2

2 0 0
                                    

− La conoceré por casualidad, en cualquier sitio normal. Con normal me refiero a que no será un bar o una discoteca. Ni Internet, que ahora está muy de moda. No, no. Por ejemplo, visitando un museo, o en el metro, o mejor en el autobús, que a pleno día es mucho más romántico, o puede que nos topemos uno de esos domingos que dedico a pasear por el Casco Antiguo. Nada más nuestras miradas se crucen notaremos que nos salta una chispa. Porque el Verdadero Amor lo imagino eléctrico, para que no haya dudas por parte de ninguna. Y nuestra primera cita será maravillosa, de ensueño. Me invitará a cenar a un restaurante romántico, con suculentos platos sofisticados en presentación y con sabores afrodisíacos. Nos cortejaremos utilizando el terreno de lo insinuado. Más tarde en una confortable habitación decorada en tonos suaves y pasteles, con muebles coloniales que emitirán su estimado olor a madera, me tumbará sobre la cama vestida con sábanas de seda y me desnudará primero con el deseo y más tarde con su suavidad, tirando mi ropa como si formara parte de la coreografía del amor. Luego me besará largamente, inspeccionando con su lengua cada recodo de mi aun desconocida boca. Mantendremos una pequeña lucha porque querré desnudarla y ella no querrá separar sus labios de los míos. Su mano expedicionaria habrá hallado el monte y su cañada, húmeda desde que el deseo se hubiera instalado en mi persona. A la mañana siguiente, al despertar y comprobar que la noche no fue un sueño sabremos que estamos hechas la una para la otra y sellaremos nuestro amor volviendo de nuevo a nuestro primer beso.

AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora