yo no quería ser la bruja malvada que le arrebataría de nuevo algo que ella ama, preferiría morir atropellada por un autobús, eso sería más digno.
Suspiré y me llevé las manos a la cabeza, dejando el sobre amarillo sobre mis piernas. Cerré los ojos por un minuto, anhelando que el viento susurrara la respuesta a mi oído de mi gran dilema.
Por allí oí decir que el amor ensuciaba, yo parecía estar manchada de todos lados. Pero huir era mi mejor opción hasta el momento, sólo que no sabía cuándo.
• • •
Mi plan había funcionado.
Sharon había llegado a las siete treinta jueves y viernes, gracias a Louis; por lo tanto, los minutos se me reducían a la mitad para estar con Harry. Algo que aunque no me gustaba mucho hacía menos difícil la resistencia. Sin embargo no dejaba de ser dura.
Miré la hora cuando el timbre sonó, sólo dos minutos tarde había llegado Ferni. Apagué el televisor y me encaminé hasta la puerta.
-Lindo departamento-musitó paseando su mirada por todo alrededor-. Aunque el edificio es... un poco melancólico.
Sonreí.
-Gracias por venir-le dije.
-Para mi es un honor que me hayas invitado a tu casa... bueno, departamento-rió.
-Gracias, eres la única con la que puedo hablar de esto-fui hasta mi habitación e hice que me siguiera.
-Sabes que siempre podrás contar conmigo, Jane-me sonrió, demostrándome confianza.
-Soy un caso perdido-me puse en cuclillas y rebusqué entre los cajones de mi buró, del inferior saqué mi gran tesoro. Un sobre amarillo en tamaño carta y de un grosor considerable que aventé luego sobre la cama, haciéndolo rebotar sólo un par de veces.
Le hice una seña a Ferni para que abriera aquel sobre y al instante que comprendió, se acercó y lo tomó entre sus manos.
-Vaya, sí que pesa-bromeó, alzando las delicadas cejas.
Deshizo el pequeño hilo rojo y abrió el sobre. Sacó el montón de fotografías que estuvieron apunto de caérsele.
-¡Wow!-dijo, sorprendida cuando notó cuántas fotos eran y sobre todo, de quién eran-. Este tipo podría trabajar de modelo-musitó y aunque aquello era para hacerme reír, no pude hacerlo-. Esto es como un libro-hizo referencia al grosor-, o como una exposición de algún museo.
-O un manual de lo prohibido-musité.
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Manual de lo prohibido. |h.s.|
Lãng mạnFalso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueña del único que todo el mundo en mi situación, rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, actuar y f...